Parece ser que nació en Valladolid en torno a 1450. Hija del Almirante de Castilla, Don Alonso Enríquez, pertenecía a uno de los linajes más nobles del reino castellano y su tía, doña Juana Enríquez, era la reina aragonesa madre del Rey Católico. Sin embargo, no fue la fortuna la primera que tocó a su puerta, pues al poco de nacer falleció su madre, doña María de Alvarado y Villagrán. Por este motivo fue criada por su piadosa abuela doña Teresa de Quiñones en el palacio cercano al Monasterio franciscano de Valdescopezo, en la vallisoletana Medina de Rioseco. Su educación, influenciada por el espíritu franciscano de austeridad, caridad y religiosidad, la marcarían fuertemente.

Casó con don Gutierre de Cárdenas y Chac,ón hacia 1470, con quien tuvo cinco hijos. Su esposo, uno de los más fieles servidores de la reina doña Isabel desde su etapa de princesa, disfrutaba de la intimidad de la Corona y ningún negocio real le resultaba ajeno. El feliz matrimonio siempre permanecerá próximo a la Familia Real, encargándose de importantes asuntos de estado.

Doña Teresa, marcada por la nueva espiritualidad que recorría Castilla a finales del siglo XV, tuvo como centro de su vida a Jesús sacramentado. Llamada la Loca del Sacramento, fundó e impulsó las Cofradías del Santísimo Sacramento, así como las cofradías sacramentales en numerosos lugares de España e Italia. Bendecida esta iniciativa por los Papas, tuvieron un gran éxito y se constituyeron en la mayoría de las parroquias, llegando hasta nuestros días.

Expresión de este amor ardiente a la Eucaristía era en la noble castellana su ejemplar labor caritativa. Fundadora de hospitales, favoreció la educación de los pequeños, la reinserción de las prostitutas y la atención a los mendigos. Debe destacarse su pionera labor asistencial, junto con la Reina Católica, de los hospitales de campaña durante la Guerra de Granada.

Tampoco es menor su labor edilicia, como consecuencia de su afán religioso, caritativo y cultural. En Roma erigió una capilla en la basílica de San Lorenzo in Damaso, otra en la catedral primada de Toledo, la Colegiata del Santísimo Sacramento en Torrijos, innumerables conventos, numerosos hospitales...

En 1503, presentes la reina doña Isabel y el cardenal Cisneros, don Gutierre falleció. Durante sus veintiséis últimos años la virtuosa viuda administró, sin descuidar su imponente labor religiosa y caritativa, el gran patrimonio de su marido. Entre sus heredades no dejó de velar por el señorío de la Taha de Marchena, recibido en agosto de 1494 y que el papa Alejandro VI había favorecido el 1 de julio de 1500 con el patronato eclesiástico. Al contrario que sus sucesores, nunca consideró este patronato un privilegio económico, sino un serio deber misional en tierras habitadas por mahometanos.

Preocupada por la cristianización de su Señorío, solicitó y obtuvo del papa Julio II bula para fundar el Convento de Santa María de Jesús de Huécija en 1511. Desde 1492 se había dirigido a los frailes agustinos para llevar a término su proyecto, entregándoles los medios necesarios para tan loable empresa. El afán evangelizador y misionero de doña Teresa se efectuaba así en las dotes sabias de los agustinos, estableciendo con el prior, fray Juan de la Torre, que la comunidad estuviese compuesta por seis frailes. No debió resultar una decisión fácil para estos primeros frailes marchar a un ambiente musulmán que pronto se manifestó inhóspito. Conociendo a la fundadora, seguro que escogió con especial cautela a varones santos para iniciar esta aventura misional, aconsejándose por...