EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 24 EDITORIAL
 

Ángel Beltrán Velasco

Párroco de Alhama

Diego Ibañez Rivera, Periodista

“Me siento, ante todo, como una persona integrada, como uno más, en la vida del pueblo”

Angel Beltran Velasco, párroco de Alhama

Un año después de su llegada a Alhama, el padre Ángel, un granadino de 45 años extrovertido, pragmático y con pinta de tener los pies muy en la tierra, asegura que se siente muy a gusto, aunque quizá todavía eche de menos el tremendo cariño que le tenían en Macael, su anterior parroquia. Amante de la cocina y la pintura (“Me relaja muchísimo, pero ni soy Arguiñano ni Rafael”), le gusta trabajar en equipo y valora, por encima de todo, la solidaridad (no en vano, se formó en una orden de misioneros).


Pregunta. Ha dejado un buen recuerdo en Macael, el pueblo donde ha estado los últimos años.
Respuesta.
Ha sido una experiencia muy bonita durante los siete años que he estado allí. Era la primera vez que estaba yo solo como párroco, con todo a mi cargo.
Macael es un pueblo muy trabajador y, si hoy es conocido mundialmente por su “oro blanco”, es porque se lo ha ganado con mucho trabajo. Además, es gente muy religiosa, de una gran vocación, y le tienen un gran cariño a la Virgen del Rosario, que para ellos es muy especial.
Así que desde el principio me encontré a gente trabajadora y buena, y me metí en toda la estructura del pueblo, en todas las actividades. A ellos les gustaba ver al cura en todos los sitios: en su casa, tomándose una cerveza, dando un paseo con ellos... en sus espacios vitales compartidos. Con ellos tuve experiencias bonitas y simpáticas.

P. Llegó incluso a tener un programa de radio, Las recetas del padre Ángel...
R.
Estuve casi cuatro años llevando un espacio en Radio Filabres. Las periodistas que trabajan allí, sabiendo que me gusta mucho cocinar, me propusieron hacer un programa en directo de cocina. Yo no sabía qué tenía que hacer, pero ellas me animaron. Al principio se llamaba Las recetas del padre Ángel, después Las recetas de Radio Filabres.
Hacíamos comidas en directo y participaba la gente de todos los pueblos de la comarca. Llamaban para dar recetas, consejos o su versión del plato del día. Era una forma de enganchar para hablar de muchas cosas, de la vida. También tuvimos invitados ilustres, como José Chamizo o Juanito Navarro.
En poco tiempo alcanzamos unas cotas de audiencia en la zona impresionantes, y fuimos muy conocidos porque Canal Sur se enteró del programa y salimos en Andalucía Directo. Cuando iba a confesar, las señoras me preguntaban después: “¿Cómo dijo usted que hacía el solomillo?”. Y yo tenía que decirles que esperaran a que saliera el libro, una recopilación que se hizo con todas las recetas, La cocina de Radio Filabres. Todo lo que se sacó se destinó para ayudar a dos entidades benéficas.
Fue una experiencia muy bonita, porque ya no era solo el trabajo pastoral habitual, sino que ofrecíamos un espacio distinto, muy humano. Y fue muy intenso desde el primer momento.
Aparte de esto, en el ámbito pastoral, como sacerdote, mi experiencia en Macael fue muy gratificante, porque había gente muy solidaria y dinámica. De hecho, varios jóvenes de allí tuvieron la experiencia de irse a misiones, y desde allí trabajábamos mucho por mandar ayuda siempre que fuera necesario. Y quiero resaltar especialmente de estos años la labor de Cáritas, que era un grupo de gente muy atenta a las necesidades del momento.

P. ¿Es cierto que llegaron a manifestarse para que no se fuera?
R.
Recuerdo que cuando me destinaron a Alhama, el pueblo se puso en manifestación e incluso vinieron las cámaras de televisión [risas]. La gente estaba en la calle gritando: “¡Que no se lleven al cura!”, y yo no quise salir de la casa en ese momento. Pero una periodista entró y me dijo: “Se sentirá orgulloso por toda esa manifestación...”, y yo le dije que no me sentía orgulloso por eso, sino por muchas cosas más: por todo lo que he recibido de Macael, por la gran generosidad que el pueblo ha manifestado con los más necesitados. Lo he dicho muchas veces delante de ellos: “Me siento orgullo de que seáis así, y eso es un valor muy bonito que tenéis que mantener”.

