EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 25 Nicolás Salmerón y Alonso, 1908-2008
 

Salmerón en "Huerta Rosalía"

Restituto López Hernández

Profesor de Filosofía

Desde que me incorporé a la familia Salmerón por mi matrimonio con una de las biznietas de don Nicolás, he ido regularmente año tras año a Alhama con mi mujer e hijos, siempre puntual a la ritual cita agosteña en la que, siguiendo la tradición de sus padres, las tres hermanas Barbado Salmerón se reúnen y disfrutan de su mutua presencia en el caserón de "Huerta Rosalía". Cada verano se repite la liturgia de "abrir la casa". Durante nuestra estancia allí, alternamos descanso y disfrute con una hiperactividad que la vetustez del edificio, el duro clima protagonizado por el ardiente sol y los muchos meses de deshabitación y cierre exigen: reparaciones necesarias, exhaustivas limpiezas, manos de pintura protectora, eliminación de humedades, arreglo del jardín, etc. Como Sísifo, cada verano supone un trabajo que jamás culmina; cuando ya está prácticamente todo arreglado, el término del período vacacional no sólo interrumpe el proceso, sino que el largo tiempo que comienza de ausencia de la casa, es también el inicio de un nuevo período de su deterioro.

Ésta no es solamente una casa de veraneo familiar. Es un lugar entrañable y un espacio mágico de encuentro con todos los Salmerón de las cuatro generaciones anteriores a la nuestra, que giran en torno a la figura central de don Nicolás: su padre, su hermano Francisco, su esposa, sus hijos y sus nietos. Aquí están presentes en sus objetos, en sus escritos y correspondencias, en cada espacio, lleno de éstos y escenario de sus vivencias.

"Huerta Rosalía" era propiedad de don Francisco Salmerón y Alonso, hermano mayor de don Nicolás. Cuando éste regresa de su exilio parisino se la compra a su cuñada, viuda desde hacía varios años. Constaba la finca original de un huerto vallado en madera en su fachada norte y de piedra en la sur, con diversas dependencias (corrales y almacenes) en su parte oriental y una casa de una planta, ocupando la superficie aproximada de la casa actual.

El nuevo propietario encarga realizar una serie de reformas: amplía la vivienda, levantando otra planta sobre la existente y redistribuyendo los nuevos espacios, sustituye el cerramiento norte de la huerta por otro de piedra y forja, tal como lo vemos en la actualidad, y crea en ella unos paseos perimetrales y ortogonales, cubiertos con pérgolas, para añadirle a su función agrícola la de jardín de recreo. De esta manera se dota de una finca de descanso con espaciosa y cómoda casa para sus estancias vacacionales, que serán felizmente complementadas con los tratamientos termales para sus dolencias crónicas que puede procurarse en el balneario recién reformado, del que es socio.

Desconocemos el número de veces que estuvo don Nicolás en "Huerta Rosalía", las fechas y el tiempo que permaneció en cada una de sus visitas. Lo cierto es que sus múltiples ocupaciones políticas y profesionales fueron reduciendo, cada vez más, la frecuencia de sus vacaciones alhameñas. En ellas, la vida la llenaba con el descanso, las lecturas, las sesiones de hidroterapia, las tertulias con familiares y amigos y los paseos solitarios por los alrededores del pueblo. Las grandiosas panorámicas del amplio valle del Andarax desde "las piedras del conjuro", parada frecuente de sus caminatas, no sólo debieron procurarle deleite estético sino también reflexión metafísica y momentos de éxtasis panteísta.

Tras su muerte, "Huerta Rosalía" va a ser habitada ya no ocasional sino permanentemente por su hijo Francisco Salmerón García, médico, que se traslada a Alhama a vivir, desde Madrid, junto a su esposa, Ismerie, y a su hija, Margarita. La búsqueda de mejores condiciones ambientales para su precaria salud fue el motivo determinante, al tiempo que posibilitaba alternar su ejercicio profesional y hacerse cargo directamente de los asuntos de "Huerta Rosalía" y de otras fincas familiares en Alhama.

Desde entonces hasta hoy, durante estos cien años, en la casa de "Huerta Rosalía" ha seguido estando la presencia de Nicolás Salmerón. La presencia en el recuerdo.

