EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 19 ALHAMA Y SUS CALLES
     

"Existimos mientras alguien nos recuerda"

José Ortega y Gasset

 

 

 

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Alhama y sus calles

María Carmen Amate Martínez, Instituto de Estudios Almerienses

Con este título iniciábamos en el número 18 de El Eco de Alhama una serie de pequeños artículos con el propósito de favorecer el conocimiento de aquellas personas, que con su hacer diario, con su entrega y dedicación en el desempeño de su actividad cotidiana, fueron acreedores de perpetuar su recuerdo bajo el nombre de una calle. Alhama y sus gentes trataron de corresponder, de algún modo, con la deuda contraída con algunos de sus vecinos y vecinas, que hicieron del servicio a los demás una forma de vida.

La calle....

Si miramos con cierto detenimiento un plano callejero de Alhama, observamos que la Calle de los Médicos aparece como la arteria o eje central en torno al que se articula el entramado urbano. Es esta calle, una vía relativamente nueva, algo más de cien años conforman su historia y es un ejemplo más de las transformaciones y mejoras que el municipio vivió en las últimas décadas del siglo XIX como resultado de la implantación masiva del cultivo de la "uva del barco". El notable vigor que Alhama experimentó a partir de 1880 se traduce en la ampliación de su casco urbano, y de esta manera el antiguo camino de Almería (1) o la Calle Real, así se la llamó en los primeros años del siglo XX, se integra en la red de calles y callejuelas del pueblo.

De manera breve, su historia ya ha sido tratada con anterioridad (2), y especialmente en el trabajo dedicado al tramo correspondiente a la Calle del médico Cristóbal Rodríguez López. Hoy abordamos, desde estas líneas, el tramo restante: el que se inicia en la intersección de la calle de Los Salmerones y finaliza en el Paseo de Nicolás Salmerón, tarjeta de presentación y orgullo de Alhama.

 
 

Medio siglo separan estas imágenes

Si bien el primer tramo de la calle de los Médicos constituía el eje comercial y de servicios del pueblo -era y sigue siendo una zona de comercios por excelencia- este segundo tramo se ha destinado, tradicionalmente, a zona residencial con espléndidas viviendas. Aún podemos encontrar algunos ejemplos de estas viviendas decimonónicas de rica y ornamentada fachada, muy del gusto de la época y provistas de huertos o amplios jardines. Son espacios destinados al asueto de sus moradores, en plena consonancia con el status social y económico de sus propietarios: agricultores dueños de abundantes parrales, o bien propietarios de empresas auxiliares: barrilerías, molinos de corcho o firmas exportadoras, relacionadas todas ellas con la uva, bien con su cultivo o con la exportación.

Un magnífico ejemplo de este tipo de vivienda, en perfecto estado de conservación, lo constituye la casa de Santiago Martínez, propietario, exportador y uno de los mayores contribuyentes del municipio en los primeros años del siglo XX. Otro ejemplo de estas viviendas burguesas, aunque en peor estado de conservación, es la casa de Gabriel Tortosa, también la de Tomás Martínez López o la ya desaparecida de Diego Castilla.

Alguna de estas construcciones recogieron en sus fachadas elementos clásicos propios de la corriente modernista tan en boga en los años veinte del pasado siglo.

Si nos hubiese sido posible recorrer esta calle un día cualquiera de la primera mitad del pasado siglo XX, habríamos encontrado en ella, la carpintería de Roque Muñoz, la tienda de comestibles de Librada "la Marchaleja", la confitería de Cristóbal Rodríguez "el confitero", la tienda de tejidos de Antonio Vázquez Rodulfo y bares como el de de Tomasico, en la esquina del mismo nombre, o el bar de Pepe el del Estanco, transformado años más tarde en expendeduría de Tabacos, frente a la fragua de Antonio "el de Elena". Unos metros más abajo la placeta del Rubio y su pequeño negocio de arreglo de zapatos.

