EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 27 | Y ADEMÁS |
"Abridme las puertas del triunfo, los vencedores entrarán por ellas""Abridme las puertas del triunfo, los vencedores entrarán por ella". Con estas palabras del Ritual el Sr. Obispo, don Adolfo González Montes, ordenó al Sr. Párroco, don Ángel Beltrán Velasco, que abriera de par en par la Puerta de los Perdones para que todos los alhameños contemplaran el nuevo aspecto de nuestro templo parroquial. El Coro entonó el Salmo de peregrinación, mientras el Obispo y el Párroco subían las gradas del altar mayor. Don Luciano Calatrava, antiguo párroco de Alhama y actualmente de San Pablo de Almería; don Juan Romero, párroco de Ntra. Sra. del Rosario de Gádor; don Rafael Zurita, alhameño, rector del Santuario del Saliente, párroco y arcipreste de Albox; don Francisco Lirola, párroco de Pechina y arcipreste de San Indalecio; don Manuel Cuadrado, párroco de Ntra. Sra. del Rosario de Roquetas, arcipreste de Roquetas de Mar y miembro del Consejo de Consultores; don Francisco Escámez, alhameño, canónigo - archivero de la Catedral y párroco de Santiago de Almería y don Jesús Tortosa, párroco de San Francisco de Asís de Almería y de Rioja y don Óscar Trujillo, antiguo vicario parroquial de nuestra parroquia y actualmente de Ntra. Sra. de la Asunción de Huércal-Overa, también buscaban su lugar en el presbiterio. Previamente, el Obispo, siempre puntual, había llegado un cuarto de hora antes para ultimar los detalles de la liturgia y visitar el templo. Don Eduardo Muñoz, secretario del Obispo y el asistente episcopal, don Andrés Rodríguez, lo acompañaban. Su impresión no podía ser mejor, admirándose del logro conseguido tras su última visita en julio. Llegado a la sacristía, mientras se revestía, entregó al Párroco un tesoro que había solicitado de la Santa Sede el año anterior: una teca con una reliquia de San Isidoro de Sevilla (sabio arzobispo de la Iglesia visigoda que murió en el 636). El Obispo, con este espléndido regalo, quería recordarnos las antiquísimas raíces cristianas de la Iglesia española, frente a los que ahora opinan que el Cristianismo se asentó en estos lugares tras la Reconquista. Una vez revestido el clero, la comitiva se dirigió hasta la Puerta de los Perdones. Allí el arquitecto técnico, doña María Dolores Martínez, dirigió unas palabras y entregó las llaves al Obispo. El Alcalde, don Francisco Gil, también realizó una breve alocución. Todos, siguiendo la liturgia romana, aguardaban en el exterior hasta que el Obispo mandó su apertura. De este modo queda patente el ministerio insustituible de los Apóstoles, es decir de sus sucesores los obispos, y de toda la Iglesia como mediadora universal para penetrar y participar en la vida cristiana. Solo mediante el magisterio apostólico, solo mediante la inserción en la Iglesia accedemos a Cristo, porque, para los católicos, él lo ha querido así. Para subrayar esto, el Ritual reserva al ministerio episcopal la consagración de iglesias y altares. Ya en el templo, se inició el rito de bendición con la aspersión del agua bendita al edificio. El Obispo entregó el libro de la Palabra de Dios a los lectores para que, desde ese momento, sea proclamada en este templo. Tras el Evangelio, el Obispo predicó. Habló emotivamente de lo que significa el templo parroquial para todos los hijos de Alhama, para pasar a una auténtica catequesis sobre los distintos elementos que componen un templo católico. Después llegó el rito más importante: la consagración del altar. Comenzó con el canto de las Letanías de los Santos, al que se responde de rodillas. Se trata de una suplica que eleva la Iglesia militante (es decir, todos los cristianos que aún viven) a la Iglesia triunfante (todos los cristianos que han muerto y están en el Cielo). Entonces el Obispo depositó en la base del altar las reliquias de los santos mártires, colocadas ya en la consagración de 1969 y la reliquia de San Isidoro. Junto a ellas, una cuartilla oficial donde consta lo que allí se ha depositado y una pequeña piedra del huerto de Getsemaní (traído desde Jerusalén por peregrinos de Roquetas). Las reliquias de los santos en los altares indican la continuidad de la Pasión de Cristo con la vida bienaventurada de los cristianos santos, estimulando a continuar su labor. Seguidamente, el Obispo tomó el Santo Crisma (un aceite con esencia que solo puede consagrar el Obispo en la Misa Crismal de Jueves Santo, se utiliza para la confirmación y la consagración de obispos y presbíteros, entre otras cosas) y vertió cinco cruces del óleo sobre el ara del altar que esparció con su mano. El número cinco recuerda las cinco llagas de la Pasión de Cristo, ya que sobre este altar se actualiza la Pasión en la celebración eucarística. Igualmente el Obispo ungió, ayudado por el Párroco, doce pequeñas cruces incrustadas en las paredes. El número doce responde a los doce apóstoles, es decir, a la totalidad de la iglesia. Nuestra parroquia, a pesar de limitarse a Alhama, está unida a toda la Iglesia Universal. Como señal de las innumerables oraciones que se elevan