Aunque todos sabemos más o menos lo que es la depresión,
no viene mal comenzar por definirla. Entendemos por depresión
una disminución del estado de ánimo. Depresión es sinónimo
de abatimiento, hundimiento, etc.. El estado de ánimo es la
disposición o predisposición para la realización de determinados
comportamientos que nos conduciría a un objetivo o meta. Así
a más ánimo es más fácil hacer aquellas cosas que nos lleva
a lo que queremos, y al revés. Pues bien, en la depresión
el estado anímico está muy mermado.
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La tristeza en las
Obras de Arte
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Cuando estamos expuestos a un gran número de
situaciones estresantes, es más probable que aparezcan episodios
depresivos. Situaciones estresantes son aquellas que nos exigen
más capacidades de las que tenemos para hacerles frente, aunque
también es verdad que hay otros caminos de llegar a ella.
Cuando estamos
expuestos a un gran número de situaciones estresantes,
es más probable que aparezcan episodios depresivos
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Los síntomas típicos de la depresión serían
la ansiedad, tristeza, ganas de llorar, sensación de tener
un nudo en la garganta, dolores en la región estomacal, etc.
También puede aparecer enmascarada con alteraciones orgánicas,
de hecho se calcula que en la mitad de los pacientes que acuden
a consulta médica, está presente de un modo más o menos enmascarado
la depresión. Cuando se está deprimido el nivel de actividad
del organismo disminuye en función de la intensidad de la
depresión, por lo que es fácil enfermar. El sistema inmunológico,
digestivo, cardiorrespiratorio, etc, empiezan a funcionar
a niveles por debajo de la normalidad. En este estado es más
trabajoso encarar las tareas del día a día, así como defenderse
de los agentes nocivos para la salud. Hasta aquí llegados
hay que anotar que la depresión no provoca las enfermedades
orgánicas, ni éstas la depresión, digamos que todo va junto.
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En los países desarrollados, la gente está
expuesta a una gran cantidad de tareas que lejos de querer
o no hacerlas hay que cumplir con ellas. Por otro lado hay
cosas que queremos hacer y no podemos. Con esto me refiero
a esas normas, reglas, costumbres que hacen posible la convivencia.
El tener que renunciar a aquello que queremos hacer y el
tener que hacer ciertas cosas queramos o no, obviamente
nos provoca cierto malestar. Este malestar es el precio
que hay que pagar para convivir más o menos en armonía.
Esto es así y así hay que aceptarlo.
Se calcula
que en la mitad de los pacientes que acuden a consulta
médica, está presente de un modo más o menos enmascarado
la depresión
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Cuando la lista de "teneres que hacer", unas
veces impuestas por exigencias externas y otras veces por
nosotros mismos, ocupa la mayor parte de nuestro tiempo,
nos asfixiamos. No dejamos salida a aquello que queremos
hacer porque simplemente nos gusta y claro, tampoco experimentamos
el bienestar que surge haciendo lo que queremos. Se trataría
de buscar un equilibrio, aunque en principio no resulte
fácil, entre las cosas que tenemos que hacer y aquellas
que queremos hacer. Es algo así como darle a cada día su
trabajo, compromisos... y dedicar el resto a las actividades
que nos gustan. El modo de llegar a este equilibrio es algo
individual, obviamente, como también lo es la decisión depresión
de partir en busca de él. Ocupar la gran parte de nuestra
vida a tener que hacer esto o aquello, además de llevarnos
entre otras consecuencias a la depresión, hace que vivamos
para los demás y no para nosotros. Sin embargo, cuando dedicamos
nuestra vida a nosotros, nos hace sentir bien y eso hace
que el de al lado, como por contagio también se sienta bien.
Si nos fijamos bien en nuestras relaciones con los demás,
nos daremos cuenta que hay personas que nos hacen sentir
genial con solo verlas o hablar un poco con ellas, otras
quedan muy lejos de esto o simplemente no nos dicen nada
¿verdad?.
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Hay estaciones
que inspiran tristeza
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