El Eco de Alhama número 28                                                                                                                                             Alhameños Entrañables

...razonamiento. Recuerdo que el que más quebraderos de cabeza me dio fue el "de que llenarías un botijo para que pesara menos"; fueron las primeras veces que me tiraba tiempo pensando en un tema durante largo y tendido, dando soluciones casi mágicas, pero que raramente conseguía solucionar dentro de las posibilidades del ser humano.

Doña María Teresa me impartió clases de lengua castellana y francés, además de que continuamente trabajamos de forma trasversal las normas de buen comportamiento, y al igual que con don Cecilio y don Juan intentaba despertar en nosotros el sentido de la responsabilidad y la satisfacción del trabajo bien hecho. Ella pretendía inculcarnos las armónicas letras de los poetas y escritores españoles de una de las mejores formas que hay, con gran cariño. También fue ella por quien tuve mis primeros contactos con el francés, lengua que admiro.

Me atrevería a decir que doña María Teresa me inculcó su sentimiento, su pasión por la lengua francesa, de forma que creo sentirlo con el mismo afecto con que me lo trasmitió.

Don Juan Beltrán es el "culpable" de mi gusto por la historia y de la necesidad de no expresarse solo con las palabras, sino también con las imágenes ya que fue mi profesor de ciencias sociales. Siempre llegaba a la clase muy estresado y en cada capítulo de historia que dábamos lo vivía con pasión. Recuerdo que, una vez estaba, tan apasionado que no paraba de moverse por la clase y de gesticular, en uno de estos manotazos al aire salieron disparadas las gafas contra el suelo. Todos nos quedamos callados, él se echó las manos a la cabeza, se sentó y entonces empezaron las risas, incluida la suya, pero por suerte no se rompieron los cristales, simplemente se salieron de la montura.

La verdad es que siempre guardaré un gran recuerdo de ellos, porque les tengo gran afecto, fueron mis maestros, son aquellos en los que pensaré el día de mañana. Cuando esté en mi clase, intentaré que mis alumnos sientan que vivo y amo mi profesión, como a mí me lo hicieron sentir estos profesionales de la educación. Y ¿cómo no podré recordarlos, si parte de mí se ha realizado gracias a ellos?, ¿acaso no dejaron parte de sí en mí? Sin duda, cuando tenga que entrar el día de mañana en mi clase, miraré su recuerdo y su ejemplo para tomar el impulso necesario y continuar la misión divina de educar. Seguro que, aunque mis alumnos no conozcan nunca sus nombres, llevaran parte de ellos consigo ya que parte mi está formada por mis maestros.

...que recitaban los nombres de los monarcas godos o sabían que pasó en Navas de Tolosa? ¿Dónde están aquellos que conocían quién era Fray Luis de León, el Arcipreste de Hita o Góngora? ¿Dónde están los que leyeron el Cantar del mío Cid, la Regenta o Campos de Castilla?...

Muchos se preguntan quién es culpable, como si hubiera una cabeza de turco a la que acusar. No obstante, al contrario de lo que se piensa comúnmente, los maestros no son el elemento a castigar, a condenar por el fracaso y el ignominioso analfabetismo cultural reinante. En realidad, es la propia sociedad en sí misma; una sociedad instruida por la televisión gracias a programas indefinibles que hacen desaparecer la moral y la ética de la mente de los hombres, llevándonos a todos a vivir en una humanidad de valores irracionales.

Contemplando a Don Cecilio, Doña María Teresa y a Don Juan, se descubre su entrega máxima a su labor. Gracias maestros por no haber perdido la esperanza, gracias por dar todo lo que sabíais a vuestros alumnos, gracias maestros por ser maestros de vida.

Volver al Menu