El Eco de Alhama número 29                                                                                                                                                                        Historia

IV.- EL DURO FISCO DE LOS NUEVOS EMIRES

El aludido general Liger-Belair, quien por más de dos años permaneció en el mando militar de los términos de Almería, Las Alpujarras y algunas zonas de la subprefectura de Baza, antes de salir de Almería para Ugíjar en 1° de mayo de 1810, designa la nueva municipalidad almeriense, que en 3 de mayo siguiente se constituye solemnemente, siendo teniente corregidor Miguel Antón. También nombra como gobernador a Groutowski uno de los mandos militares del regimiento noveno de infantería del Ducado de Varsovia, algunas de cuyas secciones habían acantonado en Almería y provincia. Nombra igualmente al afrancesado Francisco Almagro para el cargo de comisario de policía. Unos días después, avisa desde Granada Francisco Javier de Burgos que ha obtenido de su S.M.R. la gracia de la subprefectura de Almería. El comisario Almagro se ocupa de requisar las armas en la capital y pueblos de su jurisdicción. En agosto señalan la cuantía mensual con que deben contribuir los pueblos a los gastos de mesa y representación de los Srs. Jefes y demás funcionarios

En toda la subprefectura almeriense se recauda mensualmente 16.567 rs. 27 mrvds, que no alcanzan a cubrir los gastos de 27.670 rs. 20 mrvds. Destacan los sueldos del general Liger-Belair, 4.517 rs. 20 mrvds. Los coroneles Jeannet y Letourneur, así como del comandante de escuadrón Lejeune, todos a razón de 2.823 rs. 18 mrvds. En Rioja, al capitán Belmossiers le corresponden 1.505 rs.30 mrvds. y, en fin, al teniente Marnet, destacado en Nacimiento, sólo 1.129 rs.14 mrvds.

Sin embargo, todas estas cantidades tienen un valor muy relativo, pues desconocemos - en cifras globales- las importantísimas exacciones destinadas al mantenimiento de las tropas -las llamadas raciones de boca, de carne, vino menestras, paja, leña, etc., etc., así como la de las multas y demás que frecuentemente se imponían. La presión recaudatoria fue progresivamente creciendo, alcanzando cotas insufribles en 1812. En el curso de la ocupación, se impuso también un tipo de impuesto genérico llamado del duro por vecino. Se ocupaban las municipalidades de su cobro. La morosidad se castigaba con el terrible apremio militar, que consistía en entrar a saco en los pueblos. A veces, la presión recaudatoria se duplica, pues también había que atender a las tropas españolas, que en situaciones desesperadas utiliza también procedimientos expeditivos para subsistir.

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