EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 24 HISTORIA
 

EL COLEGIO LIBRE ADOPTADO “ANDARAX”. ¿DESCONOCIDO U OLVIDADO?

Miguel Navarro Gámez

 

El curso escolar comenzaba en Alhama de forma distinta.
Al mismo tiempo que cientos de niños y niñas se encaminaban con mayor o menor entusiasmo hacia las instalaciones, casi flamantes, del colegio "Inmaculada Concepción”, un centenar largo de adolescentes alhameños y de los pueblos aledaños se dirigía hacia el antiguo y noble caserón conocido como “escuela de doña Micaela”, en la confluencia de las calles Médicos y General Médico López Rodríguez, de aquel edificio sólo queda el recuerdo como consecuencia de la piqueta devastadora utilizada desde los despachos en aras de un pretendido progreso. Suerte análoga corrió la casa natal de Salmerón de la que testimonialmente se han conservado la puerta y la lápida colocada sobre ella. Pero esto es una digresión que me aparta del contenido principal de estas líneas.

Edificio en el que se instaló el colegio. Sobre la puerta se adivina el rótulo mencionado en el texto, obra de Pepe el Francés

El edificio que iba a albergar a estos adolescentes olía a cal, a pintura, a madera nueva, a limpieza; todos estos olores eran fruto de las reformas que el Ayuntamiento había realizado para convertir un vetusto caserón en un centro de enseñanza que debía cumplir las normas legales vigentes porque, digámoslo ya, en aquel edificio se iba a instalar el Colegio Libre Adoptado de Enseñanza Media Elemental “Andarax”. Así rezaba un elegante rótulo enmarcado en el arco rebajado que coronaba la hermosa puerta de entrada, rótulo que había pintado con primor Pepe “el Francés”, utilizando sobrias letras doradas sobre un fondo verde oscuro que rodeaban al escudo alhameño.

Los alumnos representan la Navidad en el patio del centro. Col. particular de Nicolás Marín Martínez

Pero ¿qué era esa institución de tan largo y enrevesado título?. Salvo el nombre del colegio, “Andarax”, elegido por su comarcalidad de forma unánime por el Ayuntamiento para rehuir de denominaciones personales que pudieran borrarse en el futuro, el resto – Colegio Libre Adoptado de Enseñanza Media elemental- respondía a la denominación que la Ley de Educación  vigente cuyo artífice fue el Ministro de Educación y Ciencia Manuel Lora Tamayo, otorgaba a este tipo de centros creados ante la necesidad de expandir la enseñanza media y que junto a los Institutos existentes  y a sus Secciones Delegadas, de nueva creación, constituían una red de establecimientos docentes en los que se estudiaban las disciplinas correspondientes al bachillerato elemental o al superior, con cuatro o seis cursos respectivamente. Los estudios de cada tipo de bachillerato habilitaban a los estudiantes para acceder a los estudios universitarios de diferentes grados.

Un centenar largo de adolescentes alhameños y de los pueblos aledaños se dirigía hacia el antiguo y noble caserón conocido como "Escuela de doña Micaela", en la confluencia de las calles Médicos y General Médico López Rodríguez

 

La lenta evolución de la sociedad española tras la guerra civil y su dura posguerra iba propiciando que cada vez fueran más los jóvenes y adolescentes que pretendían cursar estudios superiores. No obstante, las posibilidades del Gobierno Central, único existente a la sazón, impedían la creación de Institutos de Bachillerato salvo en municipios de población de cierta entidad. De ahí que se estableciera, entre otras, una fórmula que permitía acercar los centros de enseñanza media a municipios de población más escasa. En estas fórmulas, como ya queda dicho, tienen su origen los Colegios Libres Adoptados, centros tutelados por el Estado con la cooperación de patronos que contraían importantes obligaciones. El Ministerio asumía, lógicamente, los planes de estudio y su forma de impartirlos en estos centros, para ello se nombraba y sufragaba, con cargo a los fondos estatales, a un Licenciado o Licenciada en Ciencias y a otro u otra, en Letras  para desempeñar las funciones de Dirección y Jefatura de Estudios. El local del centro y los gastos que generaba los sufragaba el patrono con su aportación propia y con las cuotas sumamente módicas del alumnado. Digamos por último que los exámenes de fin de curso, en sus convocatorias de junio y septiembre, se realizaban en la sede del centro y para realizarlos se desplazaban hasta ella profesores titulares del Instituto o Institutos a los que estaban adscritos los alumnos de aquél.

Alzado de la fachada principal elaborado por Rafael Martínez Gonzálvez

Esta era, en líneas generales, la mecánica del funcionamiento de este tipo de centros docentes que cumplían así la función de acercar a unos lugares impensables un grado de estudios deseados por el sentir popular, paliando de esta forma el déficit educativo existente.

A esta fórmula, tras muchos y diverso trámites, se acogió el Ayuntamiento de Alhama  de Almería, no sin antes pulsar la opinión de los pueblos comarcanos que cumplieron perfectamente las perspectivas previstas aportando al Colegio un número considerable de alumnos. A Huécija, a Íllar a Alhabia, a Terque y a  algunos más – estoy escribiendo de memoria- debió Alhama la fundación del Colegio. Una vez calculado el potencial alumnado, se cursaron solicitudes, se atendieron instrucciones y sugerencias, se recibieron visitas inspectoras – recuerdo la de un inspector gallego que se maravillaba con el bello espectáculo de un atardecer sobre el Ricaveral, tintado de intensas tonalidades violetas-, conexiones con el Ministerio, en Madrid y, por fin, una vez obtenido el placet oficial, el Ayuntamiento convertido en patrono del centro comenzó con actividad incesante las actuaciones de reparación, adecuación y amueblamiento del mismo.

