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Rodolfo Caparrós Lorenzo:
Geógrafo y urbanista. Consultor de planificación territorial,
paisajística y estratégica. Miembro del Instituto de Estudios
Almerienses y vocal de Paisaje y Territorio del Ateneo
de Almería.
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Balates y terrazas
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en Alhama de Almería (2)
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"Crisis y vigencia de los balates
alhameños, Una propuesta de integración paisajística".
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dedicadas a otras producción y la extensión del espacio
productivo, lo que implica ampliación de las redes de
riego y la construcción de nuevos aterrazamientos. Podemos
concluir que debemos a este ciclo productivo la mayor
parte del aterrazamiento en torno al núcleo de Alhama
y en su término. En la actualidad este cultivo sigue estando
presente, aunque de una forma puntual y casi testimonial.
Lo que predomina en el paisaje agrario actual de Alhama
es el abandono.
4 El
cuarto momento histórico es el actual.
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Para empezar a valorar sus características, hay que insistir
en que las nuevas vocaciones productivas se producen en un
contexto de previo abandono de la actividad agrícola anterior,
en un contexto de crisis. La nueva orientación productiva
en Alhama, también comercial, constituye una manifestación
peculiar de la agricultura intensiva, tecnificada y forzada
característica de lo que se conoce como el modelo almeriense.
Sus principales rasgos son: una intensificación de los aprovechamientos
mediante la incorporación de diferentes "inputs", una estructura
empresarial que debe atender las fuertes necesidades de inversión
inicial, y el despliegue de un conjunto de artefactos entre
los que destaca por su presencia paisajística el invernadero.
Las claves del problema Se puede interpretar paisajísticamente
el despliegue de la nueva agricultura en el espacio provincial
como el resultado de una mayor capacidad de transformación
de las claves físico ambientales del espacio. Hay un cambio
de escala en la intervención, pero las limitaciones a superar
siguen siendo las mismas históricamente. El concurso de una
mayor capacidad tecnológica, de una mayor cantidad de energía
disponible, y, sobre todo, de una mayor disponibilidad de
capital han producido este cambio de escala. Los dos rasgos
físico ambientales son la dependencia de los recursos hídricos
y la necesidad de despliegue en un espacio presidido por las
laderas. Las cuestiones relacionadas con el agua son las clásicas:
obtención, transporte, almacenamiento y distribución. Sólo
que ahora se resuelven en otra escala: trasvases o desalación
sustituyen al manantial o al sondeo; grandes conducciones
o canalizaciones, de cientos de kilómetros, sustituyen a acequias;
grandes embalses ocupan la posición de las balsas; redes de
distribución comarcales y de comunidades de regantes sustituyen
las tandas. Lo mismo puede apreciarse en la gestión de la
ladera. Sigue siendo necesaria la obtención de un plano sensiblemente
horizontal, que ahora se consigue con grandes desmontes y
profundas alteraciones topográficas. Estos planos horizontales,
herederos de las antiguas paratas, deben estar apoyados, y
ese apoyo se consigue ahora con taludes, muros de contención,
pedraplenes o escolleras, que mantienen una cierta textualidad
con la mampostería tradicional.
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El mayor dimensionamiento de los
planos de la terraza, pero sobre todo de los planos verticales,
produce muy apreciables cambios de ritmo y de textura cuando
conviven con formas de aterrazamiento tradicionales, limitadas
en su despliegue por la escasez de energía y capital. En el
gráfico se ilustran las diferentes texturas resultantes de
la forma tradicional (A) de ocupar una ladera de pendiente
media, y de la forma contemporánea (B) de ocupar la misma
ladera.
La corrección paisajística de la forma contemporánea
de ocupación de la ladera debe conseguirse con una limitación
del desarrollo del plano vertical y con un retranqueo equivalente
a la extensión de este plano vertical en la construcción
del invernadero. El terreno liberado por este retranqueo
debe destinarse a plantación arbórea. Con estas dos medidas
se conseguiría una integración paisajística aceptable.
No obstante, además de los efectos paisajísticos, deben
controlarse los efectos hidrológicos. Las paratas tradicionales
estaban destinadas a facilitar la infiltración de agua,
con lo que se corregía la escorrentía superficial y la erosión
correspondiente. En los planos horizontales contemporáneos,
ocupados por invernaderos, el comportamiento hidrológico
es radicalmente distinto, puesto que la cubierta del invernadero
impide la infiltración, y deriva el flujo de agua hacia
las bandas del invernadero, produciendo un efecto erosivo
considerable agua abajo. La solución a esta magnitud contemporánea
del problema debe venir de un tratamiento de aprovechamiento
del agua de lluvia, que evite la escorrentía y aproveche
la precipitación para riego del propio invernadero y de
la plantación arbórea perimetral de corrección paisajística.
