EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 27 Y ADEMÁS
 

Un alhameño en el CAMINO

 
Francisco José Rodríguez Leiva
En el año 1993 con un grupo de gente joven de Alhama, hice un pequeño acercamiento al camino de Santiago. En aquella ocasión me planteé que alguna vez lo haría por el camino antiguo hoy conocido como Camino Francés, y por fin conseguí mi sueño.

En junio del 2007 decidí comprarme un bicicleta de montaña, quería prepararme para el año siguiente hacer el camino de Santiago en bici, pues hacerlo andando desde el principio me era imposible por tema de tiempo. Recuerdo mis primeros días intentando hacer algunos kilómetros, era una auténtica odisea. El sacrificio fue grande, los domingos a las ocho de la mañana para hacer ruta con mis compañeros de rueda ancha, otros días a las cuatro de la tarde un sandwich y carretera y manta. A la vez horas y horas visitando páginas de internet, como llevar la bici, como irme yo...

Para principios de Julio de este año todo era ya una realidad y el día dos de agosto comencé esta aventura que me llevaría desde Saint Jean Pied de Port hasta Santiago de Compostela. A las once de la mañana salí en avión junto con mi bicicleta (convenientemente embalada) hasta Pamplona haciendo escala en Madrid, allí me recogería un taxista con una furgoneta que me llevaría hasta Saint Jean. A las siete y media de la tarde ya estaba allí y sin ningún contratiempo, todo había salido según los planes, pero a partir de ahora todo era un misterio. Monté mi bici con sus alforjas y me dirigí al centro de peregrinos, al llegar primera sorpresa, los albergues estaban completos así que nos alojarían en un frontón y allí pasé mi primera noche, con mi saco durmiendo sobre una colchoneta de gimnasia. En Saint Jean conocí al primero de mis amigos del camino, Xavi un catalán que hacia el camino por tercera vez, una pena porque iba andando y posiblemente no nos volveríamos a ver. El horario en el camino es muy distinto al habitual, a las seis de la mañana en pie y a las diez de la noche hay que estar durmiendo.

Coronando en los Pirineos camino de Roncesvalles

A la mañana siguiente, muchos nervios por lo que me iba a encontrar, según la planimetría era y así fue la etapa más dura de todo el camino, 26 km entre Saint Jean y Roncesvalles de los cuales pasaba de los 200 m de altitud a los 1.600 m. Un día muy duro pero muy satisfactorio, unas panorámicas espectaculares (en muchos momentos tuve que empujar a mi bici porque era imposible seguir). La mayoría de los ciclistas esta etapa la hacen por carretera, pero mi intención era la de no abandonar el camino que siguen los andantes.

A mi llegada a Roncesvalles muy orgulloso por haberío conseguido, así que para tomar fuerzas una cerveza para hidratar (este rito lo seguiría durante todo el camino) y un bocadillo de chistorra. Decidí quedarme allí aunque todavía era muy temprano, pero quería recibir la bendición del peregrino en su basílica. Por la tarde a las siete cuando terminó la misa con todos los peregrinos alrededor del altar nos bendijeron en más de cinco idiomas. Me impactó cuando pedía al apóstol que todos llegáramos sanos y salvos no solo a Santiago de Compostela sino a reunimos en nuestros destinos con nuestras familias, fue muy emotivo. Allí volví a ver a Xavi y con un abrazo nos despedimos y no nos volvimos a ver. Ese primer día también aprendí que en el camino (al igual que en la vida) no valen las prisas ni ponerse objetivos, solo caminar (en mi caso pedalear) y disfrutar de todo lo que allí te ocurre (primera lección que te enseña) así que me olvidé de todo lo que había planificado.

El segundo día de mi aventura me llevaría desde Roncesvalles a Puente la Reina, pasando principalmente por Pamplona y teniendo que superar el puerto del Perdón. El día amaneció que ni en pleno invierno nuestro, unos 5 grados de temperatura y una niebla que era prácticamente lluvia. En este día conocí a los que serían a la postre mis compañeros de camino hasta la mitad. Óscar, José y Emilio, tres catalanes que también harían el camino. Pamplona es una ciudad con ángel. Es impresionante ver por donde hacen los encierros, el bar de Hemingway, la figura de San Fermín,... allí almorzamos unos pinchos y a seguir. Mucho calor y el alto del Perdón, donde hace un viento infernal (también hubo que empujar a la bici para llegar) y de ahí todo bajada hasta Puente la Reina (con muchísimas piedras y con bastante pendiente, aquí sufriría una contractura en la mano que me hizo sufrir sobre todo en las bajadas del resto del camino). Más o menos a las seis de la tarde como casi todos los días a buscar alojamiento a comer bien para reponer fuerzas (con su respectiva cervecita antes y su buen vino durante para hidratar bien) y a dormir prontito.