Grupo de profesores y alumnos correspondientes a la última etapa del centro, cuando la Educación General Básica había reducido considerablemente el alumnado.

Paralelamente se realizó el reclutamiento del personal docente que había de reunir lógicamente unas condiciones adecuadas de titulación. Se formó así un equipo docente; Francisco Ruiz, los hermanos María Luisa y Andrés Anes Fernández, párroco éste de San Nicolás de Bari, de imborrable recuerdo; Pedro Pardo Moreno tan recordado y querido; Agustín Cano Iglesias, primo político de doña Catalina Salmerón; Paquita Esteban y Cristina cuyos apellidos lamento no recordar; quien esto escribe y, posiblemente algunos más – insito en que escribo de memoria y sin documentación alguna a la vista-. Todo el equipo de docentes locales estaba dirigido por los Licenciados que la administración estatal designaba para las funciones de dirección y jefatura de estudios.

Se formó así un equipo docente; Francisco Ruiz, los hermanos María Luisa y Andrés Anes Fernández, párroco éste de San Nicolás de Bari, de imborrable recuerdo; Pedro Pardo Moreno tan recordado y querido; Agustín Cano Iglesias, primo político de doña Catalina Salmerón; Paquita Esteban y Cristina cuyos apellidos lamento no recordar; quien esto escribe y, posiblemente algunos más

Rosa María Oña, Expedito Gil Ibáñez, Conchita Ávila Navarro, esposa del notario Andrés Campaña, José Felipe Rodríguez Vaquero y Rosa María Ramos Agrela, a la que nos une, a mi familia y a mi una fraternal relación, se ocuparon de estas funciones y tomaron parte muy activa en los exámenes finales en los que calificaban junto a los profesores desplazados desde Almería, todos ellos rodeados de un bien ganado prestigio docente y cultural; recuerdo los nombres de José María Artero, Francisco Sáiz Sanz, Antonio López Ruiz y de mi paisano Ramiro Sanz Salvador con quien compartí años de bachillerato en el Instituto de mi Linares natal.

Figuras señeras de la enseñanza, llegaban rodeados de una fama de exigentes; en ningún momento mostraban distante severidad, antes bien, consultaban y cambiaban impresiones con los docentes locales en los casos en que la calificación final ofrecía dudas.

Los exámenes se realizaban en jornadas de mañana y tarde por lo que se hacía necesaria la comida del medio día que ofrecía en condiciones óptimas de cantidad y calidad Paco el Molinero en su sencillo, pero entrañable bar. La calidad de la comida y la amenidad de las conversaciones de aquellos maestros han hecho, al menos para mi, que tales momentos sean inolvidables.

El autor junto a un equipo deportivo del colegio en la antigua instalación del Juego de Pelota. Col. particular de Juan Cristóbal Rodríguez Iborra.

En esta nómina de personajes implicados en la puesta en funcionamiento y en el seguimiento de la labor del colegio no debo olvidar al entonces Alcalde, Antonio Abad Marín, que se volcó en la consecución de este logro con entusiasmo y cariño hacia el proyecto. En tal labor, que contó en todo momento con el consenso corporativo, fue asistido siempre por el entonces primer teniente de alcalde, Miguel Gálvez Cantón.

En su primer año de funcionamiento el colegio se presento al pueblo con ocasión  de la festividad de Santo Tomás de Aquino. Celebró un brillante acto académico en el cine de Trinita, hoy ya desaparecido, y a continuación una exhibición gimnástica y deportiva en el antiguo Juego de Pelota, hoy remozado para su adecuación al deporte de la pelota en forma reglamentaria; compareció en la pista todo el alumnado perfectamente equipado y en formación animada por una versión del Himno de la Alegría. El efecto fue emocionante y creo que logró una mayor integración entre el pueblo y el centro.

Aun escribiendo sobre recuerdos podría traer al papel anécdotas y memorias, basten las que anteceden para dar a  conocer a la jóvenes generaciones una institución que no conocieron, y a los mayores, para refrescar su memoria sobre una obra alhameña que puede llenarles de orgullo.

Dice San Lucas que no hay árbol bueno que dé fruto malo. Bueno debió ser el árbol que dio abundantes y excelentes frutos. Médicos, arquitectos, ingenieros superiores y medios, historiadores, profesores, ATS, funcionarios,…Una   espléndida cosecha que se forjó en las aulas del Colegio Libre Adoptado “Andarax”.

La instauración de la Educación General Básica nacida de la Ley de la que fue principal inspirador el ministro José Luis Villar Palasí, hizo que a medida que se implantaban los cursos del nuevo plan fueran desapareciendo los del antiguo.

El profesor don Robustiano con un grupo de alumnos. Col. particular de Juan Cristobal Rodríguez Iborra

Paulatinamente, el Colegio Libre Adoptado iba perdiendo alumnado hasta su extinción. Ello supuso una onerosa carga para el Ayuntamiento, a la que hizo frente gallardamente hasta saldar los compromisos contraídos con Alhama y con sus pueblos vecinos, y hasta que la nueva ley tuvo plena implantación. Se cerró así el ciclo vital, breve pero intenso y fructífero, de una institución alhameña que merece un lugar destacado en la historia local del municipio.