Antigua casa de Diego Castilla. Una de las viviendas mejor conservadas de la época

 

Las etapas de crisis de la economía, propiciadas por el hundimiento del cultivo uvero, junto a los trágicos acontecimientos sociales y políticos acaecidos en el transcurrir de la última centuria, han mermado de manera considerable el patrimonio inmueble de esta calle. Las ricas construcciones familiares de esos años, símbolos del esplendor de una época, han ido desapareciendo. Hoy, salvo honrosas excepciones, son muy escasas las viviendas familiares que se conservan (3), la mayoría de ellas solo perviven en el recuerdo o en las desvaídas fotos de la época.

Una vida de dedicación y servicio

Con frecuencia la memoria de los pueblos conserva un acervo de pequeñas historias, también de anécdotas, que se transmiten de una generación a otra, y que, a primera vista, parece que son conocidas de todos. Sin embargo, cuando se trata de profundizar algo más en esas historias es muy poca la información que aflora. Este puede ser el caso de aquellos médicos que murieron en la epidemia de gripe y de ahí el nombre de la calle de los Médicos. Apenas unas frases más hemos obtenido de la población más joven de Alhama al preguntarle sobre ¿quiénes eran los médicos Rodríguez e Ibáñez?

El acta del Pleno municipal del día 19 de noviembre de 1918 recoge la iniciativa del Sr. Concejal D. Manuel Granados López -aprobada por unanimidad en el Pleno- de dejar constancia escrita de la gran labor realizada " por los Srs. Médicos titulares de este pueblo, D. Manuel Rodríguez López, D. José Ibáñez Salmerón y por el practicante Municipal […] en el desempeño de su difícil misión durante la epidemia de la grippe, los cuales merecen por parte del Municipio los mayores elogios que ha de traducirse en hacerlo constar en acta para satisfacción de los interesados (4)...

Tramo central de la calle Médicos Rodríguez e Ibáñez en los primeros años del siglo XX

Apenas habían transcurrido unos meses desde este acuerdo cuando la Corporación Municipal, integrada por el alcalde Antonio Delgado Rodríguez y los concejales José Marín López, Manuel Granados López, Antonio Navarro Sánchez, Eleuterio Rodríguez Gil, Cristóbal Rodríguez Boti, Tomás Martínez López, Manuel Rodríguez Rodríguez, hijo mayor de uno de los médicos fallecidos, y Bernardo Gil López, en representación del pueblo y consternados por el fallecimiento casi simultaneo de los dos médicos a causa de la temible epidemia de gripe que invadía Alhama, acuerdan, y así quedó recogido en el Acta de Pleno de 15 de Marzo de 1919 " …perpetuar en este pueblo la memoria de estos mártires de tan sagrado ministerio por medio de un homenaje adecuado [ …] y por unanimidad se adoptan los siguientes acuerdos:

1º que se erija en sitio adecuado de la población un monumento o estatua que perpetúe la memoria de los médicos titulares D. Manuel Rodríguez López y D. José Ibáñez Salmerón que será costeada por suscripción popular y la encabezará este Ayuntamiento.

2º que conste en Acta el sentimiento que embarga a la corporación por pérdidas tan irreparables.

Que se levante la Sesión en señal de duelo y que se anuncien estas vacantes en el Boletín Oficial. " (5)

 

La epidemia de gripe declarada en el año 1918 que asoló el país y que afectó sobremanera a la provincia de Almería, constituyó una de las múltiples causas que vienen a explicar el pronunciado descenso de población que se vivió en Alhama en solo una década: entre los años 1910 y 1920 el censo de población perdió casi dos mil habitantes. Fue esta epidemia la última gran crisis natural que afectó a España y que en el caso concreto de Alhama, elevó las cifras de mortalidad a unos niveles propios del antiguo régimen cuando ya se habían superado las altas cifras de mortalidad propias de siglos anteriores.

Así, desde los últimos meses del año 1917, fechas en las que se declara la epidemia, hasta los meses finales del año 1919 murieron cuatrocientas noventa y ocho personas aquejadas por este mal. Entre ellos los médicos del pueblo Manuel Rodríguez López y José Ibáñez Salmerón, víctimas de esta temible epidemia mientras trataban de mitigar el sufrimiento de la población y de frenar la mortalidad.

