EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 22 HISTORIA
 

La historia secreta

de Pío Wandosell

Francisco J. Rodenas Rozas.
Archivero-bibliotecario del Excmo. Ayuntamiento de La Unión. Museo Minero de la Unión.

Incrustado en la realidad con la imparable fuerza del misterio, a veces más vigoroso que la evidencia encontramos la figura del alhameño Pió Wandosell Gil que traemos hasta estas páginas. (1)
Hace más de veinte años, coincidiendo con mis primeras escarbaduras como estudiante en el Archivo Municipal de la Unión, Donjuán Sánchez Perelló, a la sazón Cronista Oficial del Municipio, me reveló una historia fascinante: la de un muchacho de Alhama de Almería que llegó a la Unión con lo puesto, probó fortuna en la mina y adquirió reputación impensable. ¿Uno de tantos? Si, pero no, porque, a pesar de que la aventura emprendida por aquel zagal fue iniciada por otros muchos, la suya es una historia tan singular como apasionante.
El Cronista me aseguró entonces que, en atención a la dignidad adquirida, el joven adoptaría nombre y apellido escogido por él mismo, divisa ajustada a la vida nueva que la Sierra le ofreció. El muchacho se llamó Pío Wandosell Gil: almeriense de Alhama, buscavidas y tabernero en Las Herrerías, minero y fundidor, millonario cuando nadie lo era, rey de la bolsa, republicano, masón, ¿fundador del Real Madrid?, amigo de Castelar, mujeriego y fértil padre de familia. Tal es el retrato hecho a brochazos de urgencia de Pío, de Don Pío de La Unión. Y ésta es la historia que he descubierto tratando de esclarecer su leyenda.

 

I. Desde Alhama de Almería. Crónica de una escalada

Pío Wandosell Gil nació en Alhama la Seca, provincia de Almería, hacia 1847, hijo de Antonio y de Nicolasa Gil. A 25 Kms. de la capital almeriense se encuentra la villa de Alhama. En la actualidad, el municipio cuenta con casi 3.400 habitantes. La población, de origen romano y de profunda huella islámica, fue conocida como Alhama la Seca durante siglos. Aquella denomina­ción no hacía justicia a un municipio que llegó a contar con un centro balneario conocido en toda España. La minería de la Sierra de Gádor, que había ocupado a muchos alhameños, entró en franca decadencia a mediados de siglo XIX, con su secuela de emigración, pero, en la década de 1870, la expansión del cultivo de la uva abriría nuevas perspectivas en la economía local hasta la progresión de los cultivos bajo plástico en la actualidad.

En los primeros años de Pío contaba Alhama con unos 3.000 habitantes, azuzados todos ellos por el principal problema del español del momento: "trabajar y comer". Agotados sus mejores yacimientos, la cercana Sierra minera de Gádor inició su decadencia a mediados del siglo XIX. Desde entonces, la emigración venía siendo tradicional válvula de escape para los alhameños que huían del hambre (hubo que esperar medio siglo para que el cultivo de la uva llevara la prosperidad a aquellas tierra a principios del XX).

De este modo, unas cuantas leguas hacia el Este, la Sierra de Cartagena, en razón de su proximidad y común dedicación minera (aquí precisamente en expansión), resultó ser uno de los principales destinos de la corriente migratoria originada en Andalucía oriental. "Verdaderas riadas de mineros y jornaleros almerienses (...), se trasladan al núcleo que más tarde se llamará La Unión (...) Se puede asegurar que ningún término de esta provincia carece de representación, bien que con valores muy diversos. Adra, Alhama, Almería, Berja, Cuevas de Vera, Dalias, Huércal-Overa, Vélez-Rubio y Vera proporcionan el 83% del contingente almeriense".

La primera "gran oleada andaluza" se instala en la Sierra Minera de La Unión entre 1850 y 1877. En medio de este marco, en la plenitud de sus 18 años (hacia 1865), Pío W. Gil planearía la aventura que emprendieron muchos otros paisanos: buscar las cosquillas a la fortuna en las famosas minas de Las Herrerías. Probablemente, Pío acometería el viaje formando expedición con otros paisanos, desplazándose a pie a lo largo de 200 kilómetros de sendas impracticables.

Cuentan que la tribulación de esta caminata grabada a fuego en su orgullo, sirvió para alentar, años después, veleidades de exhibicionista: urgía su presencia en la capital, fletaría el convoy completo del tren Madrid-Cartagena para uso exclusivo de  los suyos.

Eran los años de formación de la villa minera, el tiempo en que la Sierra vivió un limbo libertario que tomaba razón del caos hinchado por el cruce de miles de destinos venidos de fuera. Así, el descampado junto a la montaña fue ocupado con prisa porque nadie quería perder su ocasión para la fiesta en aquella moderna rueda de la fortuna. Era el momento original en que las calles crecieron sin nombre, en el tiempo de Jauja de un libro en blanco, con todo por hacer. La especial cualidad de aquel ámbito como tierra de conquista actuó con propiedades de imán en los más avezados. Naturalmente, también en Pío.

Así, una sociedad desconocida surgió de repente en el antiguo solar. Los habitantes han llegado ayer al suelo que ocupan. Fueron hombres, mujeres y niños que, a falta de padrón oficial, sólo podían llamarse aparecidos. Apenas se conocen unos a otros y cada cual ignora la historia de su vecino.

