El origen de la fotografía está ligado a los fenómenos ópticos y químicos, ya conocidos por Arquímedes, y descritos por Leonardo Da Vinci: si en una habitación totalmente a oscuras, se realiza un agujerito por el que pasa la luz, en la pared opuesta se forma una imagen invertida de la escena exterior.
Gerolamo Cardamo realizó en el siglo XVI el experimento con una caja con una pared de vidrio esmerilado en lugar de la habitación, y observó que la imagen era más nítida si se aumentaba la luz hacia los objetos. Juan Bautista Della Porta logró mejorar la visualización de la imagen introduciendo una lente en determinada posición en el agujero de la caja. Recién entrado el siglo XIX se logró descubrir cómo fijar esa imagen que se reflejaba en la cámara oscura. Después de muchos experimentos, se reemplazó la pared de vidrio esmerilado por una hoja de papel impregnado en nitrato de plata, lo que constituyó una especie de primer negativo. Colaboraron en estos experimentos los descubrimientos sobre la sensibilidad de la luz del nitrato y el cloruro de plata, que era ya conocida antes de que los científicos británicos Thomas Wedgwood y Humphry Davy comenzaran sus experimentos, a finales del siglo XVIII, para obtener imágenes fotográficas; pero estas fotos no eran permanentes, y al exponerlas a la luz se ennegrecían.
Las primeras fotografías, llamadas heliografías, fueron hechas en 1827 por el físico francés Nicéphore Niépce. Unos años después el pintor francés Louis Jacques Mandé Daguerre realizó fotografías en planchas recubiertas con una capa sensible a la luz de yoduro de plata: el daguerrotipo. Ambos descubrieron que, haciendo pasar vapores de yodo sobre una placa de plata, se produce en esta última una capa de yoduro de plata que se ennegrece con la luz. Luego eran tratadas con vapores de mercurio que fijaban las imágenes. Pero se obtenía una imagen única en la plancha de plata por cada exposición.
El 10 de noviembre de 1839 se toma en Barcelona un daguerrotipo, y ocho días después se hará otro en Madrid, extendiéndose como una mancha oleaginosa el invento por la península e islas en poco más de dos o tres años. Estos primeros daguerrotipistas de origen extranjero, no se encastillaron en Madrid y Barcelona, sino que se dedicaron a viajar, expandiendo el fenómeno fotográfico merced a su labor pedagógica antes reseñada. Nacen así los fotógrafos transeúntes.