La entrega absoluta y la exposición continuada de estos profesionales, aún a costa de perder la propia vida, es digna de mención. Hoy resulta difícil tratar de comprender el estado de angustia y de miedo que envolvía a la población, temerosa en todo momento del terrible contagio de la enfermedad. En este ambiente de temor, las figuras de los médicos titulares adquieren una relevancia inusual al constituirse en el único elemento de ayuda y consuelo para los enfermos. Recuerdos, en este sentido, nos aportan doña Mª Dolores don José y doña Mercedes Ibáñez, nietos de uno de los médicos al recordar detalles y vivencias trasmitidas por su familia:

"Los propios médicos pedían a las familias que evitaran acercarse a los enfermos, -trataban por todos los medios de evitar el contagio de la enfermedad- así que era muy frecuente que mi propio abuelo, -igual don Manuel Rodríguez- atendiera a los enfermos en sus necesidades más primarias e incluso llevándoles la comida y ayudándoles a alimentarse"

No es nada extraño que la propia Corporación municipal acordara reseñar la actitud meritoria de estos profesionales al tiempo que, les aconsejaba cierta prevención por el enorme riesgo que cada día corrían. Los días 10 y 11 de Marzo de 1919, cuando la epidemia de gripe comenzaba a declinar, la muerte puso fin a la vida de los médicos titulares del pueblo. Alhama había contraído una deuda de honda gratitud con estos vecinos que se materializaría en los acuerdos adoptados para perpetuar su nombre: de una parte, al dedicar a su memoria la calle principal del pueblo; de otra, en una lápida de reconocimiento que presidiría el salón de Plenos de la Casa Consistorial del Ayuntamiento de esta localidad. Ha transcurrido casi un siglo y el acuerdo sigue vigente.


 

José Ibáñez Salmerón.

Algunos datos biográficos

  "Querido sobrino Pepito: acaso creerás que había olvidado contestar tu cariñosa carta y que iba a desoir tu ruego de prestarte ayuda para continuar tus estudios... ."(6)

De este modo, desde su exilio en París, don Nicolás Salmerón respondía a la petición de ayuda para continuar los estudios de su sobrino José Ibáñez Salmerón, cuando finalizaba el verano del año 1884, y éste, Pepito, acababa de finalizar sus estudios de Bachillerato en Almería.

Había nacido Juan José en Alhama la Seca el día 7 de Marzo de 1866, según consta en su partida de bautismo. (7) Era hijo de Alejandro Ibáñez Gil, agricultor, y de Francisca del Rosario Salmerón Alonso, hija del médico del pueblo don Francisco Salmerón López.

La escasa documentación localizada referida a los primeros años de la vida de José nos impiden trazar algo más que un breve bosquejo. Sin embargo contamos con un documento epistolar, una carta escrita por Nicolás Salmerón a éste -conservada por la familia Fernández Ibáñez- que nos aporta una riqueza de datos inmensa para comprender la grandeza interior y de principios de este personaje. (8)

           

Es posible que aprendiera las primeras letras, igual que otros muchos niños del pueblo, con su abuelo materno, el médico y gran latinista Francisco Salmerón "Papá Frasquito" según le llamaban en Alhama, quién, seguramente, le haría participar de la pedagogía de la época "la letra con sangre entra" tan habitual en la formación de los jóvenes en estas fechas que nos ocupan.

En el curso 1879-80 lo encontramos en el Instituto de Enseñanza Secundaria de Almería matriculado en el primer año de bachillerato. Allí realizó sus estudios de Bachiller, y por su expediente académico podemos conocer las materias estudiadas y los brillantes resultados que obtuvo. Así, en el mes de Junio del año 1884, José Ibáñez Salmerón obtiene el título de Bachiller con la calificación global de Sobresaliente. Una vez más la influencia familiar manifestada en un desarrollado sentido de la responsabilidad y del deber cumplido, debió de resultar decisiva en esta primera etapa de la formación intelectual del personaje.

A estos meses de verano de 1884 corresponde la citada carta y de ella deducimos, por las indicaciones concretas que le da don Nicolás, que el joven José Ibáñez Salmerón cursó los estudios de medicina en la madrileña Universidad Central. La información aportada por la familia Ibáñez alienta esta hipótesis recordando, además, que durante estos años de estudiante en Madrid, con escasos recursos económicos, José trabaja como mancebo en una farmacia para costear, en parte, sus estudios.