La pobreza y la desgracia, la esperanza y el desconcierto vividos por la comunidad durante aquellos años forjarían semilla de igualdad entre sus hombres. Sobre todo, la extensión del sentimiento igualitario pudo despertar cierta conciencia de perfección, de ideal consagrado, de lograda utopía diluida en breve con el curso de los días cuando despertara, con las primeras disputas, el genuino ser de los aparecidos.

Wandosell sabía que, en el obstinado fragor de la colmena unionense, el lugar de nacimiento importaba poco; menos aún el nombre de un recién llegado, intercambiable por el de otros náufragos como él en el mismo tiempo germinal.

Sin saberlo, no sin pretenderlo, Pío encarnaría el espíritu del perfecto burgués sobre la creencia básica en la promoción individual. Y lo fue con empeño radical, forjándose a sí mismo desde la juventud. Ello no podía por menos que ocurrir en La Unión. Los lugares comunes del acendrado espíritu individualista del minero con redaños, del destino del partidario afortunado, o del esfuerzo del zagal convertido en empresario tras dar con un filón son propios de esta tierra. Definitivamente, el tópico mito del nuevo rico se asocia a suelo minero.

Reza la leyenda que, dispuesto a rebautizarse, Pío adoptaría un nombre definitivo, formidable, incuestionable y reconocible. Abrumado por la hu­mildad de su origen o víctima de un incontenido afán de notoriedad, Gil idealizaría la excelencia y el exotismo como un tótem-vacuna que le resarciera de la pobreza de su estirpe y de la su­puesta vulgaridad de su apellido. Se haría llamar igual que Giovanni Mastai Ferreti, quien, como Pío IX ("Pío Nono") reinaría entonces en el papado más largo de la historia (1846-1878).

Hablamos de la más célebre personalidad de la época. Con gran habilidad, Pío IX se había enfrentado al gobierno de Víctor Manuel y de Cavour quienes, finalmente, obtuvieron la incorporación de los estados pontificios al naciente Reino de Italia. Asimismo, Pío IX convocó el Concilio Vaticano I que defendió la infalibilidad pontificia, publicó la encíclica Quanta cura y el célebre Syllabus contra los errores modernos.

La leyenda añade que lo de sumar el apellido Wandosell a su capricho primero obedecería a estrictas razones de eufonía y de distinción. Iniciado en el trato mercantil con sociedades y técnicos extranjeros, deslumbrado por la dignidad del exotismo, Pío se persuadió de que el colmo del esnobismo habitaba en el porte y en la piel de los antiguos bárbaros del norte, moderna­mente rehabilitados como belgas, holandeses y alema­nes. Así se apropiaría de su Wandosell hasta la muerte.

Instalado en Las Herrería, Pío conocería los vientos de la Revolución Septembrina de 1868 y la agitación en la bisagra de un tiempo nuevo: la Reina destronada halló refugio en París, primer gobierno de Prim, nueva Constitución. Cambios acelerados en España y primera conmoción política en la Sierra: las desavenencias entre los residentes en El Garbanzal y Las Herrerías, en pugna por la capitalidad del municipio, culminan con la abrogación de la caduca Villa de El Garbanzal. La Unión será en nombre emblema del nuevo estado de cosas.

¿Partidario minero en busca de fortuna? Tal es la estampa que mejor cuadra con la aventura iniciada por Pío en Almería desde la Sierra minera de Gádor donde tantos alhameños hallarían trabajo¿quizá él mismo en sus años de zagal?.

Sin embargo, la primera actividad documentada de Pío Wandosell en la Villa de La Unión corresponde a la de un modestísimo "bodegón" (o "figón") establecido en el sector de Las Herrerías hacia 1870.

En efecto, no se debe desdeñar el papel de aquellos garitos en la economía minera. Puntos de reunión y de celebración del ocio masculino, los ventorrillos y bodegones de la Sierra acogieron también funciones como centros de contratación en el negocio minero por encima de la "oficialidad de la notaría". Espacios para el intercambio de información siempre útiles para el ambicioso partidario, mentidero de gentes de toda laya, los bodegones unionenses de hace siglo y cuarto reunían a los compañeros descubridores del filón convertidos en capitalistas asociados al vendedor de herramientas y explosivos, así como a los necesarios carpintero, herrero y fundidor. Sobre la mesa, a la luz de un quinqué, mínimas condiciones para el arranque de la sociedad formalizadas sobre papel de estraza (la contabilidad en libretas hechas con envoltorio de cartuchos). En medio de aquel escenario, que fue su primer mundo de La Unión, a Pío le bastaba observar, escuchar y terciar, sumar un tanto de codicia y su don natural para el comercio y apurar ocasiones. Así explicamos el origen de su fortuna legendaria.

 

Pío Wandosell Gil nació en Alhama la
Seca, provincia de Almería, hacia 1847,
hijo de Antonio y de Nicolasa Gil

Cuando Pío aún no era Don Pío, el escribiente que quiso anotar tan abstruso apelativo en el listado municipal de contribuyentes, fijó con extrañeza y preci­sión, sin enlazar, las letras del nombre. A continuación, la cosa tuvo su guasa: que un zagalón de Almería dijera apedillarse como un barón de Friburgo bastó para hacer trastabillar la mano del funcionario, quien apenas acertó a garabatear con prevención, torpemente, un engendro entre V y M y a ultimar el palabra con la mejor voluntad, según el ceceo de quien dictaba pero con el temor de mancillar con un error indeleble su reputación de escri­bano impecable. Total: Pío Wandosell ("Mendencel" o algo así sobre el papel) comenzaba a figurar con paso incierto en los cuadernos de registro.

