EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 13 |
Etnografía |
HISTORIA Y TRADICIÓN
del NIÑO DIOS
Diego Nicolás Artés Cadenas
Maestro de educación primaria
a vida evoluciona progresivamente. Esto es algo evidente. Sobre todo
en los últimos años esta evolución es bastante más
rápida que años atrás. En la sociedad actual encontramos
varios ejemplos: los medios de transporte han evolucionado a un ritmo vertiginoso;
las herramientas de trabajo han cambiado para bien del trabajador; dedicamos
más tiempo al ocio y al tiempo libre; en definitiva, la modernidad nos
ha llevado a olvidar la celebración de tradiciones muy arraigadas en
nuestro pueblo. Pero si hay alguna que los alhameños celebramos año
tras año sin ninguna excusa es la fiesta del Niño Dios.
Aleluya, aleluya,
Virgen y Madre de Dios,
Que ha resucitado
El hijo de Dios,
Aleluya, aleluya.
Sábado de Gloria, once y media de la noche, comienza la Eucaristía, donde gozosamente vamos a celebrar entre todos la Resurrección de Cristo. A las doce aproximadamente el repicar de campanas y el estallido de cohetes nos hace pensar que Cristo ya ha resucitado, por lo que al amanecer del día siguiente, Domingo de Resurrección, como de costumbre, nos sentimos obligados a acercarnos a la plaza de la iglesia a participar de la fiesta de la celebración del Niño Dios. El Niño Dios saldrá a la calle, acompañado de su madre, para celebrar con todos los presentes esa tradicional manera de anunciar la Resurrección.
Es difícil conocer el origen real de esta celebración vivida por grandes y pequeños, donde lo más peculiar es la imagen procesionada, ya que se trata, no de un adulto como debería ser, sino de un niño, cuya imagen mide aproximadamente ochenta centímetros y que, acompañada por una imagen de la Virgen, recorre las calles más tradicionales de la localidad, al son de la banda de música y el griterío de las gentes de Alhama que, a una ovación de "VIVA EL NIÑO DIOS", hacen derramar sobre las imágenes un sábana de papeles de colores y un majestuoso aplauso.
Pero no sólo es peculiar las imágenes procesionadas, sino que a esto también acompaña la forma de celebrarlo, ya que no se trata de una procesión formal, como es conocida en todos los sitios, sin que la procesión transcurre entre carreras y cantos tradicionales de ese día, lo que no deja de ser curiosa y llamar la atención a todo forastero que en estos días decide pasarlo entre nosotros, llevándose un grato recuerdo de esta fiesta de origen incierto en Alhama.
Todas las referencias recogidas sobre el origen de esta fiesta apuntan a considerar que la tradición de procesionar una imagen infantil del Resucitado la mañana del Domingo de Resurrección se remonta a tiempos muy lejanos, no pudiendo fechar con certeza el momento exacto del origen de la fiesta, ya que sólo las referencias orales, transmitidas de padres a hijos, no dejan constancia que se trata de una tradición muy remota. Sabemos que, a finales del silgo XIX, ya se celebraba esta fiesta en Alhama, puesto que encontramos referencias escritas de nuestro paisano, Don Nicolás Salmerón, que nos dicen: " me gustaba ir a Alhama en Semana Santa para ver la Procesión del niño Dios ".
La imagen del niño resucitado, que todo el año recorre las calles de Alhama, ha cambiado a lo largo de los años en los que se viene celebrando la fiesta. Cierta tradición recuerda que corrían los años últimos del siglo XIX cuando el Resucitado, que en estos momentos se procesionaba, desapareció. Por este motivo, el pueblo de Alhama compró la imagen de un nuevo Resucitado, en ese momento ya no de un niño sino de un adulto. Ocurrió entonces que, cuando llegó el Domingo de Resurrección y los alhameños se concentraron en la plaza para participar en la procesión con la nueva imagen, ésta no llegó a realizarse, ya que la gente se encontraba descontenta al producirse el cambio tan radical de la imagen a la que estaban acostumbrados a procesionar. Es por este motivo por el que el párroco acabó enfadado con la gente y la nueva imagen no salió en procesión.
