El Eco de Alhama número 29                                                                                                                                                                        Historia

VII- EPÍLOGO

Lentamente, van recuperándose del olvido diferentes pasajes de lo acontecido en nuestras comarcas. Ordenados convenientemente, desvelan la existencia de resistencia organizada de cierta importancia por estos parajes, cuyo promotor principal parece que fue el gobernador de Alboloduy Diego Enríquez de Camacho. Como hemos visto, ya en la temprana fecha del seis de marzo de 1810, la partida de la Taha de Marchena marcha hacia Las Alpujarras, donde combaten con éxito. Seguramente, la mayor oposición al enemigo se produjo en el mismo Alboloduy, precisamente el día dos de mayo del indicado 1810. Ello provoca la represalia de los franceses, quienes divididos en pelotones, entran en los diferentes pueblos comarcanos sometiéndolos al saqueo indiscriminado, ese mismo día y el siguiente. Más adelante, la alegría de aquellas gentes, sujetas a la opresión durante más de un año, se desborda en agosto de 1811, cuando se creen liberados por el ejército expedicionario español. Así se desprende del formidable relato del que, hemos llamado, soldado desconocido.

De otra parte, hay que señalar que la ocupación francesa de nuestras comarcas fue intermitente, según se aprecia en los protocolos notariales de la época. En ellos alternan el Valga para el Reinado de Don Josef Napoleón con el Valga para el Señor Fernando VII. No obstante, las duras exigencias económicas y, por lo tanto, los sufrimientos, continuaron más allá de finales de septiembre de 1812, cuando la retirada de los invasores del Reino de Granada.

Pocos meses después de terminar la contienda a nivel nacional, reintegrado Fernando VII a España, se hace público en Madrid -diez de mayo de 1814- el decreto del día 4 anterior, que supone el golpe de muerte a nuestra Constitución y demás decretos: ...quedan nulos y de ningún valor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubiesen pasado jamás tales actos, y se quitasen de en medio del tiempo...

La supresión de las reformas emprendidas por las Cortes, agudizó la exhausta situación económica provocada por la guerra. En este sentido, en nuestras comarcas repercutieron algunas disposiciones, especialmente la relativa a la vuelta al estanco del plomo. Ello supuso el descontento generalizado del sector minero de la Sierra de Gádor, incluido los ocupados en la arriería.

Igualmente, la paz social se vio afectada con la proliferación del bandolerismo. Al terminar la guerra, el ejército español estaba integrado por las tropas regulares -en buena parte fieles al rey- y por los guerrilleros, que sin ser profesionales, se habían distinguido en la lucha. Estos últimos fueron relegados a puestos vacíos de poder y, en su mayoría, olvidados totalmente. Además, el regreso de Francia de nuestros militares prisioneros, ocasionó que muchos se quedaran sin empleo. A todos estos militares cesantes, se les conocía con el apelativo de indefinidos. Se provocó con ello la aparición de una enorme masa de gentes desarraigadas; las unas, descontentas políticamente, se posicionaron frente al régimen absoluto y, las otras, humilladas y hasta sumidas en la miseria, acabaron echándose al monte, incrementado así la inestabilidad existente. Así ocurrió, por ejemplo, con la llamada Partida de Alboloduy, que operó nada menos que hasta el año 1825, por aquellas zonas y Las Alpujarras. El repetido escribano de esta villa, Antonio Ros, fue víctima de las andanzas de esta partida. Asaltaron y robaron su escribanía, llevándose todo el dinero que encontraron, tanto el propio como el que custodiaba. Los hechos habían sucedido en 28 de julio de 1824. Encausados criminalmente algunos de sus componentes en la Chancillería de Granada, nuestro referido escribano, bajo amenazas de muerte, se vio obligado a perdonar en 2 de diciembre del indicado 1825 a Tomás León, Joseph liado Martínez, Rodrigo García Simón y Pedro Lozano, vecinos de la villa e involucrados en aquellos hechos. Pero dejó testimonio en su propio protocolo, en la creencia de que iban a cumplir las amenazas, advirtiendo que dicho perdón era fingido. Al parecer, los bandidos contaban con la complicidad ciudadana.

No es extraño, pues, que cuando en 1824 se producen las intentonas liberales en el sur de España, destinadas a restablecer la Constitución, en la Taha de Marchena surja un núcleo colaborador de cierta importancia. Tampoco lo es el que, en principio, se contara entonces, para restablecer las libertades, con la aludida Partida de Alboloduy. Si bien, al final, su participación no cuajó. Pero estamos hablando ya de otra historia...

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