Un poeta, o quizá un filósofo, expresó el pensamiento de
que "tiene quien tuvo y vive el que ha vivido". Pues bien,
la figura y la obra de Diego sostienen su vigencia porque
el autor reúne en la rica panoplia de su biografía esa capacidad
de trascendencia que hace que, aun no estando con nosotros,
su aliento humano y cultural perdure con una vibración emocionada.
A una vida intensa como la suya -en la que tuvo que pelear
y sortear adversidades, y en la que también es seguro que,
en ocasiones, se toparía, en un recodo del camino, con la
felicidad-; a una vida como la suya, digo, pueden atribuírsele
los calificativos de madura y plena, y capaz de perdurar en
las estancias del recuerdo, pero también en la vida cultural
almeriense.
Diego Granados permanece en sus libros, en sus creaciones
literarias, en sus sueños cumplidos, en los testimonios reales
que recogió de esta tierra, a la que dedicó algunas de las
mejores páginas que hayan podido ser escritas, y que ahora
quedan como un monumento al paisaje, las gentes y, en definitiva,
al espíritu de Andalucía.
Hablar de los libros y proyectos cumplidos de Diego llevaría
a hacer una lista interminable de logros cuya enumeración
impediría, dada la escasez de espacio, hablar de otros aspectos
importantes en su biografía. Por ello habré de pasar casi
de puntillas por una obra madura que ya está inscrita con
letras perennes en la historia literaria almeriense.
Como gestor cultural baste citar la inquietud intelectual
que supo sembrar y contagiar a todos los que se hallaban a
su alrededor, y a la que se sumaron jóvenes que hoy cuentan
con un nombre acreditado en la literatura de nuestro tiempo.
Fruto de tales esfuerzos podemos citar el Congreso de Escritores
Andaluces, celebrado en Albox en 1976, y al que prestaron
apoyo y adhesión literatos de la talla de Rafael Guillén,
Félix Grande, José María Pemán, Fernando Quiñones, Leopoldo
de Luis, Antonio Buero Vallejo y Fernando Arrabal, entre otros.
Pero quizá la gran creación de Diego, excepción hecha de
su propia literatura, fue la revista Batarro, fundada en 1972,
junto a Martín García Ramos, y refundada en el 89. Batarro,
un proyecto literario de hondo aliento que, en la actualidad,
goza de crédito estimable en nuestra tierra, además de sumar
una vocación nacional e internacional volcada con preferencia
en países hispanoamericanos como Argentina y Méjico, pero
con escalas, también, en publicaciones norteamericanas e italianas.
Como reconocimiento a esa trayectoria, la Junta de Andalucía
ha concedido a la publicación en este año de 2006 la Bandera
de Oro, una distinción que Diego hubiera estimado en todo
su valor.
Hoy nos acompañan en nuestra andadura de lectores sus libros
de relatos, entre ellos El tributo del héroe (que tuve el
honor de prologar) y El envés y la trama. Unos relatos en
los que el autor, en palabras de Esther Bartolomé-Pons, "se
muestra particularmente atraído por esa frágil línea divisoria
que separa la realidad del sueño". Pero sobre todo nos queda
su poesía, reconocida por todos como la de un maestro del
lenguaje. Fue autor de títulos excelentes como Romanza en
ocre, Poemas de la noche y Del sentimiento trágico de Andalucía,
libro éste al que podemos considerar como un tratado emocional
sobre el alma de su tierra andaluza, en el que el poeta se
muestra dueño de un lenguaje lleno de fuerza y de brillantes
aciertos expresivos. Recordemos, en fin, la multitud de revistas,
suplementos, estudios y antologías que recogen en forma dispersa
sus poemas. De él han dicho algunos escritores: "es un río
caudaloso y de hondo curso en el que el agua, la palabra de
Diego Granados, se hace verso o relato, poema o canto, literatura
al fin, expresión artística" (Juan Carlos Rodríguez Búrdalo).
"Diego es hombre de unión, profeta de acogidas. Tiene cara
y ademanes de hombre llano, paciencia de geografías azotadas.
Está hecho a su tierra, a vigilias centinelas de los almendros
en flor, a verdores y asperezas del cáñamo y el esparto..."
(Carlos Muñiz).
