EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 17

LITERATURA

 
Bárbara Ma Rodríguez Pascual
Estudiante de Derecho
Un lugar especial
"A mis abuelos, Miguel y Pilar"

No empieza, ni entrando por la carretera de Huéchar; ni por el cruce del paraje de "Las Piedras del Conjuro", ni siquiera bajando por el lecho del "Cerro de la Cruz". AIhama no empieza en el Ayuntamiento, ni en el Parque de la Huerta de Rosalía, ni en el "Paseo de Nicolás Salmerón", ni en la calle Médicos, ni en la Placeta de San Antonio, ni siquiera en la Plaza de España...

Alhama no empieza ahí. La entrada está en el corazón de cada alhameño, y en el del que se siente como tal. Ese, que recuerda a su pueblo y a sus gentes en cada instante. Ese que tiene un don especial, que sólo Alhama sabe dar a sus hijos... como una madre. Es el don que se puede llamar de muchas maneras, pero que sólo nosotros sentimos como el don característico de nuestro pueblo. El que aprendimos en la escuela, en la calle con nuestros amigos, el que nos enseñaron nuestros abuelos y el que ya nunca se olvida. Puede llamarse solidaridad, apego, alegría, bondad, generosidad y, hasta, porqué no decirlo... juerga, cachondeo, bullicio, escándalo. Lo que también aprendimos como andaluces y almerienses, y que nos distingue; por llevar la alegría de España.

Bastan tan sólo unos minutos, con los ojos cerrados y la espalda apoyada en la fachada de la Iglesia, con el espíritu abierto a la plaza para admirar por un momento que la vida es un fluir de sentimientos y sensaciones que a nosotros los alhameños nos llegan de una misma forma. Con los sentidos desplegados a ese aire que, como en ningún otro sitio, corre en Alhama; se puede sentir el alboroto del pueblo a las once de la mañana.

Así, aún con los ojos cerrados, molestos, quizá por aquel camión del reparto que ha llegado a la Plaza de Arriba, olemos a esa mezcla tan entrañable a café, tabaco y abuelos, que sale de la Tertulia. Quizá nos molesten sus ruidos a juego, a dominó y a truco. También puede que nos moleste un poco el sol, brillante y caluroso en todo momento -hasta, incluso en esos días de invierno, que nos sobra el abrigo-.Abrimos los ojos y todo sigue como siempre, en el corazón de Alhama. Bueno, algo cambia -siempre para mejor-, allí en una esquina, junto al Túnel: un bello y arquitectónico edificio moderno da cabida al cerebro político de la villa. Hasta allí, entre papeles, circulares y certificados, aún se degusta el sabor del paraíso, "del agua caliente, de los antiguos parrales, de las rosquillas recién hechas, del pasado y de las ganas de futuro". Sabor dulce y cálido a zumo de uvas; sabor también a progreso y superación. Sabor a tradición, elegancia, a música...

Existe por un momento, la barrera con el pasado, aquel que situaba a muestra Alhama como "la Seca", o "la de Salmerón", que nuestros mayores nos recuerdan, a nosotros los que no vivimos "aquellos tiempos". Recelosos, quizá por desear que nada cambie en el lugar que escogieron para criarnos, en el lugar en que tanto pasaron en aquellos años de la guerra, o en aquel en que cada 6 de diciembre la devoción les llamaba a, la Iglesia para agradecer a nuestro patrón San Nicolás de Bari, que la cosecha de la uva les hubiera dado un año más algún "dinerillo".

Paraíso entre paraísos: no podemos dejar pasar, al alzar la vista y mirar, que Alhama está rodeada por preciosos parajes, tanto por sus sierras como sus vegas verdes -hoy escasas- y que cada día, intentamos admirar con más respeto. Desde el mirador de la Puerta de Hierro, hasta el del cementerio, donde se puede contemplar el sinuoso recorrido del río Andarax que va dejando en sus orillas a pueblos y tradiciones, todas entre sí, amigas.

Todavía no cesa el bullicio, ahora casi es mayor, y ya es la una del mediodía. Los pocos agricultores tradicionales -que aún riegan bancales y "paratillas" con agua de "Los Decididos"- vuelven de la vega en sus tractores y los demás, aquellos que cultivan bajo plástico y con los avances de las últimas tecnologías, también llegan a sus hogares para el breve descanso del almuerzo.

Es extraño, por un momento, hay silencio. Si cambiamos nuestro rumbo, y avanzamos por la calle Canalejas, sólo oiremos el murmullo del telediario de las dos, y el sonido de cucharas y platos, que nos anuncian que ya es la hora de comer.

Parece que el pueblo se ha echado un rato a la hora de la siesta. Sólo se pueden ver a unos niños sentados en la acera, esperando con anhelo ir un rato a la piscina. Y..¿por qué no?.

Sí; subimos ahora, por un sitio casi todavía desconocido para los alhameños que no viven aquí. A la izquierda, el recién inaugurado Frontón; encuadrado en una avenida, que, quién sabe si dentro de unos años será la prolongación del centro del pueblo convirtiéndose así en el centro deportivo, cultural y lúdico, y coronado con uno de los mejores institutos de la Comarca. Con el nombre del Cerro que siempre duerme vigilando nuestro pueblo, y donde, personalmente he pasado los mejores años de mi vida, el I.E.S de Alhama inculca a muchos jóvenes alhameños y de la comarca, el don especial del que hablábamos antes, mezclado con el buen gusto y dedicación de profesores, educadores y la simpatía de los conserjes.

Pero, en verano, que mejor que ir a la piscina. Un lugar lleno de frescor, que alarga las charlas de las noches de verano, entre cervezas y tapas. Y que durante el día, hace las delicias de niños y mayores, en un recinto verde lleno de aroma estival, acariciado en todo momento por el bullir relajante del agua de la cascada.

Tantos parajes nuevos, tantos parques, asociaciones, centros, cosas que hacer. Todavía se podría mejorar todo. Y entre todos lo conseguiremos. Con este dinamismo que nos personaliza, deseando que cada día sea mejor que el anterior. Siguiendo la guía de nuestros abuelos y la iniciativa, de nosotros los más jóvenes. Todos es posible, dentro de la tolerancia, el respeto y la integración que debemos conseguir, aún en mayor medida.

Quizá se pueda ver esto algo utópico, pues Alhama también tiene sus defectos. Pero hago un llamamiento ahora y desde esta publicación a todo el que se sienta motivado por la conservación y mejora de su casa, de su pueblo, de este rinconcito característico del Valle del Andarax. De aquí, de este lugar que no empieza ni, entrando por la carretera de Huéchar; ni por el cruce del paraje de "Las Piedras del Conjuro", ni siquiera bajando por el lecho del "Cerro de la Cruz"...