El Eco de Alhama número 29                                                                                                                                                                       Literatura

se en conciencia alerta, dominadora sobre el ancho paraje que se extiende bajo sus pies; un paraje físico («Las otras palmeras», IX): «Verdaderamente, yo gozo de un panorama más hermoso» y un paraje histórico vinculado siempre con Garrucha, el malecón y los acontecimientos observados desde allí: la construcción y equipamiento del puerto, la llegada de náufragos, los aviones de guerra, el autogiro, etc. Un antes feliz asociado a la época dorada anterior a la guerra, siendo ésta en el )(XVIII («Guerra») la que seccione y estructure el antes y el después contemplado desde la altura/mirada prodigiosa de la memoria viva que selecciona breves escenas. A veces, como ocurre en el Coloquio de los perros de Cervantes, establece un diálogo con los demás árboles colindantes. Tal es el caso de: «Las higueras» (XX), «La pita» (XLVIII). Resultando un sentido homenaje a la vegetación mediterránea, no menos importante que los acontecimientos históricos relacionados con el malecón: («Voz de fondo» XXXVII), el club de Tenis («Yo» I) y los avances técnicos «El buque volador», XIII, «Cine» XIV, «Pájaro sin plumas» XV, «El tren de la esperanza» XXII, «El autogiro» XXIII.

Entre los garrucheros reconocibles citemos, gracias a la oportuna reseña de Federico Moldenhauer Carrillol, a los siguientes: Carmelo el Vagoneta, Emilio Moldenhauer, Ginés el Místico, Martín el Gallo, Lorenzo el Bizco, Ramón el Liebre, Sebastiana la Chunga, Sebastiana la Colchonera, los hermanos Ramón y Rogelio Carmona, El tío Perrica, Juana la Bizca, Manuela la Jareña, Agustín el Maquilero, Jesús el Garabita, y la tía Dolores la del Horno.

De estas estampas líricas, instantáneas de vida, reproducimos la siguiente impresión descriptiva "La noche" ((XV), también seleccionada ii por Moldenhauer, y añadimos por su brevedad la XXXIX El tío Perrica:

Esta noche hay sobre el mar un relumbre nervioso que llega hasta la playa. Sobre el pueblo la luna derrama una luz atenuada y una sombra aclarada. Es noche a medias, como un día sin lustre, como un día del recuerdo, de la memoria.

En todo lo alto se yergue muda y vigilante la chimenea del Calvario, único resto de una fundición, hoy faro diurno de pescadores y caminantes, según de donde se venga.

Sobre las calles, mortecinas bombillas balancean sus rayos al compás • de la brisa.

Frente al pueblo luce fija la luciérnaga del puerto; a intervalos se suelta el rayo del faro; y un cigarro brilla cada poco sobre la baranda del Malecón, mientras el mar ronronea sobre el regazo de la playa.

XXXIX

El tío Perrica, arriero de oficio, vive solo desde que murió su mujer hace tres años. Hasta la semana pasada se ha comportado como un viudo respetuoso de la memoria de su difunta esposa, pero de pronto ha causado gran escándalo. Se ha rejuntado con Juana la Bizca, hija de Manuela La Jareña, soltera y veinticinco años más joven que él. Pero La Bizca tiene un novio, Agustín el Maquilero, que está cumpliendo el servicio militar en Sidi lfni, y que cuando vuelva se va a tomar venganza, contra el tío Perrica y contra la manceba. Lo pregona por las tabernas Jesús el Garabita, hermano del soldado.

1. Axarquía. Revista del Levante Almeriense, Verano, 2009, n° 14, pp. 323-4, (Arráez editores, Mojácar, Almería, 2009).

Volver al Menu