EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 2 | ALHAMEÑOS ILUSTRES |
José Moncada Calvache
MIGUEL NAVERO GAMEZ
Nació
en Almería, el 29 de diciembre de 1893, hijo de Federico Mocada Pradal y de
la alhameña María Trinidad Calvache Portillo, y fue bautizado en la Parroquia
de San Sebastián a los pocos días de nacer.
Fue el segundo de cinco hermanos,
Cristóbal, Herminia, María (melliza de José) y Federico.
Trabaja en el taller de ebanistería de su padre y le alienta en su afición al
dibujo, el pintor Emiliano Godoy, buen amigo de la familia.
En 1908 comienza a asistir
a la Escuela de Artes y Oficios y en 1912, a la Academia de Bellas Artes de
Almería, que dirigía Joaquín Acosta. Durante el curso 1914-15, desempeñó el
cargo de auxiliar de la clase de Escenografía, simultaneando su desempeño con
la contiuidad de sus clases como alumno.
En 1918 concurre a una exposición
colectiva en Almería y consigue el segundo premio. Había presentado cuadros
de frutos y un retrato de su hermano.
Individualmente expone por vez primera en 1921 en el Ateneo de Madrid y años
después, en 1927, en el Casino Cultural de Almería.
En 1929 concurre a una exposición
nacional en el Círculo de Bellas Artes, de Madrid, en donde ya había obtenido
un considerable éxito en el Salón de Otoño de 1926.
Entre esos años y como consecuencia
de sus méritos, Moncada merecerá ser incluido en los "Apuntes para un Indice
de Hijos Ilustres de Almería", que Joaquín Santisteban y Delgado y Miguel
González-Grano de Oro publican en el "Diario de Almería".
Obras suyas se exponene en
als Exposicione Iberoamericanas de Sevilla y Barcelona y de forma continuada
en 1933, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid; en 1934, en la Escuela de
Bellas Artes de Almería donde obtuvo la Medalla de Oro en la Exposición Regional
de Artes e Industrias. En 1935 expuso en el Círculo Mercantil de Almería.
En 1939, marcha a Barcelona,
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en mercado para su obra, y permanece allí varios años. Vuelve a Almería con
un agrave enfermedad y fija su residencia en Alhama en donde se granjeó el afecto
y la estima populars y donde desarrolló una parte considerable de su carrera
artística.
Alhama de Almería le tributó
un homenaje oficial, le dedicó una bonita calle y albergó durante unos días
una maravillosa exposición antológica dirigida por el pintor. Eran las fiestas
patronales de San Nicolás cuando en una mañana de sol, Moncada Calvache paseaba
por vez primera por su calle alhameña.
El día 5 de Julio de 1988,
falleción el pintor en Alhama de Almería. En el Cementerio de San Nicolás, por
expreso deseo suyo, reposan para siempre los restos del maestro.
"Alhama no le dió
la luz primera..." |
Autorretrato. Año 1925 |
José Muñoz
Artés, que me invitó a hablar de Moncada, ha procurado facilitarme datos, difras,
citas y recuerdos. Inicio este artículo con algunos de ellso, pero prefiero
dejar este material para una biografía que, con documentación adecuada y con
amor al personaje, está reclamando este almeriense, nacido hace cientotres años
en la luminosa, cálida y azul Almería.
Prefiero recordar vivencias
y rasgos del genial maestro. Citaba al principio un homenaje que le rindió Alhama.
En el acto protocolario del ofrecimiento me correspondió dar lectura a las adhesiones
recibidas, cartas y telegramas de Madrid, Barcelona, Sevilla, Granada, Almería...,
iban desgranando frases elogiosa -no podía ser menos- para el pintor. Yo, entre
lectura y lectura observaba su gesto sorprendido, sus ojos brillantes y su sonrisa
alegre cuando oía los nombres amigos de quienes le felicitaban. Se sentía feliz,
pero abrumado. Cuando le correspondió finalizar el acto, se enjugó una lágrima
con su pañuelo -gesto muy característico en él- y con voz baja, suve pero firme,
dió las gracias con palabras llenas de modestia.
Su modestia...; era un componente más de su for
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ma de ser. Su arte no le había
engreído, hablaba de sus obras con naturalidad absoluta.
Moncada Calvache es, sobre todo, el pintor de las uvas
Fotos archivo particular José
Muñoz
El mérito de sus cuadros
no estaba en él, ¡decía!, se limitaba a copiar la naturaleza con honradez. La
fidelidad al modelo era tal que cuando pintaba unas flores o unas frutas, había
de dejar el cuadro interrumpido si la flor se marchitaba o la fruta se ajaba;
ya no eran las mismas. Había que esperar q que otras flores, otros pámpanos
y otros frutos le brindaran su modelo perfecto.