Hemos de suponer que una nueva imagen con la figura infantil del Cristo resucitado procesionó durante casi treinta años, hasta que esa talla fue destruida durante el período de guerra civil, perdiéndose entonces la mayor parte de las imágenes que poseía la parroquia.
Acabada la guerra civil, el pueblo de Alhama decidió adquirir una nueva imagen del resucitado, que sería como la anterior, una imagen de unos setenta centímetros, que representaba a un niño resucitado.
Conocemos datos que nos dicen que Dña. Micaela, maestra de niñas por aquellos años de postguerra, y un grupo de alhameños comenzaron la labor de recoger dinero entre todos los vecinos del pueblo para comprar una nueva imagen. Para ello, se pusieron en marcha diversas actividades, como teatro o excursiones. Todo ello hizo posible adquirir una nueva imagen, la que todos conocemos actualmente y que se procesiona año tras año en esta fiesta, donde se mezcla lo lúdico con lo religioso.
Acompañando a la fiesta del Niño Dios, como culminación de la Semana Santa, aparecen los llamados "Fantoches o Tarascos", unas figuras elaboradas con trapos y utensilios ya usados que, con cierto tono satírico y crítico, se colocaban en las calles por donde solía pasar la procesión. Otra tradición acompañaba a esta fiesta, era el rito de romper un cántaro normalmente inutilizado, con el único fin de dejar atrás los malos espíritus y épocas de mala racha, augurando la buena suerte. Se mezclaba así lo profano-lúdico con lo puramente religioso.
La elaboración de los "Tarascos", muñecos rellenos de paja, la rotura del cántaro y otras actividades picarescas ponían las notas de humor a las mañanas del Domingo de Resurrección, dando fin al período de recogimiento que marcaba la Semana Santa de Alhama.
La fiesta de la procesión del Niño Dios significaba, entre otras cosas, la ruptura con la sociedad, con el recogimiento y ayuno, propios de la Semana Santa. Con esta procesión se hacía la luz, y con ella toda una explosión de alegría, mitificada en esta procesión tan tradicional en el pueblo de Alhama.
La alegría de la Resurrección se dejaba ver a lo largo de toda la procesión con los cánticos al niño y los papelitos de colores, acompañada a veces con alguna que otra gamberrada, como salir corriendo durante el transcurso de la procesión, llevándose el niño al bancal de habas más próximo, lo que provocó en varias ocasiones pequeños deterioros de la imagen.
Durante la estancia en el pueblo de los últimos párrocos la procesión ha sufrido altibajos. Durante los años de permanencia en Alhama de D. Andrés Anés, la imagen del niño escasamente procesionó. Nos referimos al período 1964-1975. En 1975 llegó a Alhama un nuevo párroco, D. Luciano Calatrava, que no conocía la procesión hasta que en la Semana Santa de 1977 un grupo de jóvenes se dirigió a su casa para pedirle que el Niño volviera a salir de procesión. En principio el párroco se negó a tal iniciativa, argumentando que todo estaba sin preparar. Además, la imagen no se encontraba en la Iglesia pues, tras la restauración de la Iglesia en 1968 varias imágenes fueron entregadas a particular, recogiéndose la imagen del Niño en la casa de Gloria, "la chicharra".
Esa misma noche el grupo de muchachos se dirigió a la casa de Gloria, negándose ésta en un principio a dejar el Niño sin el permiso del párroco. Finalmente, el Niño se llevó a la Iglesia, donde entre rápidos preparativos se dispuso para que procesionara en la madrugada siguiente. A la mañana siguiente fueron muchos los alhameños sorprendidos al oir desde sus casas el griterío de la gente y la ovación de "Viva el Niño Dios".
Desde entonces, la imagen del Niño volvió a procesionar como se hace actualmente. Dicha imagen permaneció en la casa de Gloria hasta su muerte, cuando se devolvió nuevamente a la Parroquia. Gracias a la enorme devoción que el pueblo siente hacia la imagen del Niño Jesús, la Comisión de obras de la Parroquia dedicará un lugar primordial a ella dentro de la Iglesia tras su próxima restauración.