Sucesivos registros municipales certifican el firme ascenso de Pío en la escala social de la villa minera. Desde su inscripción como regente de bodegón en Las Herrerías (1870), el censo electoral de 1875 consigna su incorporación al privilegiado grupo de vecinos con capacidad de voto, algo más de cuatro mil (4.291), en una población que superaba las 20.000 almas (inscrito en el tercer cuartel de Las Herrerías, acudía a la mesa electoral en la ermita del barrio).

Por entonces, Wandosell, a sus 28 años de edad, ya ha establecido domicilio en calle Méndez Núñez nº 28, residencia familiar a lo largo de más de 40 años. Aquel primer hogar consistía en dos casas de planta baja colindantes. Consta que, en 1884, Pío dispuso transformar su domicilio haciendo de las dos pequeñas casas iniciales una sola dotada, además, de planta principal. A finales de la década, Wandosell ocupa el puesto nº 107 entre los mayores contribuyentes del Municipio de La Unión. En 1890, obtuvo licencia municipal para levantar toda una manzana de viviendas ente las calles Tetuán, Méndez Núñez, Gloria (hoy Pérez Galdós) y Bailen.

II. La nueva estirpe

En La Unión coincidieron miles de destinos convocados por la ilusión de la prosperidad que des­pertaba la mina. Así llegaron Pío y, sucesivamente, los miembros de la familia Calvache Yánez: Ana y sus hijos: Dolores, nacida en 1850, Francisco que llegó hacia 1866 y Francisca, hacia 1870, naturales todos ellos de Alhama de Almería. Quizá hubieran planeado de este modo su progresiva instalación en la Sierra. Lo seguro es que todos ellos se habrían conocido como vecinos que fueron en Alhama ¿iniciaron su noviazgo en tierras almerienses Pío y Dolores?.

Cuando menos, todos ellos se reconocieron a su llegada a la villa minera. Para Pío, el asunto estaba claro. Con nuevas señas y el futuro abierto, Wandosell tenía decidido inaugurar una estirpe que dispersara la simiente del apellido por todo el orbe. Casó primero con Dolores, Pío y Lola se aplicaron al decidido propósito con la precisa resolución de un relojero. Los frutos de la pertinaz dedicación de la fértil pareja hubiesen bastado para consolidar el linaje del estreno. Se llamaron: José, Pío (1873), Julio (1875), Clotilde (1880), Pío (1881), Dolores (1883), Adolfo (1884), Adela (1886), Francisco (1886)...

Dolores Calvache murió en la madrugada del 12 de Abril de 1888, a los 38 años de edad, víctima de neumonía, pero Pío, empecinado en su trance, no cejó en el genuino empeño de esparcir la abundante sangre alhameña por el ancho mundo. Viudo por poco tiempo, volvió a casar con su joven cuñada para convertirse en esposa y madre de nueva prole, nudo fecundo con la vida que hizo proseguir el avance imparable del apellido en los nuevos vástagos: Emilio Justino nació el 7 de Octubre de 1889. Vinieron después: Emilia, Paquita, Aurelia, Gloria, Álvaro, Aurelio, Paquita II y otro Emilio... El cómputo global (disperso en registros diversos) alcanza el número de 23 hijos legítimos.

 

Tan pletórica fecundidad comportó un inconveniente no pequeño. Desaparecido el fundador de la dinastía, conocida su fortuna y la codicia de la prole, varias generaciones de notarios, registradores, comisio­nistas, corredores, aseguradores y leguleyos consagraron sus mejores oficios a la vana pretensión de esclarecer los exactos derechos de tan extensa nube de herederos. El sello de la uve doble se había multiplicado con furor impropio en tierras del sur: una montaña de escrituras, hijuelas, avales, declaraciones y palimpsestos amarillos certificaron el éxito del nuevo sonido, a la vez que apuntalaron la sed de justicia exigida por el clan innumerable.

La hoja censal de los Wandosell en la calle Méndez Núñez de La Unión, en 1910 certifica la implantación del apellido y de su parentela como un clan poderoso. En el nº 36, a modo de casa solariega, Don Pío, fundador de la estirpe, vive con Francisca, primero cuñada, luego esposa, de quien la separan veintiún años. A continuación, la nómina de los nueve hijos solteros que llenaban el hogar, con edades espaciadas entre los 1 y los 23 años. Todos ellos, eran la prueba de que el afán del venerable por propagar el apellido se había aliado con su triunfante naturaleza de toro, incansable en la capacidad para engendrar herederos cumplidos los sesenta años.

La relación nominal de sus hijos nos muestra la fijación del fundador por ciertos sonidos particularmente eufóricos. A la sombra de su predilección por la aristocrática sedosidad de la uve doble, con la que asoció sus nombres en la casa y en la logia, Pío mostró singular querencia por apelativos rebozados en la salsa de la "ele" cuando decidieron bautizar a Julio, Adolfo, Clotilde, Dolores, Adela, Gloria... Y manifestó escasa originalidad o manifiesta predilección por algunos motes cuando, para mayor quebranto de funcionarios de los siglos venideros, duplicara onomásticos en hijos e hijas de su fecunda sangre sureña: Francisco, Paquita 1ª y Paquita 2ª, Emilia y Emilio, Aurelia y Aurelio, Álvaro y Elvira.

Junto a la pródiga línea de los Wandosell-Calvache, encontramos otras familias de Alhama como la familia Blanes Calvache cofundada por María, cuñada de Pío que tienen dos hijos. Así mismo, el cuñado de Wandosell, Francisco Calvache Yánez, que residía en La Unión desde los 5 años, se casa con Josefa Guzmán, y son padres de 8 hijos.

