EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 5 Y ADEMAS ...
MENOPAUSIA Y CALIDAD DE VIDA


CARMEN Mª RODRÍGUEZ LÓPEZ.

Médico Especialista en Farmacología Clínica.


JOSÉ MANUEL GÁLVEZ CONTRERAS.

Médico Especialista en Obstetricia y Ginecología.
Se considera la menopausia como el cese permanente de las menstruaciones (reglas), que resulta de la pérdida de actividad de los ovarios (fundamentalmente de la producción de estrógenos). La menopausia espontánea tiene lugar, en la mayoría de las mujeres, entre los 45 y los 52 años, no habiéndose demostrado modificación en esta edad a lo largo de los siglos; los únicos factores que se consideran que tienen una influencia real en la edad de presentación de la menopausia son, la herencia y el consumo de tabaco (el fumar adelanta la edad de presentación).

La perimenopausia o climaterio incluye el período inmediatamente anterior a la menopausia (cuando comienzan las manifestaciones de los cambios que están ocurriendo en el organismo) y como mínimo, el primer año siguiente a la menopausia. Esta etapa se caracteriza por importantes cambios hormonales, que conducen a la pérdida de la capacidad reproductiva y a la modificación del aparato genital y de otros sistemas del organismo.

El término postmenopausia se refiere al período que comienza a partir de la menopausia, si bien este momento, no se puede determinar, hasta que se hayan observado doce meses de amenorrea (falta de regla) espontánea.

La importancia del problema que representa la menopausia en las sociedades desarrolladas, viene determinada por el envejecimiento global de la población, que ha tenido lugar en las mismas. Si bien la duración de la vida del hombre no ha aumentado en los últimos milenios, considerándose los 90-100 años como límite máximo, lo que si ha cambiado es la esperanza de vida, es decir, la posibilidad de alcanzar este límite superior, que ha aumentado espectacularmente en este último siglo. Este incremento en la esperanza de vida, unido a una disminución de la natalidad, han determinado dicho envejecimiento de la población; así, en España un 14.5% de la población tiene una edad mayor o igual a 65 años, cifra que alcanza el 17.5% en el caso de Alhama. En nuestro pueblo, al igual que en España y otros paises desarrollados, el incremento de la esperanza de vida ha sido más favorable para las mujeres que para los hombres: así, de la población con una edad mayor o igual a 65 años el 45% son varones y el 55% son mujeres. Estas tendencias de población suponen, que un porcentaje cada vez más alto de la población femenina, se encuentra durante más tiempo, en muchos casos más de un tercio de su vida, en la postmenopausia. Ello conlleva, que puedan aflorar manifestaciones clínicas inducidas por el déficit de estrógenos.


Sintomatología

Durante la vidad fértil de la mujer, los ovarios producen una gran cantidad de estrógenos y gestágenos, hormonas que preparan al útero para nutrir el óvulo fecundado, pero además, actúan sobre muchas partes del organismo: mama, vagina y vulva, vejiga urinaria, piel, corazón, aparato circulatorio y hueso, así como en la conducta psicológica. La producción de estrógenos en la mujer va disminuyendo con el paso de los años, y éste es el origen de la aparición de síntomas, tanto durante el climaterio como en la postmenopausia.

TABLA I:

Vías de administración de estrógenos y preparados utilizados en las mismas.

Vía Preparado
Oral
Comprimidos
Parental




Crema percutánea
Implantes subcutáneos
Parches transdérmicos
Inyectable intramuscular

Local


Cremas vaginales
Ovulos vaginales

Pueden presentarse síntomas a corto, medio y largo plazo, que varían de una mujer a otra. Entre los síntomas a corto plazo destacan, por una parte, los vasomotores (sofocos, sudoraciones, palpitaciones, desmayos o vértigo) y, por otro lado, los psíquicos (nerviosismo e irritabilidad, cansancio, ansiedad, tristeza y tendencia a la depresión). De hecho, estos síntomas son semejantes a los que sufren algunas mujeres antes del periodo menstrual, y tienen una clara relación hormonal.

A los cuatro o cinco años de haber desaparecido la menstruación, comienzan a manifestarse los síntomas catalogados como a medio plazo, como es la atrofia del aparato genital (vagina y vulva) y urinario (vejiga y uretra) y las alteraciones de la piel. La vagina pierde elasticidad y está menos lubrificada por lo que la práctica sexual puede resultar molesta y dolorosa, también existe un aumento del riesgo de infecciones; la región vulvar se vuelve más sensible, y suele aparecer una sensación de picor o quemazón. La afectación del aparato urinario puede originar síntomas de urgencia y frecuencia al orinar, incontinencia urinaria o cistitis de repetición. El déficit de estrógenos también va a producir importantes alteraciones en la piel que, junto a los cambios por la edad y agentes externos, van a contribuir al envejecimiento cutáneo.