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La tradición
de mampostería en Alhama mantiene emocionantes
manifestaciones de vigencia y actualidad. Este compromiso
con el patromonio cultural contiene la promesa de un
futuro de mayor calidad en la ocupación rural.
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En la actualidad, el cultivo bajo plástico constituye una opción
interesante desde el punto de vista de la lógica económica en
laderas de tipo medio. Los costes de preparación del terreno son
absorbidos por la cuenta de explotación en pocas campañas. Otra
cosa distinta es que el balance económico no se establezca sólo
entre los costes de implantación y su recuperación en la cuenta
de explotación. Los evidentes efectos ambientales, territoriales
y paisajísticos de esta forma contemporánea de ocupación de las
laderas deben integrarse en la contabilidad global de esta forma
de ocupación del terreno. Y esto nos plantea un problema conceptual
central en este asunto: la administración del capital territorial
instalado en las laderas mediterráneas.
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La capitalización del territorio. El caso de las laderas.
El principal cambio territorial operado en las laderas no es
el que se verifica en la contemplación paisajística, por más evidente
y espectacular que éste resulte. El principal cambio se registra
en el balance de aprovechamientos individuales y colectivos de
las formas de ocupar las laderas.
En el modelo tradicional, era necesaria una capitalización colectiva
del espacio antes del aprovechamiento privado: redes y sistemas
de riego, aterrazamiento integrado de las laderas. El resultado
desde el punto de vista del valor colectivo del espacio era equilibrado.
Se podría estimar un balance positivo desde el punto de vista
del mantenimiento de los valores ecológicos, y paisajísticos.
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En el modelo contemporáneo, toda la capitalización se produce
en la explotación individual. Esta capitalización individual produce
diferentes externalidades (deterioro paisajístico, incremento
de la erosión, desarticulación de las laderas, pérdida de información
cultural) que resultan en un balance negativo de los valores colectivos
del espacio. La recuperación de este valor perdido sólo puede
producirse mediante la exigencia de medidas correctoras que garanticen
la estabilidad del medio físico de las laderas. En determinadas
circunstancias, el coste de estas medidas correctoras puede resultar
excesivo para la capacidad de absorción de las nuevas explotaciones.
En esas circunstancias, lo prudente sería limitar las transformaciones.
Las alternativas: agricultura de conservación, cultivo ecológico.
La nueva escala de transformación de las laderas obliga a un
planteamiento nuevo en la ordenación rural.
En primer lugar, sería necesario un análisis físico-ambiental
que permitiera zonificar las áreas en las que la transformación
es posible, en la medida en que acciones correctoras proporcionadas
puedan garantizar la estabilidad de las laderas y el mantenimiento
de la información cultural instalada.
Donde no deba producirse esta transformación, nos encontramos
con una paradoja que hay que superar: el deterioro del sistema
de aterrazamiento supone la pérdida de su valor de estabilidad
ambiental, por lo que la opción "no hacer", es decir, mantener
la aptitud pasiva actual, supone un deterioro del capital territorial
instalado. ¿Cómo podemos mantener el capital territorial en áreas
donde no deben admitirse las transformaciones que producirían
la actualización de ese capital mediante las adecuadas medidas
correctoras?
Aquí es donde hay que traer a consideración la alternativa del
cultivo ecológico, tradicional, o vinculado a técnicas de agricultura
de conservación. Las producciones de calidad, basadas en la recuperación
del manejo agrícola tradicional, tienen un hueco creciente en
el mercado, y sus mayores precios compensan la menor productividad
neta de este tipo de producción respecto a la intensiva contemporánea.
Pero requieren un acuerdo colectivo sobre el interés de esta orientación
productiva. Esa opción productiva debe ser apoyada colectivamente,
puesto que de su desenvolvimiento se derivan ventajas colectivas
interesantes en cuanto al mantenimiento del capital territorial
instalado.
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Este apoyo colectivo, que debe ser liderado por los poderes públicos,
tiene que superar la pasividad actual, de la que resulta una doble
pérdida de valor: las nuevas transformaciones, no adecuadamente
reguladas, producen importantes externalidades y pérdidas de valor;
el abandono de la agricultura tradicional también los produce,
por deterioro.
La fragmentación y especialización de la acción pública y la
desorientación colectiva producida por una fase de grandes cambios
son los factores que explican la pasividad actual. La superación
de esos factores exige compromiso, conciencia y responsabilidad,
que sólo pueden generarse desde los territorios concretos, desde
los municipios, desde las comarcas.
La reivindicación del valor del capital territorial de las laderas
es la base para la construcción del acuerdo colectivo que aquí
se reclama. El territorio alhameño puede constituir un perfecto
campo de experiencias para la promoción de nuevas formas de acción
pública y para la toma de conciencia de los factores en juego
en el actual momento de maduración territorial, por la calidad
y singularidad de su equipamiento balatero, por su situación en
la transición de modelo productivo y por la existencia de una
conciencia social acerca de los valores identitarios y patrimoniales
de su territorio.
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