EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 25 | Nicolás Salmerón y Alonso, 1908-2008 |
Mis preocupaciones por conocer, desenterrar datos positivos sobre la vida y la obra de D. Nicolás Salmerón y Alonso y darlos a conocer, vienen de muy lejos. En mi niñez se fraguaron algunos fantasmas que estuvieron pidiendo un conjuro aclaratorio. Y a través de algunas personas mayores sensatas, de noticias y opiniones que las mismas me iban pasando, se desencadenó directa o indirectamente un pequeño núcleo de inquietudes y de indicios, de tal manea que llegaron a conseguir forma y a adquirir consistencia en algunos de mis trabajos universitarios. Lentamente conseguí clarificar la teoría y la actividad de un hombre a quien, en su mismo pueblo natal, lo habían dejado sin monumento, que se notaba derruido y abandonado en su ruina. Entre las piedras que quedaban de lo que fue tal monumento yo jugaba un verano de mil novecientos cincuenta y cinco. De los signos en honor del homenajeado sólo quedaban algunos indicios que recordaban lo que aquello pudo ser, que, a su vez, me daba pie para formular preguntar inocentes para las que siempre recibía respuestas ilógicas, generadoras de nuevas preguntas, referencias vagas, enigmáticas y atemporales. Lo que quedaba de aquellos restos estuvo dedicado -me decían-a un hombre que fue muy importante, muy bueno y muy culto pero funesto para sus seguidores, mancha para sus paisanos, dañino para la religión y para España. Desde aquel verano siempre tuve un hueco dentro de mí para almacenar datos que fueran rellenando ese hueco. La cuestión la inicié a medida que iba manejando mis capacidades y trabajos. Y traté de ir sistematizándolos. Intentaba yo leer desde esas fechas los entonces escasos textos que de D. Nicolás Salmerón y Alonso había logrado recoger. Y en tales menesteres mi sensación lectora era desagradable, porque chocaba con un lenguaje para mí impenetrable por arcano. Acudiendo a algunos indicios que ofrecían determinados textos sobre la historia de la Filosofía, retrocedí al terreno filosófico que cultivara por su maestro, D. Julián Sanz del Río. Y entonces me fue dado comprender un poco mejor los enigmáticos escritos del autor cuyo mensaje se me escapaba y que en mi incompetencia pretendía desentrañar. Con eso, al menos, logré eliminar la sensación de desagrado que tenía, pues conseguí situar al personaje en un ámbito peculiar de la historia contemporánea española. Me ayudaron muchos los estudiosos de estas cuestiones: López-Morillas, Abellán, Elias Díaz, Martín Buezas... Tras ese largo caminar por intrincados recovecos, volví nuevamente a la lectura directa de los materiales salmeronianos que tenía y, ahora, el enigma y lo nebuloso de sus escritos había disminuido, pero sin desaparecer totalmente. Debía reconocer que sólo en parte había posibilidades de superarme en el empeño. Otra dificultad que se cruzó en este camino radicaba en la carencia de un "corpus" publicado racionalmente que contuviera las obras de Nicolás Salmerón. Las "antologías" que conseguí, básicamente fue en casas de particulares, casi siempre escondidas en estantes inaccesibles. Eran el Homenaje, de 1911, y su reiteración bajo el título de Historia parlamentaria, con algunas notas biográficas, editada en 1917. El tomo primero de su obra -los Discursos Parlamentarios- lo encontré después. Los tres tomos restantes, anunciados en la contraportada de ese libro, no llegaron ni a publicarse y dudo que los Discursos fueran distribuidos por los circuitos culturales y comerciales de su tiempo. Me sorprendió más aún el ir encontrando escritos suyos que estaban insertos en obras en las que se daban a conocer autores y obras de personas que convivieron en el entorno de Salmerón, tales como Sanz del Río, Gumersindo de Azcárate, Francisco Giner o de la misma Institución Libre de Enseñanza. Tengo que decir que fundamentalmente se trata de cartas y de documentos oficiales. Si bien no son escritos doctrinalmente situados en primera línea del pensamiento de D. Nicolás, sí que me facilitaron, en el horizonte biográfico de Salmerón, las anécdotas y los incidentes y los proyectos que sazonan su vida y las de personas muy próximas a él. Existían nada más que antiguas y brevísimas biografías de Salmerón, como folletos de propaganda republicana, escritas por Bark, por González Serrano, y algunas más, que siendo más recientes también eran incompletas, esquemáticas o reiterativas, como las del Editor Ramón Costa, la de Fernández Bastarreche o los apuntes biográficos redactados por Salmerón hijo y editadas por Zéjel. Otras conversaciones, cartas y lecturas -ahora con profesores del mundo universitario- me alentaron sólo, y destaco sólo, a profundizar