Su amor por la literatura y el alto valor que profesaba
al sentimiento de la amistad aparecen reflejados en el magno
número que la Revista Batarro le dedicó como homenaje en el
año 2000 con el nombre genérico de El aliento del agua, al
que sumaron su colaboración escritores tan significativos
como Rafael Alcalá, Alfonso Canales, Domingo Faílde, Ángel
García López; Leopoldo de Luis, Carlos Murciano, Ana María
Navales, Manuel Gahete..., además de los componentes del grupo
(José Antonio Sáez, Pedro M. Domene, Jerónimo López, Jesús
Martínez y yo mismo) y de la práctica totalidad de los literatos
almerienses. En este número, y en una entrevista firmada por
Pedro M. Domene, a la pregunta sobre los límites de la responsabilidad
del poeta, es decir, al compromiso o los compromisos del escritor
con lo que le rodea, Diego Granados responde: "Indudablemente,
la poesía y sus valedores, los poetas, han tenido y tendrán
siempre, en el campo espiritual de la vida, una ineludible
y grave responsabilidad".
Contó también
con el cariño de sus paisanos, concretado en diversos
reconocimientos |
La luz esplendorosa de Diego Granados aún permanece
en los amigos que tuvimos la dicha de tratarlo y de participar
con él en sus proyectos literarios. En palabras tan de estos
días podríamos decir que fue un Quijote en permanente estado
de inquietud intelectual. A quienes formábamos parte del grupo
en los últimos tiempos nos sorprendía su energía, la capacidad
de imaginar novedades que era posible llevar a cabo, la cantidad
de correspondencia que era capaz de mantener con múltiples
amigos en diferentes partes del mundo, lo que hacía necesario
en ocasiones echar mano de traductores del alemán, el inglés,
el catalán o el italiano.
No quiero extenderme en la progenie que dio
a la vida y que anuda, en un largo abrazo más allá del tiempo,
los indestructibles lazos de la sangre. Una familia que perpetúa
el recuerdo de un hombre singular, de un hombre bueno. Es
esa permanencia del latido vital lo que nos distingue sobre
todo como seres humanos, y la que nos da realmente un viático
hacia la inmortalidad. Nosotros mismos en la herencia genética
de los que nos sucedan hasta el final de los tiempos, enganchados
en las redes del amor y el afecto. De todo eso gozó con creces
Diego Granados. Yo me pregunto, entonces, ¿se puede disfrutar
de una más larga trascendencia?
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Pero también cuenta Diego con el reconocimiento social, la
vida de la fama, que dijera Manrique en sus versos imperecederos.
No la buscó, pero es cierto que se encontró con ella, además
de con el respeto y la admiración del mundo literario, que
le concedió premios y homenajes, como el Bahía Poesía del
Sur, en Algeciras, el Cante de las Minas, de La Unión (Murcia),
el Hucha de Plata de cuentos en dos ocasiones, entre otros.
Su obra literaria mereció figurar en antologías como "Cien
del Sur", sobre escritores andaluces, que llevó a cabo la
Universidad de Granada, la de la revista gaditana Torre Taviria,
y, sobre todo, una antología de prosa y verso con el título
de El crepúsculo del hombre, realizada por la Revista Cultura,
de Veracruz, en Méjico.
Contó también con el cariño de sus paisanos, concretado en
diversos reconocimientos y homenajes, como el acuerdo del
Ayuntamiento de Albox, que, de forma unánime, otorgó su nombre
a una calle, la propia calle en la que vivía desde hacía muchísimos
años. Yo, que residía, entonces como ahora, en Lorca, le mandaba
cartas para darme el placer de escribir a un amigo, un poeta
vivo, a la calle de su mismo nombre: Sr. Dn. Diego Granados
Jiménez, Calle Poeta Diego Granados. Diego me lo reprochaba
con modestia, diciéndome que era mucho más sencillo y más
práctico hablar por teléfono, habida cuenta que, antes como
ahora, las cartas, por no sé qué historias de cabeceras de
zona, tardaban, y siguen tardando, de cinco a nueve días entre
dos provincias que son limítrofes. Yo, evidentemente, continué
escribiéndole cartas. Tiene, también, en su haber un reconocimiento
social que se difunde cada año por toda España a través de
Certamen de Declamación que lleva su nombre, unido al del
Instituto "Martín García Ramos", que recuerda en su denominación
a quien fuera amigo entrañable y cofundador de la Revista
Batarro.
Diego Granados se fue de nosotros en su tierra de Albox un
veinte de Diciembre de 2002. Poco después, y como un leal
tributo, el editor y poeta de Málaga, Francisco Peralto, publicó
un librito de muy pocos ejemplares en el que recogía ocho
discursos panegíricos escritos por sus amigos, en realidad
ocho emocionados textos en prosa y verso en recuerdo y reconocimiento
del poeta ejemplar, del creador desaparecido.
Diego Granados, un hombre cabal, una persona noble, un exquisito
compositor de palabras. Su memoria perdura por encima del
tiempo, así como el afecto de quienes tuvimos la suerte de
conocerlo.
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