EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 25 Nicolás Salmerón y Alonso, 1908-2008
 

Nicolás Salmerón La proyección de sus enseñanzas

Rosalía Barbado Salmerón.

Profesora de Historia. Biznieta de Nicolás Salmerón.

Teresa Barbado Salmerón.
Licenciada en Ciencias Políticas y Sociología. Biznieta de Nicolás Salmerón.

Pepa Barbado Salmerón.
Profesora de Lengua y Literatura. Biznieta de Nicolás Salmerón.

"Educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela."

Albert Einstein

 

 

 

Con motivo del centenario de la muerte de Nicolás Salmerón y Alonso, "El Eco de Alhama" nos invita amablemente a participar con un artículo en este número conmemorativo.

Lo hacemos con sumo gusto por muchos motivos, en primer lugar porque consideramos un deber como familia colaborar en un evento tan importante y trascendental en torno a la figura de Salmerón, en segundo lugar, por la devoción común hacia nuestro bisabuelo compartida con el pueblo de Alhama, y por último, pero no menos importante, por la estrecha amistad que nos une con la directora de esta publicación.

Desde nuestra condición de descendientes directas de Nicolás Salmerón, nuestra reflexión no pretende glosar los muchos aspectos de su prolífica vida; eso queda a cargo de los estudiosos, sin embargo como herederas de su legado, sí nos gustaría poner de manifiesto a través de estás líneas la importancia e influencia que su figura ha tenido para nosotras, sin olvidar la admiración y respeto que su persona y su pensamiento han ejercido y ejercen sobre el pueblo de Alhama.

No conocimos a Salmerón, ni siquiera nuestra madre, pero su impronta ha marcado en buena parte nuestra formación. Crecimos en una época en la que imperaba el pensamiento único, el ambiente de entonces, tanto en la escuela como en el resto de la sociedad, estaba basado en los principios que inspiraron aquél régimen. No creo que entonces mucha gente conociese quién era Salmerón, ni mucho menos sus ideas, y a los que lo conocían más les valía no manifestarlo. Sin embargo, en casa, sin odios ni revanchismos, de forma natural y espontánea fuimos educadas en lo principios de libertad, tolerancia y respeto que rigieron su conducta y su proceder en todas las facetas de su vida. Esos mismos principios que inspirarían el experimento educativo más avanzado y progresista de la época, la Institución Libre de Enseñanza, que Salmerón junto con Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y otros profesores universitarios, contribuyó a fundar.

Sin apenas darnos cuenta aprendimos de sus enseñanzas a través de nuestros padres. De nuestra madre, hija de uno de los hijos más pequeños de Salmerón, el abuelo Pepe, que en un ambiente familiar propicio y educada en el Instituto Escuela, el otro gran experimento innovador y educativo del país, supo transmitirnos el amor y el respeto hacía tan importante figura, y de nuestro querido padre, estudioso incansable de su figura que nos hizo valorarla y admirarla.

Si la figura del bisabuelo, estaba siempre presente en nosotras, esa presencia se acentuaba cuando veníamos a Alhama a disfrutar de las vacaciones estivales. Aquí, su recuerdo se incrementaba, sus retratos, sus libros, el imponente mapa de España dedicado a su memoria, sus zapatillas y su mascarilla funeraria por citar solo los objetos que convivían diariamente con nosotras, nos imponían un respeto reverencial que, de niñas casi era temor. Allí, en la casa de "Huerta Rosalía", las largas tardes de estío eran el momento adecuado para escudriñar por entre los libros y los papeles. De inmediato nos topábamos con una primera edición de algún libro de filosofía, de historia, de arte, de ciencia política o libros de ficción firmados por algún ilustre escritor y dedicados a Salmerón o a alguno de sus hijos. Eso nos servía de excusa para hablar del autor, de su época, de la amistad que le había unido a la familia Salmerón, ese hallazgo era el primer eslabón de una cadena que nos llevaba a otro libro, a otra historia.

En la casa de Alhama, o en la Huerta, así es como la llamábamos, escuchábamos con fervor, las historias familiares que, primero Tía Margarita y después nuestra madre o tía Caty nos contaban. Los nombres de los primeros institucionistas Giner, Cossio, Azcárate, el Dr. Simarro por nombrar solo a unos pocos, sonaban con familiaridad. El saber que el gran escritor francés Víctor Hugo frecuentaba la casa de Salmerón durante su exilio en París era para nosotros algo extraordinario, mágico.

A través de nuestra madre conocimos quienes fueron aquellos hombres que fieles al espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, ya a principios del siglo XX se embarcaron en la gran empresa de modernización científica y renovación pedagógica que fue la Junta para Ampliación de Estudios que acaba de celebrar su centenario. Compañeros de nuestra madre y nuestros tíos del Instituto Escuela habían sido los hijos de los ilustres químicos Enrique Moles y Ángel del Campo, del médico y político Juan Negrín, del Dr. Calandre y de tantos y tantos científicos, estudiosos y políticos liberales.

También conocimos a través de sus recuerdos, la descomposición de la familia tras la guerra civil, el exilio interior y exterior de alguno de sus miembros. Pero esa misma educación que le fue trasmitida a nuestra madre a través de los suyos, le ayudó a afrontar los tiempos duros que les tocó vivir. Jamás nos hablaron de revanchismo, nunca escuchamos la palabra odio hacia los contrarios, ese espíritu abierto y tolerante es el que nos inculcaron con su actuación toda su vida.

Pero si trascendiendo a la familia, la figura de Salmerón se ha proyectado en otro lugar ese lugar ha sido el pueblo de Alhama. En todas las casas perdura un recuerdo suyo transmitido de padres a hijos, pocos son los vecinos que no tienen una anécdota que contar de sus estancias en Alhama. En todos los grandes momentos en los que se ha conmemorado algún evento relacionado con Salmerón, allí estaba el pueblo de Alhama. No importan la ideas que cada uno profese, cuando se trata de la figura de Salmerón todos sin exclusión la apoyan y la defienden.

Todos le debemos algo a Salmerón, pero él también le debe mucho a Alhama y a los alhameños, la inquebrantable fidelidad de todo un pueblo hacia su figura.