P. Después de eso, ¿cómo fue su incorporación a su nueva parroquia, Alhama?
R.
Sí es verdad que echo de menos a la gente que he dejado, porque le he tomado mucho cariño (uno es humano, no tan divino) a esa gente con la que has trabajado y has hecho tantas cosas durante siete años... Pero también he recibido mucho cariño al llegar. De hecho, me encontré con una parroquia no tan distinta de la que me dejé, con gente en todas las estructuras pastorales trabajando muy bien –catequesis, Manos Unidas, Cáritas...–, gente tan comprometida como en cualquier otra parte.
Sí que quiero resaltar una cosa, y es que habría que desmitificar el concepto que se tiene de Alhama desde fuera, de poco religiosa, por su vinculación con la masonería o no sé que cosas. Todavía, desde fuera, se piensa que es un pueblo fantasma, y yo he visto que hay gente maravillosa, gente que trabaja mucho. El hecho de que haya una revista como esta ya denota que hay también un interés cultural, de querer desarrollar iniciativas y hacer algo por el pueblo. Me gustó mucho también, al llegar, que se celebraran los 25 años de la banda, que fue una experiencia muy bonita.
Así que este año, cuando constituí el consejo pastoral parroquial, les decía a sus miembros que hay que desmitificar esa parte oscura de Alhama que no corresponde a lo que se vive ni a lo que se siente hoy, y que nosotros teníamos ahí un reto como cristianos, como personas y como gente de nuestro pueblo, de dar a conocer otra visión mucho más bonita de lo que se está haciendo también en Alhama.

P. Pero ¿a qué se refiere exactamente con esa “imagen oscura” de Alhama?
R.
Como que Alhama era muy “comunista”, “muy roja”, que aquí no se hacía nada... Vamos, que no había ni beatas. Y, de hecho, me acuerdo que un cura mayor, hace poco en Almería, me decía: “Pocas beatas tendrás en Alhama”, y yo le decía: “Pues las mismas que tú en tu parroquia”.

P. ¿Conocía Alhama de antes?
R.
Estuve sólo una vez, de paso, hace unos veinte años, y recuerdo que era una carretera tan mala, que decía: “Señor, que no me manden por aquí...” [risas].

P. ¿Qué imagen se está haciendo del pueblo?
R.
Me he encontrado un pueblo muy normal, con gente trabajadora, religiosa y con mucha iniciativa y ganas de querer hacer muchas cosas. Lo primero que hicieron fue recibirme. Se presentaron y me enseñaron todo, y desde entonces me he sentido muy acogido, muy integrado en todo, y voy conociendo ya a la gente... Es verdad que todavía me queda mucho, pero sí me siento muy a gusto.
La experiencia del instituto también ha sido muy bonita y positiva, muy de acercarme a los jóvenes y los chiquillos, que son muy buenos y también han sido muy cariñosos conmigo.

P. Ahora sí pensará que es un buen destino...
R.
Yo nunca he pensado que sea mal destino, porque no lo conocía. Lo que pasa es que te cuesta dejar lo de atrás; y no he pensado nunca que fuera malo, sino que era distinto. Sí que he visto otra realidad, al vivir aquí, distinta de la que se veía desde fuera.

P. Ya ha conocido las distintas devociones religiosas y sus expresiones en Alhama, ¿qué opina sobre ellas?
R.
Es una cosa que me ha sorprendido mucho, porque desde fuera me decían que este era un pueblo muy poco religioso y después veo que hay tantas mayordomías y tradiciones: San Antonio, San Juan, la Semana Santa, el Niño Dios, la Virgen del Río..., por nombrar solo algunas. Es muy bonito y he vivido momentos entrañables, como la inauguración de la ermita de San Juan, la misa de San Antonio, que fue muy populosa, al igual que también lo fueron las fiestas de los patronos...
Todo eso forma parte de la tradición religiosa de un pueblo, son sus expresiones, y yo lo acepto y lo respeto, porque las tradiciones hay que cultivarlas. En cambio, los tradicionalismos, cuando dicen: “Es que un año se hizo tal cosa”... Ahí hay que pararse un poco.

