EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 8 LITERATURA

Ana María

LA TERNURA REFLEJADA EN LA PALABRA

Por Conchi Jiménez Álvarez

La ternura es una de las claves de la obra literaria de Ana María Romero Yebra, madrileña de nacimiento y almeriense de adopción, ciudadana comprometida con nuestra cultura y docente de larga trayectoria profesional y dedicación al mundo de la literatura infantil. Este rasgo esencial de su carácter y singular forma de entender la vida queda reflejada con delicadeza en sus libros. La voz cálida, el tacto amigo, la visión contemplativa del mundo que le rodea y un ritmo, musicalidad y colorido propios caracterizan su estilo tan personal. Ana María está convencida de que todos debemos vivir en armonía, y que educar la sensibilidad del ser humano es algo que debe comenzarse en la infancia y que la poesía es uno de los vehículos más adecuados para conseguirlo. Hormiguita negra (1988), su primer libro infantil fue el comienzo de su actividad creadora, al que le seguirán La vaca de Dosinda (1993), Verdes amigos (1996), El sapito vegetariano (1998) y Doña Pescadilla (1999). En todos ellos la autora trata de transmitir a los jóvenes lectores su amor por la naturaleza y sus habitantes con una exquisita elegancia a través de una visión poética, tierna y lúdica.

Otoño

Las hojas de los chopos se murmuran
secretos al oído
y el tronco les advierte cada tarde
que va a llegar el frío.

Las hojas de los chopos se columpian
cuando las mueve el viento
y las noches de otoño van pintando
de amarillo su cuerpo.

Las hojas de los chopos se desprenden
del calor de la rama
y ponen en el verde de la hierba
una alfombra dorada.

(De "Hormiguita Negra")

El Trigo

Mañanas de mayo
en las que me iba
para ver el trigo
jugar con el aire
sobre la colina.

Iba solamente
por estar allí
y andaba el camino
bajo el sol ardiente,
nada más para ir.

Por ver las alondras
muy cerca volar
y las amapolas
llenado de risas
el oro del pan.

(De "Verdes amigos")

La sencillez, la hondura del sentimiento y la alegría por la vida son también rasgos que se suman con armonía en toda su obra desde Entero para mí (1984), Isla de Brétema (1985) o Horario de la Hondura (1991) hasta sus más recientes poemarios. En el poema titulado "fuego" del poemario "Arrabal de pájaros" (1988) -que más tarde se incluirá en el libro Cantos de arcilla (1991)- Ana María nos dice:

"y salgamos al mundo
con el amor llenando las paredes"

El amor es su válido argumento- escribió Julio Alfredo Egea- un amor paciente y sabio a la Naturaleza y a la vida, a los sucesos y cosas más comunes y cotidianas que queda expresado en cada verso con vital autenticidad y que se alza con palabra siempre nueva como un canto a la esperanza.

Cantos de Arcilla

La voz que mueve al mundo trae su canto distinto,
su orquestación extraña que resuena en la hondura,
polifónico acorde de todo lo que existe
y llega hasta nosotros,
hasta los que escuchamos vibrar en otros seres
el canto de la arcilla.

Porque no es sólo arcilla el barro tembloroso
que con sus manos firmas eleva el alfarero,
ni la tierra entonada en ocres y tostados
de campos labrantíos,
ni el gres ni la chamota
que ocultan las montañas.

También es barro el viento, el árbol y el paisaje
de mar y de gaviotas que ciñe la ventana.
El hijo que germina suavemente en la carne.
El gato que se duerme al calor del rescoldo.
El viejo que se sienta en el parque buscando
el sol de sus inviernos.
Y el tener un amigo
y el sentir que tu mano se ha cobijado en otra
es un canto de arcilla.

Surge el canto en el grito del que goza sintiendo
los impulsos de un cuerpo desnudo a su costado.
En la risa del niño. En el roce de su beso,
En la lágrima oscura
del dolor que se extiende si no crece el olivo.

Y la arcilla nos canta el albor de los días,
el golpear de las olas, el frescor de la lluvia,
el brillo reiterado del sol en los trigales
y el calor diferente de los ojos que aman.

Si sabemos oirla
cada instante vivido será fecundo y pleno
y su voz y su canto borrarán los estigmas
que marcan el camino que vamos recorriendo
hacia nuestro crepúsculo

(De "Cantos de arcilla")

En su libro Mirando escaparates (1995) Ana María abandona el intimismo, carcterístico de sus obras anteriores, hacia un estilo poético que podíamos definir como realismo emotivo. Ahora no serán sus sentimientos más profundos el contenido de sus versos, sino que la realidad más próxima y cercana, los objetos y las cosas más comunes (una orquídea, un cartel de Italia, telas ...) le sirven para reflexionar sobre la vida.

Esta autora ha participado en múltiples encuentros, jornadas y congresos para el fomento de la lectura infantil. De estas actividades surgen diversas publicaciones: "La Poesía como un juego en el área de Lenguaje" (Zaragoza. 1985) o "El rincón de la poesía en Literatura Infantil" (Avila, 1993). Colabora asiduamente en los medios de comunicación almerienses. Ha sido presidenta del Ateneo de Almería en el cuatrienio 1995/99. Entre sus libros también se encuentran: Horario de la Hondura (1991). Sobre Pergamino (1994), Cancionerillo de Almería (1995), El memoriápodo (1996), Colás el Fantasma (1997), Emezeta en mi planeta (1998), El llanto de Penélope (1998), y Mi tío Moctezuma (1999). Su obra está incluida en numerosas antologías. Y ha recibido varios premios literiarios.

En la lectura de sus versos se refleja la ternura y la atención que presta a todos los detalles, personas y paisajes que están a su alrededor.

 

La Floristería
(Una orquídea)

Desde el cristal brillante, entre otras flores
me ha mirado la orquídea.

Es ligera y hermosa. Resplandece
con una ligera luz rosada que la nimba
presa en la leve caja de actato.

Sugerente se ofrece
ante todo el que pasa y la contempla
prendido en la belleza delicada
de su forma fugaz de mariposa.

Tal vez deba comprarla. Entrar por ella
y poner en mi casa o en mi traje
su pincelada exótica
que nos trae el rumor de otros países.
No es demasiado cara y ¡es tan bella!.

Pero no voy a hacerlo
porque prefiero flores que me lleguen
con el aroma auténtico y profundo
de las cosas sencillas:
Menudas margaritas que estremecen
sus hojas bajo el aires enamorado,
amapolas que arden
en la dulce promesa de los trigos,
violetas escondidas
en los bosques poblados de jilgueros,
centauras que azulean
las tardes sosegadas de verano,
lirios de los arroyos,
anémonas, narcisos, nomeolvides,
caléndulas naranjas y amarillas
que me prendo en el pelo
por demostrar que siempre es primavera
y tantas otras flores
que encontramos al borde del sendero
y nos hacen felices
igual que la sonrisa de un amigo
cuando van a agobiarnos los problemas.

En la orquídea no late
el pálpito distinto de las flores
que amé desde la infancia
al verlas ofrecerse ante mis ojos
y que cortaba por tener el campo
ungiéndome los dedos.

La orquídea es solo bella.
Es como una mujer esplendorosa
que no tiene en la tierra sus raíces.

(De "Mirando escaparates")