EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 17

LITERATURA

 
Percepciones paisajísticas al Oriente de Sierra de Gádor
José Jaime Capel Molina
Catedrático de Universidad
Quién haya ido desde el litoral andaluz por el valle del río Andarax, recorriendo el vasto horizonte acerado que configura ese singularísimo piedemonte escalonado de abancalamientos, Alhama, Gádor, Huécija, íllar, Instinción, Rágol..., quizás sienta en su ánimo la impresión de infinitud de su horizonte, al contacto con los caracteres fisionómicos que percibe: paisaje más auténtico, más físico, más sensual, de sus huertos irrigados y flanqueados por alguna vieja higuera que como "torre vijía", en el estío, orienta certera el rasante vuelo a los golosos mirlos. Y todo ello en el contexto árido e inhóspito que comporta estas inmensas soledades de margas, de montañas rasas, de páramos pelados y cárcavas. Sobriedad como rasgo fisiográfico más sobresaliente y en el cual exhibe su belleza. No hay esplendor vegetal continuo como acontece en las pluvisilvas oceánicas, a no ser la austeridad porosa de las calizas, factor vertebrador que homogeniza el territorio. Estamos ante un "paisaje con alma", de ahí que se desprenda de caudalosos arroyos, de galas vegetales, de fértiles tierras...

Mas la acción humana a través de sus brazos generosos ha engalanado ese paisaje, herencia del ayer, blasón de íberos, Fenicios, Griegos, Romanos, Bizantinos, Omeyas, Judíos..., diseminando toda gama galamera de verdes, de árboles, arbustos, hojas y frutos, dondequiera surja intermitente el agua, don del Alto Cielo.

Cuando irrumpe julio, el Sol ha ganado al horizonte austral grados, minutos, segundos de luminosa circunferencia. El solsticio acude matemático a su cita de afelio: temprano amanece, llega, tamiza, viste de azul cobalto Alhama, villa abierta al Bóreas, a la quietud de la calima, al rocío, al horizonte oeste en su rumor Atlántico.

Un austero y amplio farallón montañoso anima la monotonía del relieve, el ingente bastión calizo de Sierra de Gádor. El visitante si quiera atrapar la realidad más inmediata y experimentarla en toda su plenitud, tiene que aproximarse y dejarse llevar con pasos firmes y pausados, ascendiendo sigiloso a su última morada, cuyo techo es uno de los más elevados de Andalucía, a través de sus sendas que se intuyen, a través de trochas y barrancos, desmoronadas por los aguaceros de otoño, surcadas de dolinas, "térra rosa" y aromáticas. Pero tenga en cuenta el viajero las celadas que inesperadamente acechan en las dolomías, en su lapiaz y en sus cárcavas, a sabiendas, de la exigua majestad de los calcios.
"Fortuna eran los sembrados de parrales, naranjos y sandías, entre amapolas y umbrías de laurel florido, por prados de malvas y trigales y aquella ligera brisa perfumada a madera de magnolios y laureles, moreras y lentiscos".

Mas cuando el Sol invade la zona de Capricornio: la noche se agiganta, hiela, rezuman las retamas, amparan las estrellas. Hace frío, escarcha, quiebra el Alba, llega la Navidad.

Y vuelven recurrentes los recuerdos augustos y apacibles de mi río, infinita senda de agua y frescura. El que habita sus vegas, conoce la grama, el agua turbia de boqueras o el tañido perezoso de su río, sabe como hombre de la tierra que en el Sur no son caudalosas las resurgencias, a no ser que el viento oceánico embravecido llore copioso sobre ellas.

En este valle el paisaje se muestra generoso, aromático, táctil, olfativo, cálido, donde el agua echa el pulso a la tierra ¡ Qué nobleza aquellos que de niños aprendimos del olor de la glicinia azul y del rocío de la vega¡ Aquí crece la juncia y el trato es de alteza, que nazarí es su linaje y en el verde su nobleza. En ese arrinconado piedemonte el verde de naranjos se intuye denso, umbrío, oscuro, esmeralda, casi selva en sus vegas junto al río Andarax; rumor ínfimo de agua. Allí donde brota el toronjil buscando los humedales o las umbrías de las acequias, donde los grillos guardan la memoria, atentos a rumores que en el Sur solo saben las adelfas.

"A igual altura hay otro paisaje alto y frío, que en tiempo principal llamaron "Sierra de Gádor"; a su gobierno convoca nieves, vahos y rocíos, remansándose en las alamedas de sus arroyos y predios de "Salmerón", tan mentado, que, a la postre, el tiempo y sus hazañas desbarata".
Y ahora mediando sobradamente mi vida, ¡qué puedo esperar del fiero invierno que se acerca! puesto que el invierno viene aunque no se quiera, mas todo pasa. Y vuelvo a abrir el libro de imágenes aparcadas hasta donde alcanza la memoria, tendría siete años, y en el río aquel comenzaron a anidarse los primeros recuerdos, los más alegres y, a la par, los más apacibles de mi vida. Recuerdo..." cuando daban las seis de la mañana, mi mano izquierda agarrada dulcemente a mi madre "amor bello, eterno e inolvidable" y mi mano derecha presa con narcisos, enero madrugada paralelo al gallo, mediaba el siglo XX cuando me hallo, cogíamos el sendero de escarcha, alumbraba "Aries" tanto como en mayo y los labios cortados por entero. Recuerdo..."algo de miedo, al pasar junto a la palmera centenaria que bajando al río se yergue vigilante aún en el bancal de la limera. De la vega, tres narcisos con rocío, a la misa, la de mayor solera, la del Alba, Gádor, un recuerdo eterno, hondo y mío. Y de regreso a la costumbre de mis días, a la vega de mi río, reparo en que ya nada sería igual como había creído y que "realidad y sueño" son de una misma suerte.