P. ¿Baraja ya algunos objetivos, o algunos proyectos en concreto, para esta parroquia?
R.
Surgió un proyecto para adecentar los sitios que más se utilizan para los críos (la zona de los salones parroquiales y la sacristía), y empecé a contactar con gente para iniciar una obra. Hablé con el anterior alcalde, Juan Martínez, para que me pusiera en contacto con empresarios, y él y un empresario se han ofrecido no solo para arreglar los salones, sino para recuperar o rehabilitar la iglesia, en colaboración con otra gente y entidades.
Por otra parte, desde el punto de vista pastoral, los retos son los que nos van planteando los responsables de los distintos grupos de la parroquia, a partir de la experiencia ya vivida. Cáritas lo está haciendo muy bien aquí en Alhama y ellos son los que me han ido guiando y enseñando las situaciones de mayor problemática social. He visto que están muy bien organizados.
Yo me siento realizado y muy a gusto en todas las facetas que se abordan. Y veo que se trabaja bien, y que todo el mundo tiene muy buena disposición.

P. ¿Qué papel cree que debe jugar hoy en día un párroco en una comunidad como esta?
R.
Es verdad que yo soy, como pastor, el que dirige la comunidad, pero yo nunca me he considerado un cura plenipotenciario, en el sentido de querer llevarlo todo, sino que creo que se debe trabajar más en equipo. Y por eso yo lo primero que hice fue constituir el consejo pastoral, porque este es el que, con el sacerdote, delibera, reflexiona y aporta en todas las cuestiones que puedan afectar a una parroquia.
Yo, ante todo, me siento como una persona integrada, como uno más, en la vida de un pueblo (para mí eso es lo más bonito) y siempre ofrezco todo lo que pueda desde la institución a la que represento.

P. ¿Cómo ve la situación de la Iglesia en el contexto general de nuestro país y del mundo?
R.
Cuando yo empezaba a estudiar la teología en los años 80, siempre se hablaba de crisis; cuando me hice cura en los años 90, se hablaba de crisis; y ahora que estoy viviendo una realidad como párroco, también se habla de crisis. Pero lo que yo siempre he visto en todas esas etapas es gente religiosa, una Iglesia activa que vive, siente y se expresa en el mundo.
Hace muchos años se puso de moda lo del agnosticismo, y todo el mundo quería serlo, sin saber siquiera lo que eso significaba. Cosas así forman parte de las modas y las corrientes, que también afectan a los cristianos; pero después la gente se plantea de una forma más consciente cómo debe llevar su vida, si es creyente o no. Y a lo mejor es verdad, no lo sé, que los creyentes son menos que antes, pero son muy auténticos.
Siempre vemos lo malo y, es verdad que la Iglesia siempre se está quejando, porque parece que tenemos todavía el recuerdo de todo lo que se fue y lo que se tuvo, y yo siempre digo que no hay que estar pensando continuamente en lo que tuvimos, sino en lo que tenemos y en lo que podemos hacer y construir. Es  más bonito construir y aportar que lamentarse. Y creo que ese es nuestro reto en la sociedad.
Muchas veces, parece que hay una Iglesia más de pueblo, más sencilla, que se codea más con el párroco, y otra Iglesia mucho más oficialista, que el pueblo a veces no sabe donde está (y eso sí que te lo recrimina). De eso nos damos cuenta todos.

P. ¿Cree, entonces, que la jerarquía está alejada de la sociedad?

R. Nuestros pastores deberían estar mucho más metidos en lo que es la realidad de cada pueblo, de cada diócesis. A lo mejor lo quieren hacer, pero, como son tantas cosas las que abarcan, quizás les resulta hasta imposible. Pero sí que se echa de menos una mayor participación de nuestra jerarquía en la vida habitual y más cotidiana de una Iglesia que camina y quiere hacer muchas cosas, y a la que se le presentan muchos retos.