Desde que empezó a elevarse este macizo montañoso hasta la actualidad, han ocurrido sucesos climáticos y geológicos muy variados que han ocasionado flujos migratorios norte-sur y este-oeste, llegando a la Sierra de Gádor vegetales de procedencias tan diferentes como Europa, áfrica y Asia. Algunos de estos vegetales han permanecido hasta la actualidad refugiados en lugares particularmente favorables y otros evolucionaron, adaptándose a las nuevas condiciones locales, originando especies diferentes. Tanto unas como otras constituyen verdaderas joyas botánicas de la Sierra de Gádor.
Hace unos 20 millones de años (Mioceno) comenzaron a elevarse las Sierras Béticas como consecuencia del empuje tectónico del continente africano sobre la Península Ibérica. A mediados de este período (hace unos 15 millones de años) reinaba una clima cálido y húmedo, por lo que extendieron por la región los bosques subtropicales. A partir de entonces el clima comienza a hacerse progresivamente más seco. El continuado empuje de áfrica provocó que el sur de la Península Ibérica quedase unido al continente africano, a finales del Mioceno y hasta el Plioceno superior (entre 6,5 y 5 millones de años). El cierre del estrecho de Gibraltar junto al aumento de aridez condujo a la desecación parcial del Mediterráneo. Este contacto junto, con la desecación del Mediterráneo, permitió que llegaran elementos florales procedentes del norte de áfrica y de las regiones esteparias del suroeste de Asia.
A la vez que se elevaban las Sierras Béticas el estrecho de Gibraltar se hundía paulatinamente, hasta que tuvo lugar la separación del sur de España y el norte de áfrica. A partir de ese momento, el intercambio de flora entre ambas áreas quedaría restringido. Las floras de la Península Ibérica y del norte de áfrica, al quedar aisladas, pudieron diferenciarse y algunas plantas originaron nuevas especies (BLANCA, G. et al. 2002).
Hace 1,7 millones de años comenzó el Cuaternario y con él llegaron las glaciaciones. Los hielos cubrieron la mayor parte de Europa y las especies tuvieron que migrar hacia el sur en busca de climas más templados. Durante los períodos fríos llegaron a las sierras Béticas numerosas especies del centro y el norte de Europa. En los períodos interglaciares cálidos, con la retirada de los hielos, estos vegetales buscaron refugio en biotopos con más altitud, más fresco y húmedos. Al quedar aislados en las cumbres de las montañas, muchos de estos vegetales evolucionaron de forma independiente originando nuevas especies, muchas de ellas exclusivas de estas sierras.
Cuando se habla de joyas botánicas es inevitable pensar en los endemismos. El término endémico es utilizado por los botánicos para referirse a los vegetales de área de distribución reducida. Así por ejemplo, los vegetales endémicos de la Sierra de Gádor son aquellos que aparecen única y exclusivamente en este territorio y no los podemos encontrar en ninguna otra parte del planeta.
Existen 7 plantas endémicas exclusivas de la Sierra de Gádor: Alyssum gadorense, Astragalus tremolsianus, Centaurea kunkelii, Coronopus navasii, Seseli intricatum, Teucrium intricatum y Barliorchisx almerienses.
También comparte 39 endemismos con las sierras béticas cercanas, como por ejemplo la malva de las Alpujarras (Lavatera oblongifolia). Además, cuenta con 17 elementos de la flora de los subdesiertos circundantes como los bellísimos mayos (Limonium insigne) (GóMEZ MERCADO, F. & GIMéNEZ LUQUE, E., 1998)
Es digno de mención que posee 15 especies botánicas que sólo habitan en las Sierras Béticas y en el norte de áfrica. Entre estas destaca Hypericum robertii planta muy singular que es exclusiva de Túnez y de la Sierra de Gádor.
Por último destacar la presencia de boj de Baleares (Buxus balearica) planta de origen muy antiguo y que se ha perpetuado hasta nuestros días refugiada, entre otros, en los barrancos de la Sierra de Gádor.
A todas estas plantas se las considera muy especiales por su restringida área de distribución o por presentarse en poblaciones muy alejadas de sus áreas originales, o por ser una reliquia de épocas pretéritas. Muchas de ellas se encuentran en peligro de extinción y protegidas por la legislación andaluza. Si alguna vez, paseando por la sierra, te encuentras con ellas, admíralas, fotografíalas y disfrútalas pero, ¡por favor!, no las arranques pues constituyen verdaderas joyas botánicas de las Sierras de Gádor que las gentes de sus pueblos deberían proteger y de las que deberían sentirse orgullosos.