En los inicios del siglo XX, hacia 1908, años de apogeo de La Unión, Pío Wandosell era el sexto mayor contribuyente del Municipio, con 1.305,34 ptas. anuales. Además, el patrimonio urbano de Pío en La Unión comprendía catorce edificios y solares de diverso valor: desde su estimable residencia en la calle Méndez Núñez hasta sencillas viviendas obreras rentabiIizadas en alquiler. Considerable fue, sin embargo, la extensión y el valor del suelo rústico que poseyó a finales del siglo XIX.

 

Viudo por poco tiempo, volvió a casar con su joven cuñada

Pío Wandosell no dejó pasar la oportunidad que le ofreció la tardía desamortización civil en la región murciana y, en 1896, adquirió en subasta, por cuatro perras (2.000 pesetas), con Serafín Fernández, diez fincas de los bienes de propios del municipio de Carta­gena enclavados en término de La Unión. En total, más de 70 Has. de suelo, que le permitieron reproducir el arquetipo del millonario convertido en terrateniente por la inversión de bienes raíces de los productos de la minería y de la fundición.

A principios del siglo XX, en el término municipal de Cartagena, Pío manifestaba ser propietario de varias fincas arrendadas a la Compañía Franco Española de Explosivos y Productos Químicos (luego Unión Explosivos Río Tinto) situados entre la ciudad y Escombreras emplazados en Las Balsetas, La Porpuz, Barranco del Infierno, La Batería, Dientes de la Vieja y Sierra Gorda.

A la muerte del patriarca, su patrimonio rústico en La Unión permanece intacto. Entre sus propiedades, probablemente lindantes con el lote desamortizado a finales del siglo XIX, en la Cañada de Mejías, denominada la "Hacienda Buenas Aguas" y después rebauti­zaba como "Villa Dolores" en memoria de su primera esposa, hasta ser definitivamente conocida como "Huerto Pío" en nuestros días. En el año 2001, con 4.005 Has. cedidas de aquella extensión, la Fundación Sierra Minera ha creado en Huerto Pío un parque ambiental y una explotación agroforestal de especies autóctonas.

Cuando la numerosa prole hizo pequeño el hogar, "Villa Dolores", con una extensión de varias hectáreas en las afueras de la ciudad, fue el necesario centro para la reunión, celebración y expansión gozosa que precisaba la estirpe de los Wandosell. Era un espacio acondicionado para solaz y recreo, también dispuesto para el trabajo donde se cultivaban higueras y almendros en secano y cereal regado con el agua de la noria.

No faltaron rencores contra el clan. En 1894, el Juez Municipal de La Unión ordenaría la busca y captura del autor o autores de los anónimos dirigidos contra el empresario, entre otros notables de la ciudad. Nuevos papeles amarillos certifican que Julio Wandosell, entre los mayores de la dinastía, dispuso de arma de fuego para su defensa (en 1903, el Ayuntamiento le cita para hacerle entrega de una pistola de su propiedad). Eran los tiempos turbios en que el caci­quismo que controlaba la Sierra recurría a la violencia como forma de coacción para reconducir "situaciones inconvenientes". Así, en la finca electoral en la que pugnaban maestristas y vasistas, cierto órgano señaló que "aún se apalea a periodistas republicanos cuando están hablando con la novia" ("El Rebelde", 1913).

Desde las cloacas del sistema, el matonismo sostenía con eficacia el tinglado del cacique. Y no había más: la necesaria humillación, el arte de la amenaza dibujaba como susurro, la vigilancia furtiva y el alzado de solapas cultivarían el miedo como forma de control social.

III. Pío, minero y fundidor

La relevancia de Pío Wandosell para la historia de la minería en la Sierra de Cartagena y La Unión queda atestiguada por las cifras. A principios del siglo XX , en 1909, en el momento de máximo apogeo de la minería en el distrito, las concesiones mineras propiedad de Pío Wandosell ocupaban una extensión de casi 500 Ha. en la Sierra de Cartagena. Figuraba, por este concepto, aparece en cuarto lugar en el conjunto de los propietarios de la zona, por encima de la suma de las superficies ocupadas por José Maestre y por Miguel Zapata (célebre "Tío Lobo" de Portmán), por ejemplo.

Las concesiones mineras de Don Pío se repar­tieron por todo el distrito de Murcia. En el término municipal de Cartagena fue propietario de explotaciones de plomo como "Virgen de los Llanos", "La Idea" (en la zona de El Gorguel); cerca, minados de hierro con "El Planeta" y sus demasías.

En La Unión, explotación de plomo en la popular mina "Manolita", con su demasía, cerca del "Cabezo Rajao", a cargo de la Sociedad "Jonquera y Wandosell". En el mismo municipio minero, minas de hierro como "Segundo Globo" y "Uno". En el Collado de Portmán, a finales del siglo XIX, fue dueño de la mina "Depositaría" y, en el descenso desde la Peña del Águila hacia la Rambla de la Boltada, de la mina "Más Alerta", de nuevo explotada junto a su socio Jonquera.

Las concesiones mineras de Don Pío se repartieron por todo el distrito de Murcia

También en los términos de Mazarrón y de Lorca poseyó Pío un imperio minero sellado por el signo de la uve doble en los parajes de Morata y Puntaron. Junto a las concesiones de apelativo singular, harto de bautizos originales en casa y en el monte, exhibió Wandosell su musculatura de minero fanfarrón al nombrar con un numeral sus propiedades que iban desde "la Uno" hasta "la Veinte y siete" y éstas, sólo eran una de sus propiedades en el sector pues contaba además con minas en Aracena, Sierra Morena (Norte de la provincia de Huelva), próximas a Río Tinto.