desde el altar al Altísimo, se dispuso un brasero donde el Obispo arrojó unos granos de incienso y, posteriormente, incensó todo el templo con el incensario. Entonces, el Obispo entregó una luz para prender todos los cirios. Toda la iluminación se activó, mostrando la grandeza de la restauración en su plenitud. Completado el rito, el altar se vistió y continuó la Santa Misa. Entre las ofrendas, una familia alhameña que colabora con las Misiones franciscanas de África envió un paño de altar para tan magna celebración. Por vez primera, la consagración eucarística se celebró en el altar marmóreo rojizo de Alhama. El Obispo fue el primero en ofrecer la Santa Misa por la comunidad cristiana de Alhama, una celebración que, si Dios quiere, la Iglesia espera continuar ininterrumpidamente con la misma fe que San Indalecio trasmitió en nuestra tierra hace ya casi dos mil años. Especialmente emotivo resultó la solemne reserva del Santísimo. Arropado por las notas del himno eucarístico, el Obispo cerró las puertas del sagrario y, en ese momento, comenzó a arder la lámpara que nunca se extingue para señalar la permanente presencia del Señor en las especies eucarísticas. Finalizada la Santa Misa con la invocación de la Salve Regina a la Inmaculada Virgen, llegó la hora de dejar constancia del acto. El secretario particular del Obispo, dio lectura al cuidadoso texto (hasta tres informes fueron necesarios para proceder a la redacción original) del Acta de Dedicación. En una hoja, escrita por ambos lados, desarrolla la evolución histórica y artística del templo parroquial, así como la iniciativa y características del último proyecto. Las cuatro copias (una para el Archivo Diocesano, otra para el Parroquial, para el Municipal y el Promotor de la Obra) fueron rubricadas por el Obispo, el Párroco, el Alcalde y el promotor. Junto a la lápida de dedicación en la entrada derecha de la Puerta de los Perdones, una baldosa más oscura que el resto del solado señala el sitio donde se sepultó una urna de cristal. Este cofre custodia para la posteridad una serie de documentos del momento de la consagración: un número de El Eco de Alhama, junto a periódicos y monedas de 2008. Después, ante una multitud que dejó insuficiente la nave parroquial, llegada de distintos puntos de Almería e incluso otros lugares, el Obispo agradeció amorosamente el empeño de todos en el proyecto de restauración. Para distinguir en su agradecimiento al promotor de la obra, don José Antonio Picón, el Obispo lo condecoró con la Medalla de la Diócesis. Es una distinción que, como dijo el Prelado, es humilde materialmente pero de gran valor sentimental. Solo dos personas han sido distinguidas con anterioridad con tan alta condecoración. La Parroquia también le entregó un precioso esmalte de la Virgen Inmaculada. Don José Antonio habló brevemente a los presentes sobre lo que significaba para él contribuir a la restauración del templo. Como es característico en él, el Párroco no dudó en abrir generosamente su corazón para recordar a todos los que le ayudaron desde la génesis del proyecto. Emocionados, un estruendo de aplausos acompañó al Obispo a la sacristía, siendo cumplimentado por el Alcalde y toda la Corporación Municipal. Citados en el Restaurante Drako, el Obispo bendijo las mesas y se procedió al almuerzo. Un elevado número de personas compartió sus impresiones mientras servían el menú. Durante la comida, el grupo parroquial de Manos Unidas encauzó el general sentimiento de agradecer al Párroco todos sus desvelos y sacrificios con un sencillo homenaje. Pasadas las seis, el Obispo se levantó poniendo punto y final a la jornada. Enfundado en su doyeta más gruesa, marchó dirección al Seminario Diocesano de Almería donde reside. El gélido día envolvió los cálidos corazones de los alhameños que se dirigían a sus casas, con la firme convicción de haber participado en un día histórico para la Parroquia de San Nicolás de Bari y, por extensión, de todo el pueblo. Concluida la crónica obligada, no pueden caer en el olvido las palabras de nuestro párroco: "Tenéis un templo bello, porque vosotros sois bellos; ahora queda darle vida". Con esta frase invitaba a ver como, solo en el seguimiento de Cristo, debe buscarse el sentido último y profundo de la restauración del templo. Una señal de su unión continuada con la Iglesia Católica en la persona del Obispo. El sucesor apostólico de aquel Indalecio, el desconocido heraldo del Evangelio que llegó hace dos mil años a Almería y cuya herencia continúa siendo la forma y el alma de esta tierra. La fe cristiana, de cuya presencia milenaria en Alhama hablan desde el silencio los crismones cerámicos hallados en las entrañas de su tierra, vivió el 29 de noviembre de 2008 un signo maravilloso de su vitalidad. Por decreto episcopal, esta fecha será recordada a perpetuidad con la celebración anual de la Misa de Dedicación. Un estímulo para que los cristianos, que peregrinan por Alhama en los albores del Tercer Milenio, continúen su camino hacia la esperanza que no defrauda. ¡Que alegría cuando me dijeron: Vamos a la Casa del Señor! |