Si bien los síntomas descritos son molestos y producen significativas alteraciones del estilo de vida de la mujer, a diferencia de los síntomas que se manifiestan a largo plazo, no van asociados a un aumento de la mortalidad. Sin duda, las peores consecuencias de la menopausia son las que aparecen a largo plazo, que son principalmente la osteoporosis y las enfermedades cardiovasculares.

La osteoporosis es una enfermedad del hueso caracterizada por una disminución de la masa ósea, hasta tal punto, de que existe el riesgo de fractura incluso en ausencia de traumatismo. La masa ósea aumenta durante la infancia, la adolescencia y el comienzo de la vida adulta hasta aproximadamente la tercera década, en que dicho aumento se detiene. Se alcanza así el valor máximo de masa ósea, que permanece estable hasta más o menos los 35 o 40 años en que empieza a disminuir. A partir de este momento, en su conjunto, el total del esqueleto pierde masa ósea a un ritmo del 0.5-1% al año; esta pérdida se acelera de forma ostensible en la mujer después de la menopausia, llegando a ser el ritmo de pérdida de un 3-5% anual a los 5-10 años siguientes a la misma. Por tanto, la osteoporosis postmenopáusica es el resultado de la disminución de la masa ósea por dos procesos biológicos que se presentan conjuntamente: la pérdida de hueso que ocurre en relación con la edad y la aceleración de dicha pérdida que ocurre debido al déficit de estrógenos. De entre las fracturas que pueden producirse, las mas características son las vertebrales, el dolor suele ser el síntoma principal y, en ocasiones, la razón de acudir al médico; contribuyen a la disminución de la talla y a la característica deformidad de la columna dorsal con aumento de la cifosis dorsal (inclinación de la columna hacia adelante). Otras localizaciones típicas son el antebrazo y el cuello del fémur (fractura de cadera), siendo ésta última importante causa de incapacidad y mortalidad en las mujeres de mayor edad.

La pérdida hormonal tiene también importantes consecuencias cardiovasculares. La incidencia de enfermedades cardiovasculares en el sexo femenino es menor que en el varón antes de la edad de la menopausia. Esta situación se iguala, después de transcurridos unos diez años desde el momento de la pérdida de la función ovárica y la protección de los estrógenos; de tal forma, que el infarto de miocardio es la principal causa de muerte en la mujer anciana.


Tratamiento

Dado que la pérdida de estrógenos es en gran parte la responsable de los problemas que se asocian a la menopausia, la denominada terapia hormonal sustitutiva, al proporcionar estrógenos al organismo, puede ofrecer notables beneficios. Dicho tratamiento es efectivo para tratar síntomas como las sofocaciones, atrofia vaginal, etc. y para prevenir, en gran parte, las complicaciones que se presentan a largo plazo, habiéndose demostrado que previene la pérdida de masa ósea postmenopáusica originando una disminución del riesgo de fractura, así como que disminuye en un 50% el riesgo de presentación de enfermedades coronarias.

La administración sustitutiva de estrógenos no es un tratamiento nuevo, ya hacia mediados de la década de 1930 se empleaban en algunos paises para tratar los síntomas de la menopausia y fueron ampliamente empleados en los años 1950 y 1960. Posteriormente, aparecieron informes sobre un aumento del riesgo de cáncer de endometrio (capa interna que recubre el útero o matriz) en mujeres expuestas por largo tiempo a estrógenos exógenos y, en consecuencia, su uso disminuyó ampliamente en la década de los 70. Se demostró que este aumento del riesgo estaba en relación con el tiempo de uso, el tipo y la cantidad de estrógeno usado. En los últimos años se han conseguido importantes avances en estos tratamientos; se dispone de nuevos estrógenos, se utilizan dosis más bajas y se emplean nuevas pautas terapéuticas que han permitido una mayor seguridad en el empleo de esta terapia.

En la actualidad disponemos de estrógenos naturales, que son los que se utilizan preferentemente como tratamiento de sustitución y que, a diferencia de los estrógenos artificiales, que son los que se utilizan como anticonceptivos, no originan efectos metabólicos adversos. Asimismo, existen diversas vías de administración (ver tablaI) que permiten elegir la más adecuada en cada situación particular. Cuando los estrógenos se administran por vía oral o parenteral, es necesario asociar un gestágeno al tratamiento para evitar la aparición de cambios proliferativos en el endometrio ya que dichos cambios, a largo plazo, pueden favorecer el desarrollo de un cáncer de endometrio.