Sin embargo, la más patente expresión de su poderío se alzaba con la estela de humos de la Fábrica de "Fundición Dos Hermanos". Moderna y fotogénica instalación, ejemplo para especialistas, fue calificada en 1900 por el ingeniero de minas Luis Ruy Waamba como "una de las fábricas de fundición de mayor importancia". Con imponente batería de seis hornos Piltz de calcinación y reverbero, magnífico laboratorio y grandes pilas de mineral fundido en barras dispuestas para la exportación.

 

Hacia 1908, Pío Wandosell era el sexto mayor contribuyente del Municipio con 1.305,34 ptas. anuales

A finales del siglo XIX, la factoría contaba con dos máquinas con una potencia de 48 caballos, sólo equiparables a la de las fábricas "Orcelitana" y "Concepción" del Tío Lobo. En 1902 la Fundición "Dos Hermanos" fue catalogada como la tercera más valiosa del distrito (1 77.094 Ptas.). Escenario para el incesante desfile de recuas cargadas de mineral. Ventajoso emplazamiento en el mayor complejo industrial de la Región, en término municipal de Carta­gena en su límite con el de La Unión, inmediato a los cabezos que estrechan el paso a la ciudad minera por el este. Disponía de una amplia explanada para las operaciones de aprovisionamiento de materiales y salida de productos. Contaba para ello con un ramal de vía que enlazaba con el ferrocarril de la Sierra.

Por encima de todas las cosas, Pío se sentía "fundidor", como tal se identificaría en documentos reveladores. Primero, la transformación de la piedra en metal; luego, la obediencia de la materia prima al infinito repertorio de formas y utilidades. Cautivado por la alquimia inexorable de aquellos procesos, le apasionaban como metáfora del cambio por la inteligencia y el esfuerzo, o sea, como completa fábula de sí mismo. Cuentan que Pío conoció la plenitud el día en que estampó su nombre sobre un lingote de plomo al rojo (marca de fábrica). Era el exacto resumen de todas sus ansias: el triunfo de la pericia aplicada a la forja de su apellido.

Precisamente, junto a esta industria tuvo lugar el episodio más trágico en la historia del movimiento obrero en el distrito. Planteada huelga general en la Sierra, en reivindicación de diversas mejoras salariales y de las condiciones de trabajo, el 7 de Marzo de 1916, al pasar por El Descargador, miembros de las sociedades obreras de Alumbres y La Unión vieron salir humo de la fábrica de Pío Wandosell. Indignados por la traición de los esquiroles, se situaron junto a la entrada de la factoría. La acometida de las fuerzas de infantería y de la guardia civil provocó 8 muertos y 16 heridos, en su totalidad de las filas obreras.

Comprometidos sus intereses con los de la ciudad minera, los Wandosell participaron activa­mente en iniciativas diversas, Pío Wandosell fue miembro de la comisión que, en 1882, acordaría la instalación del Hospital Municipal minero de La Unión. Así mismo lo encontramos en:

- En el verano de 1893, fue suprimido por Decreto el Juzgado de 1a instancia de La Unión. Tres años más tarde, una ley admite la posibilidad de su restablecimiento bajo condiciones, entre ellas la de la garantía de pervivencia económica del mismo. El Ayuntamiento de La Unión convocó entonces a las clases acomodadas de la ciudad para constituir el depósito que permitiera solicitar la recuperación del órgano judicial. Nueve empresarios, que formaban la plana mayor de la minería local, contribuyen para ello con 1.089 ptas. cada uno. Así, los Maestre, Zapata, Salmerón, Martínez Vidal y, por supuesto, Pío Wandosell Gil. Al fijar el fondo de garantía, propiciaron que el Juzgado de Instrucción y de 1a Instancia de la Unión quedase restablecido por Real Decreto de 26 de Octubre de 1896.

- En Octubre de 1864, Pío figura como vocal de la Junta Directiva del proyecto de túnel para cruzar la Sierra minera entre La Unión y Portmán ("Gaceta Minera", 21-10-1894).

Fabrica de "Fundicion Dos Hermanos"
El monopolio del Estado en la fabricación y distribución de explosivos gravaba desorbitadamente la explotación minera. En algunos centros se temió el cese de la actividad y el paro extendido entre los obreros. De este modo, el Ayuntamiento de La Unión convocó el 19 de Septiembre de 1897 a los más relevantes empresarios mineros para afrontar el alza de precios que llegó a duplicar el coste del producto, por otro lado. Fundamental para la economía de la zona. Allí se sentaron: Miguel Zapata, "Tío Lobo" de Portmán, José Maestre,

Joaquín Peñalver ("El Piñón"), entre otros, junto a Wandosell. En Febrero de 1899, Don Pío acompañaría a José Maestre y a otros desta­cados prebostes de la minería del distrito en la Asam­blea de Productores de la Unión Minera de España celebrada en Zaragoza, donde solicitarían la suspensión del monopolio.

- En 1897, cuando se inicia una suscripción para la apertura del Asilo de Huérfanas de Mineros, José Julio y Pío Wandosell, hijos del alhameño, contribu­yeron con participaciones de 2.000 y 5.000 pesetas, respectivamente, sólo superadas por la aportación del propio Ayuntamiento.

