Situados nuevamente con mejor perspectiva, vamos a referir ahora el relato de un oficial del estado mayor del general Blake. Tras el aludido desembarco de nuestro ejército en Almería, la visión detallada de su paso por los variados paisajes colindantes a los ríos Andarax y Nacimiento, así como el esperanzado entusiasmo con que fueron recibidos por los vecinos ribereños, produce honda impresión en nuestro personaje. Todo un cúmulo de datos y sentimientos, los recoge certeramente en una carta, que escribe el 1° de agosto desde el pueblo de Nacimiento. Se trata de un precioso y desconocido documento, de indudable valor histórico, que fue publicado en la prensa liberal de Cádiz. No aparece el nombre del soldado; sólo se identifica con las iniciales L.L. Hoy, doscientos años después, tal relato resulta todavía refrescante y, situado en su tiempo, nos produce sentida emoción. Dice así:
Creemos digna de atención la siguiente carta de un oficial del Estado-mayor, que se halla en el cuerpo expedicionario del general Blake.
Nacimiento 1° de agosto de 1811
Señor Redactor: Hemos tenido hoy uno de los mejores días de nuestra vida; porque nuestras almas han sentido, y han sentido con violencia. Salimos esta mañana de Almería para este pueblo. El camino corre por la madre misma deL río de Almería, que es un valle estrecho y profundo, lleno de aldeitas, huertas y maizales, y limitado por cerros muy elevados y absolutamente estériles, los cuales se acercan alguna vez casi hasta tocarse. Pasamos por Benajaduz, Huercal, Santa Fe, Algabia, Almorodui, y dexamos a uno y otro lado a Alhama, Huésija, Santa Cruz, Alicún, Soduz, Terque y otros pueblos. La mezcla de estos nombres moros y españoles, la multitud de cuevas que se ven por todas partes, la situación empinada, y fábrica de los pueblos enteramente árabe, y la aspereza y fortaleza natural de estos parajes; llevaron nuestra imaginación a los tiempos heroicos de la restauración de España, y en nuestro interior saludábamos a aquellos varones fuertes, cuyo esfuerzo y constancia supieron lidiar con fortuna por más de 800 años, sin desmayar un instante, y que al fin lograron arrojar de estos últimos confines de España, a los que insensatos creyeron establecido en ella su domicilio para siempre. Y al vernos en caso semejante al de nuestros mayores, sentimos bullir en nuestro corazón su noble sangre, y les prometimos con vehemencia mostrarnos dignos hijos suyos, y no desmentirlos jamás. Exaltada nuestra imaginación con esto que sentíamos, figúrese Vm. el efecto que habrá producido en nosotros la acogida verdaderamente fraternal que de estos buenos, de estos dignísimos y pobres españoles hemos recibido. Quisiera yo ser elocuente, para poder dar a usted una idea de los extremos de alegría, a que estos leales habitantes se han entregado a nuestra vista. Salían por todas partes al camino, corrían delante de nosotros, gritaban, lloraban y al sonido de las campanas y de las escopetas, se juntaban unos vivas y unas aclamaciones tan fuertes, y dadas tan de corazón, que no había quien no se conmoviera. Así ha sido en todos los pueblos, a cual más leal, a cual más noble. Hacía año y medio que gemían tiranizados por los enemigos de modo que lo hacen con los pueblos infelices, y de repente se ven libres, entre los suyos, y somos los primeros que se presentan a ellos ¡Qué no sentirían! ¡Y sobre todo las mujeres, ese sexo amable, cuya sensibilidad exquisita les proporciona gozar tanto! En Huércal, se separa una madre de familia del tropel, y de unos chiquitos que la rodean, y quitándose un clavel ya marchito que llevaba en la cabeza, se lo presenta al general ... Señor ... no tengo otra cosa ... las lágrimas ahogan su voz, y sin poder decir más, retrocede lentamente hacia