nos deja sentidas y veraces imágenes, episodios y recuerdos de este magnífico enclave de la bahía de Garrucha. Su desarrollo portuario unido a la explotación de las minas de Sierra Almagrera, la diminuta dimensión territorial, ambicionando primero la categoría de ayuntamiento y, finalmente, aspirando a aumentar la zona de expansión de «río a río». Los vaivenes de los desembarcos, las tormentas y naufragios.
Sin embargo, no se trata de un relato complaciente, bajo las mentalidades históricamente determinadas late una crítica sutil a las enormes posibilidades perdidas para apostar una y otra vez por la belleza, la paz, el sosiego. Las estampas dedicadas a los niños, a los débiles (el poeta), laceran las conciencias como los niños desvalidos en Platero. Esta mirada tierna se eleva desafiante sobre el tiempo que transcurre indiferente al dolor de los seres humanos.
II. Estampas líricas, subgénero poético.
La estampa lírica representa una modalidad literaria a medio camino entre el poema y el cuento, José Siles las considera acertadamente poemas en prosa. Carece de argumento, pero gana en lirismo e intensidad plástica. Representa la mayor condensación narrativa en aras de la sugerencia, la pincelada precisa, el apunte certero. En nuestra lengua existe una larga tradición que podríamos situar en las prosas de Quevedo, posteriormente Cadalso y, sobre todo, el romanticismo, cómo no recordar a Larra o a Bécquer. Ya en el siglo pasado: Juan Ramón Jiménez (Platero y yo), Ramón Gómez de la Serna, Azorín (Castilla), Cernuda (Ocnos), José Angel Valente y nuestro escritor: José Siles Artés (Diario de un veraneante y Diario de un poeta de café [2003 y 2004, respectivamente]).
Portada y contraportada del libro (Ilustración de Clemente Gerez)