Volvemos a madrugar, seis de la mañana en pie, una pequeña revisión a la bici y de nuevo a pedalear. El camino se suaviza bastante y la etapa es bastante amena, por lo menos hasta pasado el medio día. Llegando a Logroño, el tiempo empieza a ponerse jodido. Comienzan a caer las primeras gotas y nos refugiarnos debajo de un puente, pero visto lo visto no termina de arrancar, así que con el tiempo muy negro y con algunos rayos y truenos, nos preparamos para lo que a la postre se nos vendría encima. A 23 km. de Logroño el cielo se rompió y nos cayó el diluvio universal. Para mi desgracia tuvimos que abandonar el camino y llegar a Logroño por carretera, completamente empapados. Las señales nos llevan al centro de peregrinos y desde allí nos mandan a un pabellón. El sitio está estupendo pues aun así tiene sus colchones en el suelo, una ducha y a conocer algo del Logroño, una cena y a dormir que mañana hay que madrugar.

Como siempre madrugón, antes de que amanezca y a seguir el ritual de todos los días, limpieza de bici y a comenzar el día. A la salida de Logroño me encontré con uno de los personajes del camino. Marcelino el peregrino que regala manzanas y galletas a los peregrinos, unas fotos con él, un ratito de conversación, una manzana y a seguir el camino. Hoy pasaremos por Santo Domingo de la calzada, y entraremos en Castilla y León provincia de Burgos. El día es de mucho sube y baja y para terminarlo, los Montes de Oca, una subida no muy larga pero después de más de 80 km en las piernas se hizo duro. Para colmo en la cima lluvia y algo de granizo (menos mal que no duró mucho). Fue el día que más kilómetros hicimos y que más tarde llegamos al alojamiento (justo al lado de Atapuerca). Los alojamientos en el camino son muy familiares, todos dormimos en una misma sala y los baños comunes para todos.

A la mañana siguiente llegamos a uno de los sitios que más me gustaron de todo el camino. Burgos, tanto la ciudad como su impresionante catedral merecen la pena. Aquí tuvimos que perder algo de tiempo, uno de mis compañeros había roto dos radios en una bajada, con lo que tuvimos que esperar a que repararan la bici. En esta ocasión las pistas son amplias y muy llanas, alguna tachuela pero no volveremos a la montaña hasta la provincia de León. Otra de las curiosidades de este camino, una carretera que pasa por debajo de los arcos de una abadía abandonada. El arte en el camino es muy abundante (sobre todo mucho románico). El camino siempre nos llevará a pasar por delante de las iglesias incluso en las aldeas mas perdidas. Este día descansaremos en Boadilla del Camino, en el mejor albergue que tuve en todo el camino. Es privado pero la atención es estupenda, todo muy limpio y una comida estupenda.

En el alto de O'Cebreiro

Ya nos vamos acercando a la mitad del camino, este día cruzaremos Sahagún, entendido como la mitad del camino para los que salen desde Roncesvalles (para nosotros algo más de la mitad del camino). Justo aquí tuve que abandonar a mis compañeros de viaje hasta ese momento y continué solo hasta muy cerca de León. Este día también crucé una calzada romana de unos 12 km (muy pesada).

León fue uno de los sitios más complicados de cruzar, no está demasiado bien señalizado, aunque como siempre se dice preguntando se llega a Roma (en este caso a Santiago). Y para colmo un pinchazo, pero todo pasa y continúo mi camino pasando por Hospital de Órbigo, un puente con mucha historia de caballeros y un río de aguas cristalinas. Sobre el medio día llego a Astorga, y aquí decido cambiar la cubierta trasera, está muy tocada y a partir del siguiente día volvemos a la montaña. Desde aquí hasta Rabanal del Camino a los pies de la cruz de ferro, uno de los puntos más temidos por los peregrinos, así que descansaremos bien y a primera hora asalto a este puerto. Aquí me encontré con lo que a la postre serán mis compañeros hasta el final del camino. Rubén, Manolo, Vicente, Jordi y Felipe unos valencianos con los que me crucé muchas veces y ahora compañeros de fatigas. A las 7 de la tarde si alguna vez pasáis por aquí no os perdáis unos rezos de unos monjes benedictinos en latín.