en lo que ya había, y a clarificar las cuestiones del positivismo en la medida en que afectó al pensamiento de un Salmerón maduro en su trayectoria política e intelectual. Pero lo que realmente me descubrió un rasgo muy interesante de Salmerón lo encontraría después. Estaba publicado en las revistas de su tiempo. Salmerón había iniciado su camino filosófico atravesando la Historia Universal y de España que conocía, y aplicándole las categorías de la filosofía krausista que aprendiera de su mentor, Sanz del Río. Ninguno de los autores ya citados había acudido a los comentarios ajustados y a los estudios que sobre algunas épocas de la historia estaban escritos por Salmerón para diversas revistas de pensamiento. Este aspecto ha sido generalmente muy descuidado. También terminé convencido de que acudir a la prensa era decisivo para hacer un trabajo serio, partiendo de lo que considero como su primera publicación, en un periódico de Baza, apenas tenido en cuenta por ningún estudioso. Me sirvió para descubrir un terreno que era necesario acotar en Salmerón, como estudiante maduro, que se arriesgaba a emplear categorías de pensamiento distintas a las que entonces eran usuales. Me parecían novedosas como trabajo de alguien que aspiraba a ser filosofo, en este caso reflexionando sobre la historia. Dichos textos pueden servir de soporte inicial para las exposiciones doctrinales y políticas que Salmerón haría posteriormente. Con el paso del tiempo Salmerón se mostraría capaz de aprovechar las cuestiones de la Historia para llegar hasta un público culto publicando en las revistas y periódicos. La confirmación del tema se adquiere acudiendo al Boletín-Revista de la Universidad de Madrid y a sus pares, la Revista de la Universidad de Madrid y el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza que determinan la existencia de un bloque consistente de trabajo filosófico. Igual sucede con sus aportaciones al mundo de la pedagogía. Las leves alusiones que yo había percibido como insignificantes, ahora se convertían en base sólida para interpretar las cartas que Salmerón dirigiera a sus compañeros de destierro, publicadas por Pablo de Azcárate. Me refiero también al Reglamento del Colegio "El Internacional", al local y a la organización y financiación, como antecedentes de la Institución Libre de Enseñanza, a la que algunos estudiosos clásicos, como Cacho Viu y Jiménez-Landi, hacían referencia pero sin aportar datos al proceso. Básico son también los Diarios de Sesiones de las Cortes. No podía ser de otra manera cuando se trataba de un hombre que volcó gran parte de su vida y de su madurez doctrinal en las exposiciones orales que hacía desde los bancos de Parlamento, como uno de los grandes corifeos de la ideología republicana. Es preciso acudir a la historia de ese momento para poder penetrar en la oratoria política y parlamentaria salmeroniana, en la trama argumental de los discurso, para conocer las condiciones existenciales de los destinatarios -personas o partidos- y alcanzar así una correcta interpretación de sus discursos. Finalmente hay que recorrer las bibliotecas y los archivos. En Madrid las bibliotecas Nacional, del Ateneo, del Senado, del Instituto de Estudios Políticos y más recientemente la de la Residencia de Estudiantes. En Almería hay bastante que leer en la prensa y en los libros y materiales que hay en el Archivo municipal y en la biblioteca Villaespesa. También se deben repasar despacio las hemerotecas de Madrid, y la Provincial "Sofía Moreno" en la Diputación Provincial de Almería. Y la casa de Nicolás Salmerón, en Alhama de Almería. En ella está la herencia de un hombre público e importante para la Universidad y la Política. Los libros y documentos los custodia la familia. Pero la abundancia de libros de tres Salmerones en una sola biblioteca puede confundir si se ignora este dato. Allí se pueden observar, p.e., las traducciones de Salmerón sobre las ediciones mismas de las obras de Krause, los infinitos programas escritos a mano que indudablemente le servían al profesor como guiones para impartir sus clases, los abundantes recortes de prensa que a él se refieren, la estima de los autores que le enviaban las obras cariñosamente dedicadas o los honores que le fueran concedidos en su día. Mi recorrido ha sido largo, pero mis inquietudes infantiles y juveniles dieron paso al conocimiento científico y a los datos positivos que sobre la vida y la obra de D. Nicolás Salmerón y Alonso fueron tejiéndose. Y darlos a conocer es la mejor forma de evitar mitos y leyenda tendenciosos, que destruyen más que componen la verdadera historia de un entrañable personaje alhameño, almeriense y español, importante en la historia contemporánea. |