Durante más de sesenta años, Margarita Salmerón, la nieta mayor, la única nieta que conoció a don Nicolás, habitó la casa. Primero con sus padres, después con su madre y al final sola. Toda su vida la dedicó a rendir culto a su querido abuelo mediante la conservación y cuidado de todo objeto, libro o elemento que le perteneciera, guardándolos como relicarios. Recopiló con emocionado primor los recortes de prensa que se refirieran o mencionaran al líder republicano. Festejó con intensa alegría la llegada de la segunda República; abrió las puertas y balcones de la casa a las egregias personalidades políticas y culturales que protagonizaron el homenaje que se rindió a Salmerón el 20 de septiembre del 31 en Alhama; incrementó su preciado tesoro con los numerosos y prolijos artículos de apología y remembranza de don Nicolás, que fueron apareciendo durante todo este período. El golpe franquista, la muerte de su madre y la paulatina desaparición de todos los tíos, la llevaron a una vida intramuros que llenó con copiosas lecturas, frecuentes visitas de fieles amigos paisanos y la gratificante actividad del continuo recuerdo. A finales de los años cuarenta recibió con entusiasmo a la que desde entonces sería la continuadora de su labor y apoyo afectivo, su prima Rosalía (Rosita), hija de su tío José Salmerón. Ésta envió a la casa de Alhama una buena parte de muebles, libros y objetos, sobrevivientes a la derrota, del domicilio paterno en Madrid, impregnados de evocaciones del abuelo, su mujer y sus hijos. Margarita Salmerón, en unas décadas difíciles para la familia y mucho más difíciles para ella, tuvo la hermosa y heroica tarea de cuidar, dentro de sus posibilidades, el continente y el contenido de "Huerta Rosalía", y, cuidándolos, de mantener la constante evocación del pasado, convirtiéndolo en continua presencia del abuelo, en todos y cada uno de sus rincones. Transmitió sus recuerdos a sus primos, Rosalía, Nicolás y Catalina, en las ocasiones que tuvo de convivir con ellos, mediante relatos llenos de esa mezcla de admiración y cariño con el que se construye el fervor.

A lo largo de medio siglo, hasta su muerte en 1997, Rosita Salmerón no faltó ningún año a "Huerta Rosalía". Sola primero, después con su esposo el Dr. Don Esteban Barbado y con sus hijas Rosalía, Teresa y Pepa, fue fiel a este lugar en sus vacaciones. "Huerta Rosalía" fue atrapando a toda la familia con el encanto de sus rurales ruidos matinales, de sus sepulcrales silencios en las primeras horas de la tarde y de las nocturnas tertulias familiares en las noches de estío, cubiertas por ese estrellado cielo que sólo en esta tierra se disfruta. La familia Barbado Salmerón cogió el testigo del mantenimiento del recuerdo. La inquieta curiosidad y la avidez lectora del Dr. Barbado eran satisfechas en la nutrida y variada biblioteca de la casa, mientras sus hijas, niñas, jugaban con las vecinas de su edad, chapoteaban en las balsas de regadío próximas y respetaban el sagrado ritual de la siesta enfrascadas en los libros de aventuras que los anaqueles les ofertaban. A partir de 1975 se sumaron a esta cita anual su hermano Nicolás Salmerón, su esposa, Ivonne, y el pequeño Nicolás, hijo de ambos, residentes en París. La larga distancia hasta Alhama se superaba en la búsqueda y el reencuentro con las señas de identidad familiar, vapuleadas por el pasado inmediato. Casi al tiempo, Catalina Salmerón, ya viuda, se incorporó, asimismo, a estas estancias estivales. Durante 1987 y 1988, prácticamente a los cien años de la primera reforma  de "Huerta Rosalía", los tres nietos Salmerón García realizaron una importante obra de restauración de la casa, siendo respetuosos con el trazado original, actualizando los servicios que habían quedado obsoletos, y, sobre todo, consolidándola.

Ya desaparecidos, la generación de los biznietos los hemos relevado. Aquí seguimos viniendo periódicamente, con la frecuencia que nuestras obligaciones nos permiten, siempre que podemos. La maravillosa costa almeriense se ha sumado a los muchos incentivos que para todos nosotros tiene esta morada. El baño y la comida en los chiringuitos playeros son el único engaño que le hacemos en nuestras visitas. Todos nosotros nos afanamos, cada uno en lo que mejor sabe hacer, de manera espontánea, en su cuidado. Todos nosotros coincidimos en el poder evocador del ámbito encerrado entre estas paredes, de cada objeto, de los ruidos ocasionados por las pisadas sobre el suelo de tablazón, de las misteriosas miradas de los muchos retratos colgados en las paredes de don Nicolás y de sus hijos, de las difusas siluetas de los muebles iluminados por la noche almeriense a través del lucernario del patio, de las largas librerías cubiertas de blancos lienzos para proteger su contenido, del sonido de su silencio....

Así como en el imaginario colectivo de los habitantes de Alhama, Nicolás Salmerón es una constante referencia, orgullo y seña de identidad, para toda la familia que disfruta "Huerta Rosalía" es, además, una clara presencia que está en cada espacio y cosa que la conforma.