la capacidad de difusión y transferencia de la técnica y experiencia de unas regiones a otras era realmente limitada. Durante este periodo, prácticamente no se sabe nada de los conocimientos que tenían los constructores de la materia, siendo probable que fueran solo ideas basadas en la experiencia y en reglas prácticas transmitidas entre generaciones, en ocasiones con alcance o validez exclusivamente local.
El siglo XIX fue época de grandes cambios tecnológicos, auspiciados por el desarrollo de métodos científicos que se presentan como alternativa a las reglas empíricas y a la intuición sobre el comportamiento estructural de las obras. Hasta este siglo no se proyectaron presas cuyo diseño fuera exclusivamente producto de cálculo matemático. En 1826, Navier plantea la necesidad de considerar la distribución de tensiones en la estructura y los conceptos de módulo de elasticidad y coeficiente de seguridad. Una vez admitidos
los principios de la mec&aacuate;nica racional, se comienzan a aplicar al diseño de presas. Durante este cambio y hasta que se instauran definitivamente las teor&iacuate;as racionales, la aplicación se hace con variados criterios, en ocasiones mezclados con reglas experimentales. Posteriormente, en 1850, Sazilly defiende el perfil de igual resistencia, como resultado de imponer la condición de que la tensión en el paramento de aguas arriba, cuando el embalse está vacío, sea igual a la de aguas abajo, cuando el embalse está lleno; limitando, además, la tensión máxima admisible en la fábrica, para impedir la excesiva deformación y fisuración; así como, asegurando que no se produce el deslizamiento en cualquier plano horizontal del cuerpo de presa. Sus teorías las pone en práctica Delocre en la construcción de la presa de Furens (1859-1866); que se diseña con planta curva, pero sin tener en cuenta la reserva de seguridad debida al efecto resistente de la forma en arco.
No es hasta este momento del desarrollo teórico y científico cuando se puede considerar que los fundamentos racionales influyen en la realidad práctica de la construcción de las presas españolas, ya que con anterioridad se habían ejecutado la presa de Isabel II en Níjar (1841- 1850) y la presa del Pontón de la Oliva (1851-1855), consideradas la últimas grandes presas "intuitivas" construidas en España basándose en criterios empíricos. El diseño definitivamente científico sólo se da a partir de la presa de El Villar (1870), volviendo a ser utilizado en la 3a de Puentes (1881), Escurisa (1890), 2a de Mezalocha (1906) y en el proyec-to de la presa del Pantano del Pasillo (1908).
Tercera presa de Puentes poco después de su finalización. Foto: José Rodrigo
Estas primeras presas racionales españolas fueron calculadas por métodos científicos en cuanto a su sección transversal, no obstante, a pesar de tener forma de arco, salvo Puentes que presenta planta poligonal, no se tuvo en cuenta el efecto positivo de esta disposición para reducir el espesor de su sección. Igualmente, José Cebada desestimó dicho efecto favorecedor en el diseño del dique del Pasillo.
"...siguiendo un espíritu de prudencia muy admitido, hemos calculado el muro de presa como si fuera recto, sin tener para nada en cuenta el empotramiento de los estribos, puesto que así resulta para el perfil un exceso de estabilidad muy digno de tomarse en consideración.'