EL ECO DE ALHAMA NÚMERO 2 ECONOMIA

LA AGRICULTURA AMERIENSE
Modernidad frente a Tradición.

FRANCISCO RUIZ ORTA
Delegado Provincial de Agricultura y Pesca

El despegue económico que está
realizando Almería en los
últimos años tiene uno de sus
principales asientos en el
desarrollo agrícola.


Paisaje agrario de cultivo tradicional

En efecto, la estructura productiva almeriense se caracteriza por la existencia de un importante sector primario basado en una considerable superficie de regadío.

No obstante, es razonable hablar con toda propiedad de dos realidades agrarias absolutamente distintas en nuestra provincia: una agricultura intensiva, avanzada y moderna, gran generadora de riqueza y empleo, y otra agricultura artesanal, ligada a los cultivos tradicionales de las zonas del interior, con escasas posibilidades de ser rentable y de proporcionar empleo a la población.

La primera de ellas es una agricultura altamente productiva, con un empleo de grandes recursos tanto de capital como humanos, gestionada con criterios empresariales y que utiliza la más avanzada técnica, que en los últimos años ha dado un paso gigantesco en materia de infraestructura productiva y mejora de los medios de producción y de comercialización.

Nuestros cultivos hortícolas intensivos ocupan en la actualidad unas 38.400 has, de las cuales 25.000 son invernaderos, que se extienden por las comarcas del litoral desde Adra hasta Pulpí, con una producción en esta última campaña de más de 2.000 millones de toneladas y un valor de la producción que ha superado los 170.000 millones de pesetas, es sin duda el máximo exponente de la horticultura andaluza y sitúa a nuestra provincia entre las primeras zonas productoras del mundo.

Junto a esta enorme fuente de riqueza en que se ha convertido hoy esta producción intensiva, existe un sector comercializador hortícola que es una potente industria que ha sido capaz de exportar a los mercados internacionales durante la pasada campaña cerca de 1.000.000 de Tm de un alto nivel de calidad. Los centros de manipulación de frutas y hortalizas emplean maquinaria de alta tecnología y realizan constantemente inversiones que permiten mayor rendimiento, calidad y múltiples presentaciones del producto ante un mercado cada vez más competitivo y exigente.

Así pues, a la elevada cantidad de mano de obra que este tipo de agricultura absorbe, se añade el no menos considerable número de puestos de trabajo indirectos, más cualificados, creados como consecuencia de las múltiples actividades generadas en torno a ella. No es exagerado afirmar entonces, no sólo que la agricultura intensiva es el principal pilar económico de Almería, sino que, de un modo u otro, toda la provincia vive gracias a ella.


Ejemplo de agricultura intensiva.

Frente a este tipo de agricultura que de modo muy sucinto acabo de describir, existe otra realidad completamente contrapuesta, otra agricultura de interior situada años luz de distancia. La agricultura tradicional en nuestra provincia no es rentable como medio exclusivo de vida para sus agricultores. Sin embargo es imprescindible establecer medidas de apoyo que permitan el mantenimiento de la población rural, evitando en lo posible el constante abandono de tierras en las comarcas interiores y, con ello, la progresiva desertización de amplios territorios.

Los cítricos y el parral han sido cultivos representativos de nuestra agricultura tradicional. Los cítricos en nuestra provincia tienen una producción poco representativa y de muy difícil comercialización, ocupando actualmente unas 5.300 has (1.065 en limoneros), localizándose el naranjo y el mandarino en el bajo Andarax y cuenca del Almanzora. Las variedades cultivadas difícilmente compiten, no ya con las producciones de otras regiones tradicionales, sino tan siquiera con las de la propia comunidad autónoma (valle del Guadalquivir, zona costera de Huelva, etc.).

El olivar y el almendro son los otros cultivos característicos que en mayor o menor medida están presentes por toda la provincia, siendo las comarcas más representativas Río Nacimiento, Alto y Bajo Almanzora y Campo de Tabernas. En los últimos años y motivados por los altos precios que está alcanzando el aceite de oliva, así como el aumento de la cuantía de las ayudas a la producción del mismo, se está extendiendo la superficie cultivada, alcanzándose producciones de casi 1.000 Tm de aceituna, si bien estas producciones son muy variables de un año para otro como consecuencia de las sequías o del propio carácter vecero de este producto.

En el caso del almendro, con 68.000 has. Repartidas por toda la provincia (sólo 6.000 son de regadío), las heladas y las sequías, sucesivamente, imprimen grandes oscilaciones en su producción.

En cuanto al parral, aún no hace demasiados años que la uva de mesa era el principal producto de la exportación almeriense, cuyo cultivo, manipulación y comercialización permitía el mantenimiento de miles de familias en las comarcas parraleras. El cultivo del parral hoy, como consecuencia de la profunda crisis que viene arrastrando desde hace años, ha quedado reducido apenas a una p fe8 resencia casi testimonial de unas 3.000 has, muchas de ellas en plena fase de reconversión varietal, estimándose que eta cifra se estacionará como consecuencia de haber cumplido el plazo de aplicación del reglamento comunitario de arranque subvencionado.

Sin duda que cada uno de estos cultivos tiene sus propios problemas específicos cuya diagnosis es preciso conocer muy bien para poder proponer las soluciones más adecuadas. Pero es también cierto que sobre el conjunto de la agricultura tradicional almeriense gravitan problemas comunes, muchos de carácter estructural, de difícil solución: escasa base territorial de las explotaciones, parcelación y minifundismo exagerado que impiden la tecnificación y modernización, métodos de cultivo anticuados, envejecimiento de la población agraria, descapitalización del campo, cultivo de variedades poco aptas para el mercado, poca presencia de asociaciones y organizaciones, escaso control de la comercialización... y un largo etcétera que acaba configurando un panorama poco alentador par el futuro de estos cultivos tradicionales.

Para todo ello no hay remedio mágico, ni existe tampoco una solución unidireccional. Desde las políticas agrarias de la Unión Europea, con las que lógicamente deben coordinarse las de los gobiernos central y autonómicos, se considera hoy la agricultura tradicional y al mundo rural como un medio global en el que el desarrollo de la actividad agraria debe integrarse con otros sectores primarios y de actividades, tales como la conservación del medio ambiente, el aprovechamiento, industrialización y comercialización de los recursos propios, el turismo, la artesanía, la producción de calidad diferenciada, etc.

Para ello el mundo rural debe saber usar y sacar provecho del amplio conjunto de medidas hoy existentes junto a otras que se habrán de arbitrar, y que abarcan desde la mejora de las infraestructuras y los servicios en el medio rural hasta la impulsión de actividades complementarias, el establecimiento de compensaciones que incentiven la permanencia de la población en su medio –Instrumentos como el Plan de Desarrollo Rural en Andalucía, como el Plan LEADER o como el Programa de Desarrollo y Diversificación Económica en zonas rurales. En definitiva, se trata del establecimiento de medidas de actuación globales para el mantenimiento y desarrollo del mundo rural que, dada su gran complejidad, sobrepasan muchas veces de lo que es propia y estrictamente política agraria.