Con mis compañeros de camino

La subida a la Cruz de Ferro mucho mejor de lo que esperaba, los días van pasando y se va teniendo más fondo. Arriba hay que cumplir con otra de las tradiciones y es dejar una piedra del sitio de donde uno viene así que allí quedará una piedra que llevé desde El Olivíllo, es mi aportación al camino. En la bajada nos encontramos con otro de los personajes de este camino. Le llaman el último templario y nos recomienda bajar por la carretera, pero queremos seguir por el camino y menuda bajada (ya entendí lo de la carretera). Abajo Ponferrada y su castillo templario y de allí a Ambasmestas (su significado es entre dos ríos) en pleno Bierzo entre las provincias de León y Lugo.

Desde aquí la última de las grandes subidas, O'Cebreiro. Lo peor no es la primera subida, que no es nada fácil, sino que cuando crees que has terminado te quedan dos puertos más, San Roque y el alto del Pollo. Parece increíble pero aquí ya pisamos tierras gallegas, el paisaje ha cambiado un mil por cien, pero aquí el camino está muy saturado de gente. Sobre todo a primera hora parece más una romería que un camino. Para sorpresa nuestra Galicia principio y fin de esta aventura es la menos preparada para los peregrinos. Después de nuestro largo día con cuatro puertos de montaña llegamos Puerto Marín. Aquí es imposible dormir, está lloviendo y nos envían a un pabellón. Tuve que comprar una esterilla y dormir en el suelo. La noche fue de mucha lluvia y no descansamos muy bien pero a la mañana siguiente por suerte ya no llovía.

Ya estamos cerca de Santiago, nuestro objetivo en este día es quedarnos a dormir a unos 25 km de Santiago. El camino en Galicia es un tobogán, sube y baja, un auténtico rompe piernas, pero la emoción de encontrarnos tan cerca lo alivia todo. Al final es imposible dormir cerca de Santiago así que decidimos irnos hasta el Monte do Gozo. La emoción al llegar es indescriptible. Ver Santiago a nuestros pies. El albergue es impresionante tanto de limpio como de grande. Se siente un sentimiento del deber cumplido y un poco de pena por haber acabado.

En la plaza del Obradoiro

La mañana se levanta despejada, aunque como casi siempre algo fría (sobre todo para ser agosto). Solo seis kilómetros hasta la plaza del Obradoiro. Fotos de rigor y a por la compostelana. Buscamos una agencia para enviar las bicis. Allí me despido de mis amigos valencianos, ellos se marchan antes y yo esperaré hasta las diez de la noche que sale mi tren (o eso creía yo). De nuevo a misa del peregrino. Es muy emocionante y de nuevo a cumplir con las tradiciones del camino y un abrazo al apóstol. Pero aun me quedaría una pequeña aventura que vivir. Al llegar a la estación de Renfe, cual es mi sorpresa que no hay billetes hasta dentro de cuatro días, está todo completo. Tampoco hay billetes de avión, ni siquiera coches de alquiler, no sé cómo pero en uno de mis intentos por encontrar algo y otra vez en Renfe consigo un billete de una anulación (el último) y a las diez y media de la noche salgo destino a Almería.

Aquí acabo mi aventura, esto es simplemente una descripción física de lo que me ocurrió, pero ciertamente el camino no es solo eso, hay muchos momentos de reflexión, y a mí me permitió volver a poner en orden las cosas importantes. Eché muchísimo de menos a mi familia, a mis amigos, sin el apoyo de ellos creo que jamás hubiera conseguido hacer este reto y siempre les estaré agradecido por ello. No todo son buenos momentos, pero la ilusión hace que se superen y pronto se olviden. Es difícil de transmitir las sensaciones por eso sólo lo llegarán a entender las personas que lo hayan hecho. Sin embargo es algo muy recomendable, algo que todos deberían hacer una vez en la vida y por su puesto mi consejo es andando.

En resumen fueron diez días y ochocientos veintiocho kilómetros, pero siempre perdurará en mí el sentimiento del camino.