EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 25 Nicolás Salmerón y Alonso, 1908-2008
 

ALREDEDOR de DON NICOLÁS

José Fernández Revuelta
Abogado, escritor, colaborador asiduo de "La Voz de Almería" y primer Presidente Democrático de la Diputación Provincial de Almería.
Medalla de oro de la referida Corporación. Después de 50 años de ejercicio profesional es Colegiado jubilado del lltre. Colegio de Abogados de Almería.

Sucede que hay personajes que resultan presentes, en algunos hogares, y que repetidamente salen a la luz, se citan, se nombran y se recuerdan a veces sólo por el hecho de aparecer en una de esas viejas fotografías -color marrón gastado por los años- colocada, a la vista de todos, en algún lugar preferente...
Tal ocurría en la casa de mi entonces novia, con viejos recuerdos de Don Nicolás Salmerón. El padre de ella, Don Alfredo Ibáñez, sobrino-nieto de Don Nicolás, tenía colocada en su despacho una vieja fotografía, junto con una carta autógrafa, enmarcada, dirigida desde París, el 23 de septiembre de 1884 a su "querido sobrino Pepito".
Su "querido sobrino" era el padre de mi suegro, José Ibáñez Salmerón. En la carta que me he referido recibe consejos de Don Nicolás, que ya he comentado en alguna ocasión.
"Mi intención era proporcionarte los medios que estuvieran a mi alcance para que si te sentías con afición y aptitud para una carrera científica, pudieras aprovecharlos en tu propio bien y en el de tus padres, cultivando tus dotes intelectuales para progreso de la sociedad al cual debe interesarse vivamente todo hombre medianamente culto".
(La fotografía y la carta, enmarcadas, han figurado, después, durante muchos años, en mi despacho profesional). Con el tiempo, Don José Ibáñez Salmerón sería uno de los dos médicos de Alhama que moriría en el ejercicio de su profesión durante la célebre epidemia de gripe.

Luego, en la vida diaria, muchas veces salía en las conversaciones el nombre de Don Nicolás y se recordaban anécdotas de su vida. Las hermanas de mi mujer iban, con frecuencia, a la finca Rosalía y visitaban a Doña. Margarita, creo que nieta de Salmerón, que allí vivía. Estaba muy sola y en esas visitas enseñaba a las niñas objetos personales de Don Nicolás: sombrero campesino, alpargatas, bastón, libros, fotografías, etc., que en la casa se conservaban como recuerdos.

Mi cuñado, Pepe Ibáñez, me cuenta algunas anécdotas. Al parecer, en una de sus estancias en Francia, Don Nicolás tenía un loro que logró aprender los silbatos de la Gendarmerie y creaba muchas confusiones con sus imitaciones. También, me ha enseñado un Auto dictado por el Juez Municipal de Alhama de Almería, con fecha 17 de mayo de 1.900, recaído en un Expediente de información posesoria, tramitado a instancia de su abuelo, Don José Ibáñez Salmerón, con cédula personal número 266, actuando como apoderado del Excmo. Señor Don Nicolás Salmerón y Alonso, según copia del poder que exhibe, bajo el número 103, otorgado ante el Notario de Madrid Don Joaquín Costa Martínez, en 25 de julio de 1.898. El expediente tenía por objeto inscribir en el Registro de la Propiedad de Canjáyar unas fincas que poseía, en nombre propio y sin gravamen, en Alhama de Almería. Dichas fincas quedaron inscritas a los Folios 140.144 y 148 del Tomo 729, Libro 60 de Alhama, Fincas números 4962 a 4964, inscripción 1ª...

El Notario que autoriza el poder, Don Joaquín Costa Martínez, fue Profesor de la Institución Libre de Enseñanza, miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, economista e historiador del Derecho. Era regeneracionista. En 1.903 ingresó en la Unión Republicana de Nicolás Salmerón. Evidentemente, Don Nicolás fue a otorgar el poder al estudio de un Notario amigo.
Personalmente recuerdo los atardeceres, en las vacaciones de verano, paseando hasta el paraje las "Piedras del Conjuro", desde donde se observan unas hermosas vistas sobre el valle del Andarax. Allí hay una especie de asiento, en la piedra, donde Don Nicolás, en sus paseos, descansaba contemplando la panorámica belleza del Valle.
Años después, junto al inolvidable letrado Juan Pérez y Pérez, he pasado frecuentemente en automóvil dirigiéndonos hacia el Juzgado de Canjáyar -por el lugar donde estaba el busto de Don Nicolás- (en esos años desaparecido). Juan mandaba des­conectar la radio del coche e inclinaba la cabeza en señal de respeto a la persona del Ilustre alhameño.
Por supuesto que no voy a hacer aquí una referencia filosófico-moral de las ideas que Salmerón mantuvo firmemente a lo largo de su vida. No tengo la formación suficiente para ello y, además, con motivo del Centenario se están publicando trabajos valiosos por firmas importantes.
Y es que Don Nicolás, por encima de todo, era una persona respetuosa. Así se manifestó durante toda su vida y así es recordado en Alhama. Respetuoso, especialmente, con la vida, con la libertad de expresión y con las creencias de los demás.
Mi idea es recordarlo como un hombre del pueblo, que vivió entre la gente de forma sencilla. Su respeto a la vida le llevó, en febrero de 1873, a encabezar un escrito, dirigido a las Cortes pidiendo la abolición de la pena de muerte. Y en un acto de coherencia con sus ideas renunció a la Presidencia de la República, en septiembre del mismo año, por no firmar una pena capital.

Su respeto a la libertad de expresión se ha visto plasmado, recientemente, en un libro reeditado por las Asociaciones de prensa de Granada y Almería y que fue publicado en 1876 con el título "Un caso entre mil. La prensa y la dictadura". Este libro fue descubierto por el profesor Villar Ribot en la Biblioteca Nacional. Se trata de un texto que es un auténtico monumento filosófico-jurídico a la libertad de expresión.

Su respeto a las creencias de los demás queda plasmado en esta anécdota. En una ocasión se cruzó por la calle con un sacerdote, que portaba el Santísimo para asistir a un moribundo. Don Nicolás, respetuosamente, se quitó el sombrero. Preguntado por alguna persona por qué lo hacia si él no era creyente, contestó que por respeto a los que sí lo eran.
Mediaba el mes de julio del año 1908 Don Nicolás se encontraba muy enfermo, en el pueblecito francés de Billère, rodeado de su familia. Visitaba a Don Nicolás el Doctor Fayón, que trataba de animarle, pero el enfermo respondía:
"¿ Y eso es vida, Doctor? ¿Además, quien me cura y cómo la enfermedad moral que yo padezco?"
En el domingo 20 de septiembre de 1908 expiró Don Nicolás y con él desapareció esa "enfermedad moral" que padecía y cuyos síntomas se llevó para siempre.