Hicimos mi mujer y yo una
visita a su casa cortijo. Nos rodeaba el ambiente sencillo, modesto, de su vivienda;
nos rodeaba también el arte inigualable de sus cuadros; terminados unos; a medias,
otros; en bosquejo, algún otro. Todos nos los mostraba quitando importancia
a la limpidez de su agua, a la frescura de sus frutos o al brillo de sus oros
o porcelanas. Recuerdo que pintaba un bodegón de frutas sobre la que el maestro
había compuesto el bodegón era una mesa de madera tosca en cuyo borde había
dispuesto con maña y con arte un trozo de moldura de madera tallada y dorada
con oro ya viejo, resto posible de algún mueble o marco otrora valiosos. El
brocado era un menguado trozo de brocado verdadero y antíguo, colocadode tal
forma que sólo se traslucía su añejo esplendor; los frutos, en fin, lucían frescos
y lozanos. El arte inimitable de Moncada estaban llevando al lienzo la más bella
imagen posible de aquellos sencillos modelos.
Su arte debería ser analizado
hoy, con la perspectiva que da el tiempo y despojados de todo papanatismo innovador.
No pretendía alinearse con ningún ismo el maestro Moncada. Decía hace poco un
galerista que existe una constante demanda de obras de Moncada; la autenticidad
y la belleza -digo yo- siempre tienen adeptos.
Uvas y Granadas, donde el autor se
revela como
amante de la naturaleza y vigoroso colorista.
Fotos archivo particular José
Muñoz
En otra
ocasión y en otro programa de festejos de Alhama, volvía a escribir sobre una
posible escuela alhameña de pintura. Hablaba de ella en 1971, y hoy, veinticinco
años después, podría repetir lo entonces escrito.
Moncada Calvache fué maestro
-docente en sentido estricto- sin proponérselo. Parece ser que Ernesto Calvache
e Isabel Mazo recibieron clases de él. De todos es sabido que García de Alhama
ha sido discípulo, con la ventaja de que en él se dieron la docencia y la convivencia;
Muñoz Artés guarda para sí dos o tres cuadros con pinceladas de Moncada. "Esto
debieras hacerlo así" -decía-, tomaba el pincel y tímidamente, como de
puntillas, dejaba unas trazos magistrales, y todo ello sin pretensiones profesionales.
Así ha bebido en sus fuentes Marín Díaz, Gracia Lourdes, Virtudes Amate ...
y otros que sintieron la comezón del arte por la proyección de la figura del
maestro. Rosa Rodríguez, que ha ido por derroteros distintos, podría ser ejemplo.
El magisterio de Moncada
se ejerció insensiblemente, con el ejemplo del diario quehacer, con el modelo
de su obra. Cuando se organizó su homenaje en Alhama, él mismo dirigió el montaje
de la exposición, -¡cuánta belleza entre cuatro paredes!- en ella había paisaje,
retrato, bodegón; el agua, al porcelana, la sandía rezuma ddf nte o la granada
de rubí, tuvieron asiento en ella. Aquella exposición fué una lección magistral
a la que contribuyó la bondadosa y apacible presencia del artista.
Moncada vivió y amó Alhama de
Almería como algo suyo. Paseó por sus calles su sencillez, su arte y su bondad;
él no fué un buen hombre, apelativo que a veces encierra un tono despectivo;
él fué un hombre bueno, que inundó de bondad su arte.
Al cabo de más de cien años,
mis palabras torpes pretenden encuadrar a Moncada Calvache en la galería de
Alhameños Ilustres. No estoy seguro de haber conseguido revestir al almeriense
José Moncada Calvache de la condición de ciudadano de Alhama. El solo lo consiguió.
Moncada fué alhameño por
amor.
Se enamoró de su agua, escasa
entonces y la llevó a sus telas con maestría incomparable; "es el pintor
del agua", se ha dicho de él.
Se embriagó del fruto de
aquellos parrales variopintos.
Se perdió en el paisaje mitad
agrestre, mitad mimado -"hasta las piedras de Alhama encontró bellas"-.
Se quedó, en fin, reposando
para siempre en la Alhama, blanca, limpia y recoleta que tantas vees paseó.
Estoy seguro que hoy, desde
las estrellas, mira a Alhama, pasea la vista por su calle ... y sonrie.