La lectura de esta carta encierra un universo ético y de responsabilidad que, a modo de radiografía, deja al descubierto la enorme categoría moral del personaje que la escribe: Nicolás Salmerón y Alonso; y también, con la distancia que nos ofrece el tiempo, podemos comprobar que no era menor el sentido ético y moral de quién la recibe: el joven José Ibáñez Salmerón.

Don Nicolás Salmerón, con la grandeza propia de los grandes espíritus, da a su sobrino José una serie de recomendaciones orientadas, todas ellas, a la formación de un espíritu recto y de una moralidad sin tacha. El sentido de la responsabilidad, de la solidaridad y el de la entrega a los demás, adquieren categoría de mito.

Pertenece José Ibáñez a una familia de agricultores con escasos recursos económicos, como lo prueba la plaza gratuita que obtuvo para cursar los estudios de Bachillerato o de Segunda Enseñanza en el Instituto de la capital. De ahí la petición de ayuda que hace a un familiar, en este caso a don Nicolás Salmerón, hermano de su madre, para alcanzar el sueño de cursar estudios universitarios. Salmerón le ofrece ese apoyo económico, y, lo que resulta más entrañable, línea tras línea le va aportando una serie de recomendaciones destinadas a la formación de ese pensamiento ético al que nos hemos referido con anterioridad.

Le hace ver el importante compromiso que adquiere con él mismo, con su familia y con la sociedad al tomar esa decisión de continuar sus estudios "... e de proporcionarte los medios a mi alcance para que, si te sentías con afición y aptitud a una carrera científica, pudieras aprovecharla en tu bien, en el de tu padre y en el de tu hermana, además de servir cultivando tus dotes intelectuales, al progreso de la sociedad por la cual debe interesarse vivamente todo hombre medianamente culto."

Le pide un esfuerzo continuado y altas dosis de responsabilidad en el cumplimiento de sus tareas como estudiante: " hazte cuenta que si hubieras de ganarte la vida como obrero del campo ó de una industria, tendrías que trabajar ocho o diez horas; pues eso á lo menos debes imponerte como regla constante trabajar en la ciencia a que te dediques..."

No son estos sino una pequeña muestra del ideario que impregna este documento en el que la exaltación de los valores morales del individuo es una constante.

Hoy, al adentrarnos en estas vidas a través de los documentos que estos personajes han ido dejando, como testigos de su hacer diario en un espacio geográfico y temporal determinado: Alhama, siglos XIX y XX, observamos el grado de asimilación que el joven Pepito hizo de las recomendaciones de don Nicolás. La muerte de José Ibáñez Salmerón el día 11 de Marzo de 1919, víctima de la epidemia de gripe, con cincuenta y tres años de edad en su domicilio de la Calle de Almería (9)-calle que hoy lleva su nombre- fue solo el epílogo de una vida en la que las palabras responsabilidad y entrega a los demás alcanzaron sus cotas de significado más altas.


           

Manuel Rodríguez López

Algunos aspectos de su vida…

           

Un día 4 de Mayo del año 1853 nacía en Alhama la Seca Manuel Rodríguez López, hijo de Manuel Rodríguez y de Teresa López. Fueron sus abuelos paternos Cristóbal Rodríguez y Raimunda García y los maternos, Diego López y María Nicolasa López. Todos ellos originarios y vecinos del pueblo.

Según consta en su partida de bautismo recibió las aguas bautismales dos días más tarde de manos de don Miguel Galindo Galindo, cura coadjutor en estas fechas de la iglesia Parroquial de Alhama, y apadrinado por Manuel Cantón, vecino también de Alhama. (10)

Una vez más, la falta de fuentes escritas y, en este caso, también de familiares conocidos que nos aportaran los datos necesarios nos imposibilita reconstruir estos primeros años de su infancia y juventud.

Lo más probable es que Manuel recibiera los primeros años de escuela en su propia familia. Su padre, don Manuel Rodríguez era el maestro de la escuela de niños del pueblo en estos años centrales del siglo. Una vez finalizada la enseñanza primaria se matricula en el Instituto de Enseñanza Secundaria de Almería.