A pesar de las indudables ventajas que reporta el uso de la terapia hormonal sustitutiva y de los progresos conseguidos en la misma, su empleo se asocia a algunos incovenientes (ej.: aparición de sangrados irregulares) y riesgos (ej.: aumento del riesgo de cáncer de mama cuando el tratamiento se prolonga por 10 o más años) aún no completamente resueltos con los tratamientos actuales. Por estas razones, no es posible recomendar este tipo de terapias de forma indiscriminada a todas las mujeres, sino que, habrá que estudiar en cada mujer los beneficios y los riesgos de forma individualizada. No obstante, existen algunas indicaciones claras para este tratamiento, según las últimas recomendaciones de un grupo de expertos en menopausia (ver tabla II). Sin embargo, hay que tener en cuenta que, incluso considerando sólo estas indicaciones, son muchas las mujeres que podrían beneficiarse del tratamiento hormonal sustitutivo y que, en la realidad, no lo reciben ya sea por falta de información o por los "temores" asociados a su uso.

En cualquier caso, ante cualquier mujer que exprese su deseo de recibir este tratamiento, habrá que realizar una serie de estudios mínimos que incluyan: analítica, exploración ginecológica y mamaria y, en algunos casos, cuando la decisión de tratar o no dependa de ello, un estudio del hueso (densitometría). Todos estos datos, junto a una cuidadosa historia clínica, permitirán establecer una valoración de los beneficios y riesgos en esa mujer en particular, pero la decisión última de recibir o no el tratamiento dependerá de ella misma. Posteriormente, y durante el tiempo que dure el tratamiento es preciso realizar revisiones periódicas en las que se vigilará, entre otras cosas, el endometrio y la mama.

TABLA II:

Indicaciones de la terapia hormonal sustitutiva.

  • Todas las mujeres con sintomatología climatérica en las que ésta altere su calidad de vida.

  • Mujeres con alto riesgo de osteoporosis y/o enfermedad cardíaca coronaria, ya sea de forma preventiva o terapéutica, siempre que no exista una alternativa más aceptable.

  • A lo largo de esta exposición hemos hablado, fundamentalmente, del tratamiento farmacológico de la menopausia, exponiendo las certezas e incertidumbres que rodean al mismo; sin embargo, existen medidas higiénico-dietéticas, no farmacológicas, para las cuales no hay ninguna duda sobre su inocuidad y su utilidad, para prevenir los problemas asociados con este periodo de la vida de la mujer. Dichas medidas son fundamentales, independientemente de que se reciba o no tratamiento hormonal sustitutivo, pero mucho más difíciles de llevar a cabo ya que, en muchos casos, supone que la mujer tiene que cambiar su estilo de vida, y ello implica el cambiar hábitos que, en la mayoría de los casos, se establecieron en la infancia. Son medidas encaminadas a promover hábitos saludables en relación con la alimentación, el ejercicio físico y el consumo de tóxicos, ya que con ellas se pueden prevenir los dos problemas más importantes tras el cese de la actividad hormonal, que son, como reiteradamente hemos venido comentando, la aparición de osteoporosis y de enfermedades cardiovasculares.

    Se trata de conseguir llevar a cabo una dieta equilibrada, pobre en grasas saturadas (de origen animal, excepto en el pescado) y rica en calcio. En mujeres postmenopáusicas se recomienda una ingesta de calcio de 1500mg/día, pudiendo obtenerse a través de la leche y sus derivados (queso, yogur, etc.) que son los alimentos más ricos en este mineral; dichos alimentos deberán tomarse desnatados para no aumentar el consumo de grasas saturadas. Al mismo tiempo, se debe realizar ejercicio físico de forma regular y eliminar tóxicos como el alcohol, el tabaco y el exceso de cafeína.

    Como puede apreciarse, son medidas generales que sería deseable se instauraran ya, desde la infancia. Así, está claramente demostrado que las lesiones de los vasos sanguíneos que en la vida adulta darán lugar, por ejemplo, a un infarto de miocardio, tienen su origen en la infancia. Por su parte, con respecto al hueso, está científicamente demostrado que el consumo de lácteos durante la infancia y la adolescencia aumenta el pico de masa ósea y, por tanto, se llegar ía a la menopausia con una mayor cantidad de hueso.

    Podríamos concluir, que la adopción de un estilo de vida sano, junto a una apropiada vigilancia médica y un uso adecuado de la terapia hormonal, podrá permitir, a la mayoría de las mujeres, vivir con plena salud esta larga etapa de su vida.