La más patente expresión de su poderío se alzaba con la estela de humos de la Fábrica de "Fundición Dos Hermanos"

- Por otro lado, en contra del mito de la opulenta ciudad minera, La Unión vive intensas crisis aliviadas por el auxilio de las instituciones benéficas: los obreros sufren de hambre. En Enero de 1898, Pío entrega un donativo de 250 pesetas y otros de menor cuantía para acrecentar los fondos de la cocina Económica. El mismo Wandosell se comprometería a facilitar 100 libras diarias de pan a las familias de los mineros en tanto que perdurase la conflictiva situación en la cuenca.

- Por supuesto, también participaría D. Pío en la fundación del "Liceo de Obreros" el 1 de Enero de 1901, creado para la formación de la clase proletaria y de los niños desamparados. Entre los discursos de la jornada inaugural, breve parlamento de Wandosell, uno de los benefactores del centro.

- Crisis generalizada de la economía minera en la zona (1902). En el Círculo Mercantil de la Unión se arbitran propuestas para su alivio: caridad para con los más pobres y diversas obras para los obreros en paro. En la bolsa creada para sostener esas inversiones, contribución insuperable de D. Pío Wandosell con 30.000 pesetas.

- Pío Wandosell figura como accionista del Banco de Cartagena, entidad financiera constituida en 1900.

IV. Pío y la política: Wandosell republicano

Probablemente imbuido de la tradición republicana alhameña, Pío Wandosell encabezaría la difusión de este ideario en su tierra de adopción. No en vano, Alhama de Almería, cuna de Pío, también lo había sido de Nicolás Salmerón, uno de los presidentes de la Primera República Española, de quien la villa adoptaría la denominación oficial de Alhama de Salmerón.

Con su heredado republicanismo a cuestas, Pío Wandosell fue uno de los capitostes del Partido Republicano de La Unión durante años: vicepresidente del comité del Partido Republicano Progresista (1886) y responsable del mismo algún tiempo después. Tuvo el republicanismo amplia implantación entre los intelectuales de la villa minera. A finales del siglo XIX llegó a contar con medios de expresión como los semanarios: "El Eco de La Unión", "El Progreso", "El 11 de Febrero" y "La Orquesta". La sede de los republicanos progresistas en La Unión radicó en el edificio "La Cooperativa" y "El Progreso", centro predilecto para sus reuniones y actual Casa Consistorial de La Unión.

Por entonces, el juego político en La Unión, dominado por el imparable tren del bipartidismo tenía los días contados, de modo que, con la excepción del acaudalado líder Wandosell, el republicanismo local sería desplazado de los cenáculos del poder. Pío desempeñó el cargo de concejal del Ayuntamiento de La Unión por el Partido Republicano en dos períodos: de 1860 a 1893 y de 1910 a 1912.

En efecto, Wandosell no halló sitio en el carro político ganador guiado por ciervistas y maestristas. Ni falta que le hacía, porque ostentaba el poder que dimanaba de su inmensa fortuna y del control de un imperio económico fundado en la explotación minera y en la industria de la fundición. Tamaña reputación fue llave para todas las puertas. Por eso, a pesar de que no pasara de concejal, Pío alternó con diputados, ministros y presidentes de diverso signo político y agasajó a notables del Reino. Felicitado como anfitrión insuperable, así sucedió con el célebre diputado Rafael Mª de Labra. Igualmente, mantuvo una estrecha amistad personal con el patriarca del republicanismo español, Emilio Castelar, Presidente de la I República Española y destacada figura política en la España de la Restauración hasta el fin de sus días.

Así, apartado durante años de la actividad política, Castelar decidió incorporarse a la candidatura republicana en las elecciones generales de Abril de 1899. Precisamente animado por sus amigos de Murcia ¿Pío Wandosell entre ellos?, Castelar confirmó su participación en los comicios y fue elegido diputado republicano por esta provincia. Apenas unos días después, Don Emilio fue homenajeado por sus partidarios con ocasión de la entrega del "Mensaje de las cien mil firmas", acto de adhesión al ilustre patricio y de afirmación republicana. Allí, en su domicilio de la calle Serrano de Madrid, en la noche del 5 de Mayo de 1899, se encontraron las personalidades más destacadas del republicanismo español del momento. Naturalmente, entre ellas, se hallaba Pío Wandosell al lado del venerable maestro.

Castelar vive entonces sus últimos días. El 17 de Mayo salió de Madrid con dirección a San Pedro de Pinatar, invitado por el matrimonio Server Spottorno en su residencia, "Casa Server" o "Casa del Reloj". Días después, la prensa madrileña publicaría alarmantes rumores sobre la salud del político. En la capital, Pío Wandosell acude al domicilio de Martín de Olías en busca de noticias. Como nada se sabía, remiten, con el doctor Bernardo Herrero, un telegrama a San Pedro del Pinatar rogando contestación inmediata para decidir, según la respuesta, marchar a Murcia aquella misma noche.

Confirmado el fallecimiento de Castelar el 25 de Mayo, llegaron a San Pedro personalidades de toda España. Por supuesto, también de Cartagena y de La Unión con sus corresponsales de prensa. Sobre el féretro, una corona de pensamientos enviada por el Círculo Republicano de La Unión, probablemente por iniciativa de Wandosell, su buen amigo y admirador.

Relacionado, a lo largo de su prolongada estancia madrileña, con los principales dirigentes del Partido Republicano, probablemente llamado a desempeñar altas responsabilidades dentro del mismo, Pío abandonó la carrera política nacional tras la desaparición de su admirado maestro. Así lo señaló la prensa cartagenera: "si su modestia no se lo hubiera impedido, habría desempeñado altos cargos en la política, de la que se retiró a la muerte de Don Emilio Castelar, con quien le unía íntima y leal amistad.".

