Mis recuerdos
Hace ya siete años que comencé mi etapa como estudiante en el I. E. S. Cerro Milano de Alhama de Almería, periodo que culminó en 2008 tras finalizar mis estudios de Bachillerato por la rama de Humanidades. Quisiera recordar mis primeros años en este centro educativo como pequeño homenaje a tres de mis profesores: doña María Teresa Cuadra, don Cecilio López, y don Juan Beltrán. Ellos, tras muchos años dedicándose a la enseñanza han comenzado una nueva etapa de sus vidas, alejándose físicamente de los centros educativos, pero permaneciendo en el corazón de sus alumnos y, con toda seguridad, con el corazón lleno del recuerdo de todos y cada uno a los que han impartido clase. Ciertamente, quien nace con la vocación de maestro no puede deshacerse de ella por el simple hecho de no estar en el aula.
Actualmente, debido a mi condición de estudiante de magisterio estoy adquiriendo una perspectiva diferente de la escuela, y como no, de los docentes. Siempre he pensado cómo un alumno (cosa que aún sigo haciendo) pero cada vez más como un docente, y mi voluntariado el año pasado en un colegio de Almería me ayudé a situarme mejor como lo que algún día pretendo ser.
Gran parte del alumnado, y aun más en la educación secundaria, suele pensar en los docentes de forma fría y en ocasiones hasta cruel. Pero sinceramente es que no se dan cuenta de que son los maestros los que más sufren cuando alguien se queda a mitad de camino y no llega a los objetivos marcados por el curriculum. Se siente un malestar interno; porque el que realmente es docente lo es por
vocación y dentro del aula se alegra y sufre con cada uno de sus alumnos.
Don Cecilio fue mi tutor en los dos primeros cursos de la ESO, y además mi profesor de matemáticas. Era una asignatura a la que no tenía especial simpatía, sin embargo don Cecilio suplía esta deficiencia, pues a él le sobraba simpatía. Siempre con una sonrisa que hacía menos pesadas las matemáticas, con ejemplos sencillos y graciosos nos ayudaba a aprender. Sus horas de tutoría eran de las más esperadas por mí, veíamos normas de educación y problemas con los que pretendía desarrollar nuestra capacidad de ...
A mis maestros
Todavía recuerdo los versos de Machado, una tarde parda y fría de invierno... No hay regalo más grande para un ser humano que la Educación, o al menos así lo creo. Toda nuestra vida, queramos o no, está ligada a nuestro bagaje, a una historia intima que está marcada por personas que nos enseñan a eso, a ser personas. Aunque muchos crean que nada de su labor ha servido, aunque piensen que su siembra no germinó, en realidad sin ellos nada hubiera sido igual.
Eso es lo que ahora experimento al escribir estas sencillas líneas que intentan mostrar cómo no sería el que soy sin ellos. Hoy aún recuerdo aquellas clases. Don Cecilio intentaba hacer comprender el complejo mundo de las Matemáticas, despertando interés y exigiendo el esfuerzo necesario, ya que sin constancia y sin estudio nada se puede conseguir. Doña María Teresa, su esposa, enseñaba la Lengua Castellana y la Literatura. En mi memoria están los análisis sintácticos de oraciones simples y compuestas, o la lectura, análisis y comprensión de la poesía de Machado y de otros muchos autores que ella se encargó de hacer aprehenderlo a sus alumnos.
Don Juan enseñaba la Historia y la Geografía, Universal y de España, conociendo todos los entresijos de la creación, a lo largo de los tiempos, de nuestra civilización y de su actual estructura.
Todos ellos han formado parte de mi historia de vida, de mi formación como persona. Son maestros que un día decidieron, afortunadamente, dedicarse no sólo a la transmisión del conocimiento sino a EDUCAR.
La profesión del maestro es una de las más duras y de las más gratificantes que pueden existir. Sin embargo, en la actualidad, se piensa que es sólo una salida fácil a un futuro incierto. ¿Por qué ha de ser éste un trabajo gratificante con alumnos rebeldes, con individuos a los que el único señor y maestro es el televisor? Pues bien, se sabe que el maestro ha de pasar, y ahora más que nunca, por momentos de sufrimiento, ya que nunca es fácil lidiar con niños y adolescentes, y menos intentar hacerles trabajar y estudiar.
Pero teniendo presente la dureza, se ha de observar que aunque estos hombres y mujeres que han pasado por sus manos no se lo reconozcan o se olviden, ellos deben tener la satisfacción, la gratificación interior de al menos haber intentado hacer de esos niños, hombres. En algunos, al menos, lo habrán conseguido.
Por ello, la labor de estos maestros, que han educado a padres e hijos ha de ser reconocida, alabada y ensalzada. Sus enseñanzas perduraran a lo largo de mucho tiempo a través de las vidas que han pasado por sus manos. Ellos, aún sin saberlo, nos han marcado ineludiblemente, siendo sus enseñanzas uno de esos pequeños pilares que sustentan la existencia del ser.
No entiendo, como persona de hoy, la minusvaloración, la crítica y la mofa a la que se ven sometidos los enseñantes. Maestros que deciden dedicar su vida a educar a otros, personas que por vocación lo han elegido, se les debe premiar y no castigar. Todo se resume a una causa: una sociedad que se regodea en la incultura y que premia la ignorancia y el barbarismo. ¿Dónde están aquellos estudiantes ...