Un documento firmado por Gaspar Molina Capel, en su cargo de Secretario del Instituto de Almería certifica que el joven Manuel Rodríguez López inició sus estudios de 2ª Enseñanza en curso 1863-1864 para concluirlos tras realizar tres exámenes, en septiembre de 1869 con la obtención del Grado de Bachiller en Artes con una nota de Aprobado. Formaba parte del tribunal examinador, don Antonio González Garbín en calidad de Secretario.

La relación detallada de materias y notas obtenidas queda recogida en su expediente académico conservado en el Archivo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, la misma que expide ese título de Bachiller.

Con su título de Bachiller, Manuel comenzó en Granada sus estudios de medicina en 1871. Sin embargo, a la vista de su expediente académico, en el curso siguiente, 1872-1873 solicita, con una instancia dirigida al Rector, el traslado de su expediente a la Universidad Central de Madrid. Un año más tarde regresará de nuevo a la Universidad de Granada, donde permanecerá hasta finalizar el curso académico de 1874-1875.

En una instancia dirigida al Rector de la Universidad de Granada firmada en Alhama, el 10 de septiembre de 1875, Manuel solicita de nuevo el cambio de expediente a la Universidad de Madrid, lo hace fuera de plazo por haber estado enfermo con fiebres tifoideas durante los meses de verano. (11) Argumenta la necesidad de continuar sus estudios en Madrid, pues allí se encuentra su familia y además, algún trabajo. (12) Sin embargo, unos días más tarde pide quede sin efecto su petición para continuar en Granada. Desconocemos las razones que le llevaron a modificar, en apenas un mes, tan importantes decisiones.

Los siguientes cursos académicos los realizó en Granada hasta obtener su título de Licenciado en Medicina y Cirugía en el año 1881, acababa de cumplir los 28 años de edad.

Con su plaza de médico en Alhama, contrae matrimonio con Bárbara María López Cantón, alhameña de nacimiento, y fijan su residencia en la Plaza del Mercado, hoy del Ayuntamiento. De este matrimonio, nacieron dos hijas: Teresa y María y un hijo, Manuel, que ocupaba el cargo de Concejal del Ayuntamiento del pueblo el día 10 de Marzo de este año de 1919 (13), fecha en la fallecía este médico.

 


 

1- Con este nombre fue conocida durante los siglos anteriores la antigua vía que unía Alhama con la ciudad de Almería

2- AMATE MARTÍNEZ, M.C. "Alhama de Almería. Calle de los Médicos" en Calles y Plazas de Almería. Almería, La Voz de Almería. [2002]

3- Dignas de elogio son las medidas adoptadas por David y Enri para devolver todo su esplendor a una de estas viviendas decimonónicas ubicada, también, en la calle de los médicos Rodríguez e Ibáñez.

4- Archivo Municipal de Alhama de Almería. Acta de Pleno de 19 de Noviembre de 1918

5- A.M.A.A. Libro de Actas 1919-1921. Acta de Pleno de 15 de Marzo de mil novecientos diecinueve

6- Carta escrita por don Nicolás Salmerón a su sobrino José Ibáñez Salmerón. París, 23 de Septiembre de 1884

7- Partida de Bautismo integrada en el expediente académico de José Ibáñez Salmerón

8- Más información en FERNÁNDEZ REVUELTA, J. "La carta" en El Eco de Alhama nº 15 (2003)

9- Registro Civil de Alhama de Almería. Defunciones. Libro 24, fol. 27 y vto.

10- Acta de Bautismo integrada en su expediente académico

11- Archivo Universitario de Granada. Expediente Académico de Manuel Rodríguez López. Certificado emitido por los médicos titulares de Alhama Crstóbal Rodríguez López y Roque Boti Boyer en Agosto de 1875, acreditando que han asistido a Manuel Rodríguez de fiebres tifoideas durante ese verano.

12- A.U.G. Exp.Académico. Instancia dirigida al Sr. Rector de la Universidad de Granada solicitando el traslado de ex pediente

13- Registro Civil de Alhama de Almería. Defunciones. Libr. 24, fol. 27