V. Pío masón

Uncida la tradición republicana de su tierra natal, la filiación masónica de nuestro personaje, Pío Wandosell figura como miembro, en 1891, de la sociedad masónica Firmeza de la Ciudad de la Unión (1888-1897) y del Consejo de Caballeros Kadosh El Thader de Murcia al que perteneció desde 1890, algo así como el selecto club integrado por los más emi­nentes masones de la Región murciana entre los años 1888 y 1892.

Significativamente, Pío adoptaría como nombre simbólico en la logia local el de "Washington", apelativo tan altisonante como el propio apellido Wandosell (Pío denotaba así su predilección por la distinguida uve doble).

En La Unión halló Wandosell algo así como un "alma gemela", dueño también de apelativo singular. Se llamó Andrés Teulón Bisso. Como Pío, fue minero, rico, masón y benefactor del pueblo, de exótico apellido y de corazón republicano. Al igual que Wandosell, observaría fidelidad sin fisuras al jefe nacional del partido, Emilio Castelar, de quien conservó el busto de bronce.

En la logia Firmeza de La Unión, Teulón figuraría con el nombre simbólico de Teodomiro (1888-1891) y ocuparía, en 1888, la dignidad de Maestro de ceremonias y el de Venerable maestro entre los años 1889 y 1891. Miembro del incomparable Consejo de Caballeros Kadosh El Thader de Murcia. En La Unión sería conocido, sobre todo, como fundador y director indiscutible de la Brigada Municipal de Bomberos.

De este modo, en la logia y en el partido, Pío y Andrés resultaron hermanos y compañeros. También en los dineros, integraron la "Razón social Wandosell y Teulón". Finalmente, fueron vecinos en la ciudad de los muertos y levantaron, en la avenida central del cementerio de La Unión, dos de los más vistosos panteones del camposanto minero. Sepultura convencional la erigida por Wandosell. Nada común, sin embargo, el mausoleo de Teulón, proyecto originalísimo encargado al excelente maestro de obras local José Méndez (1901). Modelo paganizante en su estructura piramidal, con cámara subterránea circular en tres plantas con doce nichos. En superficie, con el remate del obelisco que sostiene la cruz, el panteón se acerca al concepto de un monumento funerario exclusivo.

VI. Pío en Madrid

La conexión madrileña de los Wandosell nace en la década de 1890. Allí Pío mantuvo hogar y despacho, en calle Arenal nº 22, hasta el año 1905, cuando regresó a tierras murcianas (calle Carmen nº 2-4-6 de Cartagena). Constatamos que su hijo Julio ya residía en la capital como estudiante en 1894. Además, durante la estancia de la familia Wandosell-Calvache en Madrid nacieron sus hijos Aurelia (1896) y Álvaro (1901).

En la villa y corte, Pío Wandosell ejercería como "millonario". Así lo pinta Juan de la Cierva en sus memorias. Por entonces, con un mucho de fanfarronería, Pío se titulaba a sí mismo como "Rey de la Bolsa". En efecto, en el vaivén del juego bursátil luciría Wandosell las habilidades adquiridas en los gajes del trapicheo veintitantos años atrás, en el bodegón que regentara en Las Herrerías.

En la capital, relacionado con la aristocracia del dinero (que no entiende de política), el republicano Wandosell, en permanente conexión con los dirigentes de su partido, también estableció amistad con relevantes

 

Uncida la tradición republicana de su tierra natal, la filiación masónica de nuestro personaje, Pío Wandosell figura como miembro, en 1891, de la sociedad masónica Firmeza de la Ciudad de la Unión

miembros del Gobierno Conservador. Dotado de un olfato especial para los negocios, jugando en bolsa, Pío todo lo sabía y casi siempre ganaba, apurando hasta el límite. A veces, arriesgaba más allá de la temeridad. A ello le impulsaba su sangre de jugador rescatado del fango por un golpe de fortuna. Íntimo amigo del Ministro de Hacienda López Puigcerver, a quien visitaba a diario, siguió con diligencia su consejo de ruleta rusa: "Al alza, juegue usted al alza".

En 1899 llegó la prevista catástrofe. Y Pío cayó con el desplome general de los valores de aquel año. Aunque fueron enormes las pérdidas, el "Rey de la Bolsa" no se arruinó por completo porque la mediación del Gobierno hizo reaccionar los valores.

La estancia madrileña de Wandosell esconde nuevas sorpresas, de modo que Pío-pionero también lo fue en el entonces casi inédito mundo del fútbol. Así, hallaremos la insignia de la uve doble en los orígenes de cierto club centenario, en los inicios del Real Madrid, Club de Fútbol. Las orillas del río Manzanares, el camino de El Pardo, los parajes de Puerta de Hiero, Moncloa, Retiro..., cualquier desmonte o descampado de la villa y corte se transformaba por entonces en improvisado y desigual terreno de juego gracias a la pasión de los primeros adictos al balompié. Apenas veintitantos socios y el empuje de unos cuantos jóvenes que, faltando los suficientes para formar un equipo, colocaban un portero, dos defensas y, según el número disponible, tres o cuatro delanteros. Entre aquellos jugadores, ¿cómo no?, los hermanos Wandosell: Julio, Pío y Adolfo.

Probable gancho para la incorporación de los unionenses al Madrid de los primeros tiempos resultaría la presencia previa de los hermanos cartageneros Miguel y Alvaro Spottorno Topete (éste último en la primera junta directiva de la entidad como vocal y como jugador en 1902).

Los Spottorno eran miembros de una de las dinastías más sólidas de la burguesía cartagenera, con múltiples intereses vinculados a la política, al comercio y a la minería, en comunidad de intereses con la estirpe fundada por Pío en La Unión. Quizá también la fortuna del primer Wandosell, respaldando al club de fútbol en sus inicios, facilitara la integración de sus hijos en la entidad.

 

La conexión madrileña de los Wandosell nace en la década de 1890. Allí Pío mantuvo hogar y despacho, en calle Arenal n° 22

 

De este modo, incorporados a fuerza de pesetas al dominio burgués, los Wandosell se sumarían a la moda que exigía la residencia en Madrid y el ocio como sello de triunfo social para contender en esnobismo con las rancias familias de toda la vida. Todo el equipo de vestuario, botas y balones corría a cuenta de los socios, que simultaneaban esta condición con la de directivos y jugadores en este fútbol de organización embrionaria. Pero unos podían comprar más balones que otros, de manera que la riqueza de las minas de nuestra Sierra permitiría, en sorprendente carambola, que los hermanos Wandosell de La Unión entraran en el Madrid Foot Ball Club por la puerta grande.

VIl. Final

En Febrero de 1920, iniciada la crisis de la minería subterránea en el distrito, Pío Wandosell solicitó baja definitiva como vecino de La Unión por haber decidido trasladar su residencia a Cartagena. Poco después, el día 21 de Julio de 1920, falleció Pío Wandosell en Cartagena a los 72 años de edad, "víctima de la penosa enfermedad que desde hace algún tiempo venía sufriendo con cristiana resignación". La nota necrológica publicada por El Eco de Cartagena quiso fijar así las señas indelebles de su personalidad: "acaudalado minero", "hombre humilde que con perseverante esfuerzo logró conquistarse una envidiable posición social, gozó de gran popularidad en toda esta Región...". Pío Wandosell fue enterrado en La Unión, en el panteón familiar levantado en la avenida principal del cementerio. La familia dispuso funerales en la Iglesia del Carmen de Cartagena y en la de San Nicolás de Bari, en Alhama de Almería, su villa natal.

Demostración del prestigio adquirido por Pío resulta la relación de prelados que concedieron indulgencias con ocasión de su muerte: Nuncio de S.S. en España, Arzobispo de Zaragoza, y obispos de Sión, Granada, Cartagena, Huesca, Valencia, Madrid-Alcalá, Vitoria, Zaragoza, Calahorra, Orihuela, Jaca, Plasencia, Burgo de Osma y Pamplona.

El genuino "hombre de acción", encarnado por Pío, no se anticipa a su tiempo, sino que construye la historia arrojándose al torbellino. Todo en el acontecer wandoselliano se ofrece según este modo de actuar que consiste en consumirse en el corazón del suceso Así, la impresión resultante no es la de un personaje inmerso en el tiempo, sino la de un individuo solicitado por la historia.
Wandosell se llevó a la tumba un saco de enigmas. Hoy hemos atendido a algunos de ellos.


VIII. Apéndice. Después de Pío

Adolfo Wandosell Calvache, hijo de Pío, defensa del recién nacido "Madrid Football Club" y tesorero del mismo, casó en 1915 con María de las Mercedes de Echevarría y Carvajal, Marquesa de Arneva desde 1907. Por esta vía llegamos a José María Wandosell y Lloret, Marqués de Arneva desde 1987.

Pío adoptaría como nombres simbólico en la logia  local el de "Washington"

A su vez, la hermana de aquélla, Mª de la Concepción Echevarría y Carvajal, Marquesa de Villalba de los Llanos, había contraído matrimonio con Miguel Zapata Hernández, hijo del "Tío Lobo" de Portmán. Emparentaron así, en segunda generación, como cuñados, dos de los linajes prominentes de la Sierra.

Tan frondosa estirpe fundada por un minero de fortuna y recreada por dandys futbolistas que alternaron con la aristocracia del dinero y de la sangre, deparó otras figuras apasionantes de su genial extravagancia. Fue el caso de Antonio Calvache, esposo de Aurelia Wandosell, hija del Pío el patriarca. Antonio Calvache murió el 31 de Enero de 1984, a los 88 años de edad. En su necrológica figuran los títulos de "torero y fotógrafo". Sin embargo, cuando, a su muerte, funcionarios del Ayuntamiento de Madrid entraron en el destartalado piso de Atocha, 49, encontraron un vertedero de basura y valiosas pertenencias que consideraron desperdicios según recogía El País el 21 de agosto de 1994.

Antonio Calvache había sido el fotógrafo de "el todo Madrid" de los años veinte, fotógrafo de toreros, de actrices en ciernes y consagradas, de damiselas de sociedad y de la Reina Victoria Eugenia. Madrileña encarnación de "El Gran Gatsby", "amante de las fiestas ruidosas pagadas de su propio pecunio, Calvache dirigió tres películas y fue reportero de guerra al servicio de Falange en los años de la contienda. Apenas hay datos sobre él. Su pista se pierde en Madrid en los años cuarenta y regresa veinte años después para hundirse en la pobreza.

Habitual en el Rastro y en los jardines del Paseo del Prado, vendía su propia obra. Sus fotografías, desperdigadas, aparecen hasta en los bares. No es extraño que las hubiese cambiado por cañas o tapas para sobrevivir.

"Sic transit gloria mundi"...

 

 

1 .-Este trabajo constituye el contenido de una conferencia ofrecida por el autor.